Parte 10

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Natalie.

—De acuerdo, el tipo es un desastre. ¿Es eso lo que intentas decirme? —estoy del otro lado del teléfono, con mis manos al volante intento escuchar lo que me dice Carmen a través del auricular. Estoy tarde, apenas me había dado tiempo de llegar a mi apartamento, ducharme y cambiarme, miro mi reloj cuando me detengo en un semáforo en rojo y me doy cuenta que es imposible ir por algo para desayunar.

—Totalmente —toco el claxon para que el tipo del auto delante de mí avance un poco, a estas horas el tráfico en Nueva York es un asco —tiene una casa increíble, pero tomará mucho trabajo hacerla una casa de verdad.

—¡Uh! —escucho el ruido de un envoltorio abrirse del otro lado y luego un mordisco que me hace el estómago rugir —bueno, todos los hombres son un desastre, unos con sus casas, otros con sus familias y otros con sus vidas. ¿Entonces, acordaron vivir juntos?

—Así es —vuelvo a tocar el claxon y nada que avanza la fila de autos —no sé qué voy a hacer, pero definitivamente se nota lo borracha que estaba, de haberlo conocido mejor nunca me hubiese casado con un hombre que ni siquiera baja la tapa del váter.

Silencio de parte de Carmen, recuerdo que hoy se supone que está en viajes de negocios en París y no regresa hasta dentro de unos tres días, que suerte tiene la condenada.

—Esto va a ser muy difícil, Natalie.

—Lo sé —suelto un suspiro, sonoro y pesado, porque aún no me imagino una vida casada con un hombre como David —¿Qué voy a hacer, Carmen? ¿Qué voy a hacer? —sueno desesperada, suelto el volante y llevo mi mano a mi frente mientras con la otra intento alcanzar mi bolso en el asiento del copiloto.

—Disfrutarlo —contesta sin duda, saco una botella de agua y le doy un trago —tienes un pene personal veinticuatro horas al día —casi escupo el agua de regreso al envase mientras Carmen, la muy desgraciada, solo ríe a carcajadas del otro lado.

—No todo en esta vida es sobre penes, Carmen. Hay cosas más importantes que ver en un hombre y al menos agradezco que nos protegiéramos, porque no me imaginaría tener este problema y pensar que puedo estar embarazada.

—¿Cómo sabes que se protegieron? —dice, apenas audible. Tomo otro trago de agua mientras la escucho —digo, recuerdas poco, según lo que me cuentas. ¿Qué te hace pensar que en una ocasión tal vez no se hayan protegido?

Comienzo a toser, siento que me ahogo y ahora es a mí a quién le dedican sus ruidos del claxon, miro el semáforo y ya ha cambiado de color, en un rápido intento por avanzar la botella se cae sobre mis pies y siento el agua esparcirse entre mis dedos.

—Mierda —siseo, a medida que pongo en marcha el auto. Bufo cuando siento mis dedos escurridizos y solo escucho la risa de Carmen del otro lado, incluso había olvidado que seguía ahí.

—No tienes un buen día ¿eh? —pregunta con sorna, no sé como ella puede mantener un buen ánimo todo el tiempo a pesar que ha tenido peores días que los míos.

—¿Parece que estoy teniendo un buen día?

—Oye, no es tan malo, es un sujeto que está buenísimo, con un buen empleo. Si tiene un amigo guapo me lo presentas.

—Lo mismo le dije yo a mi amiga y mira en lo que estoy —replico de inmediato añadiéndole un bufido, se vuelve a reír y yo solo ruedo los ojos porque definitivamente esta para mí no es una situación graciosa.

—Después de todo, su casa es tu casa ¿no?, lo tuyo es de él y lo de él es tuyo, así que amiga, tienes una casa en el Upper East Side, un Ferrari y un marido, después de todo, no estás tan mal, eres listilla ¿eh?

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora