Hand

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Miedo.

Esa era la única palabra que Alexandra recordaba en ese momento, como si el resto de miles de palabras fueran inexistentes.

Soltó un suspiro y acercó su mano a la perilla de la puerta. Sin siquiera plantearse primero que iba a decir o hacer, entró, encontrándose con un aroma a fideos con tuco caseros.

De un momento a otro sus temores se dispersaron, así que cerró la puerta y entró a su hogar como hacía todos los días, olvidando todo.

-Alex, rey-La voz de su padre viajaba desde la cocina hasta donde él se encontraba-Mariana llamó, dijo qu-...

El hombre se quedó parado junto a las escaleras, observando a "su rey".

Los largos cabellos chocolate de Alexandra que le llegaban hasta la clavícula habían sido recogidos en un moño; su ropa también había cambiado, ahora poseía una blusa simple de color banco junto a un par de pantalones negros y botas de tacón alto. Se parecía bastante a su progenitora con aquello puesto.

A pesar de no decir nada, el hombre no mostraba ninguna reacción mala ante la decisión de la menor. Alexandra no entendía, ¿por qué no decía nada?

Había leído miles de testimonios, donde chicos y chicas contaban que sus padres los corrían de casa al enterarse; todos habían tenido que cortar relación con su familia con apenas 17 años...

¿Acaso con él no iba a pasar algo similar? Según ellos, todo el mundo era malo y de mente cerrada.

Alexandra cayó al suelo de rodillas, como si hubiera escuchado la peor noticia del mundo. El hombre no tardó en acercarse, preocupado por la extraña acción de su hija.

-P-papá-Logró articular entre sollozos. Se mantuvo un minuto entero en silencio, buscando las palabras adecuadas-Papá, soy Alexandra.

En aquel momento quería que las baldosas de su casa se abrieran para poder así ser comido por la tierra. No quería ver la reacción de su padre, no quería ver la desaprobación reflejada en sus ojos. No quería...

-Muy bien, entonces serás mi princesa-Sintió una mano recorriendo desde su espalda hasta su cara, tomándola con suavidad para hacer que levante la vista.

Los dos ojos claros, de padre e hija, se conectaron. No hicieron falta palabras, con tan solo la pequeña caricia que proporcionaba el mayor a la menor, secado sus lágrimas, era suficiente.

A pesar de todo aquello la mirada de miedo de la adolescente no cambiaba del todo, como si estuviera insegura de las palabras de su padre. Ante ello el hombre le proporcionó un beso en la frente.

-No tengas miedo de ser quien eres-Le susurró, sonriendo y acariciando sus mejillas-Deberías sentir orgullo.

Orgullo.

Ahora esa era la palabra que Alexandra recordaba constantemente.

La recordó cuando gritaba a todo pulmón mientras sostenía en una mano una bandera teñida de celeste, rosado y blanco, mientras que la otra era entrelazada con la de su padre.

La recordó cuando su padre dio un apretón de mano y un beso en la frente antes de entrar a la sala de cirugía.

La recordó cuando se terminaba de retocarse su vestido blanco con ayuda de su padre.

Así se sentía ella, orgullosa.

Quizás en un principio no lo hacía, pues "Miedo" le opacaba.

Pero sólo necesitó una mano que le ayudará a darse cuenta de las cosas.

Pero a fin de cuentas se sentía bien consigo misma.

Y nada ni nadie iba a cambiarlo.

[~~~]

Palabras: 570.

[¡Y...fin! (?)

Re caca la wea esta, ay. Igual me gustó, sísisis.

Me canse de leer tantas cosas sad en el que los protagonistas no eran aceptados y así. Así que hice una cosa bien japy (?

Y...no tengo mucho que decir.

¡Espero les haya gustado!

¡Adiós!]

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