Capítulo 41

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Hola, mamá:

Invierno otra vez. Da miedo que los meses pasen tan deprisa. Se convierten en años sin que ni siquiera me dé cuenta. Katie es como mi calendario: la veo crecer y cambiar. Se está haciendo mayor tan deprisa, aprendiendo a tener opiniones propias, aprendiendo que no tengo respuesta para todo. Y en cuanto tus hijos comienzan a entender eso, sabes que tienes un problema.

Sigo en mi viaje, mamá, sigo atrapada en ese estadio intermedio de la vida en el que acabo de llegar de alguna parte que he dejado bien atrás y me abro camino hacia algo nuevo. Supongo que lo que intento decir es que aún no tengo las ideas en orden. Todavía. Quiero decir que tú y papá no habéis hecho más que viajar durante el año pasado, no habéis estado en un mismo país más de unas semanas, pero aun así ambos sabéis mejor que yo dónde estáis, y eso que yo no me he movido en todo el año. Los dos sabéis dónde queréis estar. Me figuro que es porque os tenéis el uno al otro y allí donde esté papá tú te sientes en casa.

He aprendido que el hogar no es un sitio, es un sentimiento. Puedo hacer que el piso se vea tan lindo como pueda, embellecer los alféizares de las ventanas con tantas jardineras como quiera, colocar un felpudo de bienvenida delante de la puerta, colgar un cartel de «Hogar, dulce hogar» encima de la chimenea e incluso ponerme el delantal y hornear galletas, pero lo cierto es que no quiero quedarme aquí para siempre.

Es como si estuviera esperando en la estación del tren tocando un instrumento para ganar unas perras, justo lo suficiente para tomar el próximo tren que salga de aquí. Y, por supuesto, para mí lo más importante es Katie. Cualquier lugar en el que esté con ella debería darme calor de hogar, pero no es así, porque me toca a mí hacer que ella se sienta en casa. Sé que Katie se marchará dentro de unos años y no me necesitará como ahora.

Tengo que organizarme la vida para cuando Katie se vaya. Necesito hacerlo porque no creo que ningún Príncipe Azul venga a rescatarme. Los cuentos de hadas son historietas maléficas para los niños pequeños. Cada vez que estoy hecha un lío espero que un hombre de pelo largo y finos modales llegue trotando a mi vida (a caballo, por supuesto, no trotando él literalmente). Luego me doy cuenta de que no quiero que un hombre llegue trotando a mi vida porque, para empezar, los hombres son quienes me han metido en este puñetero lío.

Ahora soy como el entrenador de Katie y debo prepararla para el gran combate que es la vida adulta. Ella casi nunca piensa en su vida sin mí. Por descontado, sigue soñando con viajar por el mundo haciendo de DJ para ganarse la vida sin mí, pero aún no ha captado el significado de ese «sin mí». Y así debe ser, sólo tiene catorce años. Sea como fuere, todavía no tiene edad de tomar según qué decisiones y yo me he opuesto en redondo a la idea de que abandone sus estudios.

Aunque últimamente gracias a John, su flamante novio, no he tenido que obligarla a levantarse de la cama por la mañana. Se han vuelto inseparables. Todos los viernes van a las fiestas que monta el club de la GAA<< GAA, siglas de la Gaelic Athletíc Association, organización deportiva dedicada a conservar y difundir los deportes>> que hay cerca de su casa.

John es un verdadero entusiasta de la GAA y juega a hurling en el equipo junior del Dublín. De hecho, este domingo vamos a ir todos juntos a Croke Park a ver al Dublín contra el Tipperary, ¡qué emoción! Total, que para mí resulta un poco peliagudo porque como no conduzco, a veces recurro a Ruby para que haga de chofer. Ella lo llama Driving Ms. Lazy8. La madre de John es una señora muy agradable y algunas semanas tiene la amabilidad de recoger a Katie y acompañarla a casa.

Apenas he tenido noticias de Toby últimamente, pero vi a su madre en la escuela cuando acompañaba a su hijo pequeño y me dijo que se comportaba más o menos como Katie con su nueva novia, Monica.

Donde termina el arco irisWhere stories live. Discover now