Capítulo 2

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Caí al suelo del impacto. Su sangre me mojó la cara y las manos. ¿Por qué? ¿Por qué ha vuelto a morir? Realmente creía que esta vez sería distinto.

«Ya nada tiene sentido», pensé. «No ha sobrevivido en ninguna repetición. Lo he visto morir exactamente 1.257 veces. ¿Debería simplemente aceptarlo? He vivido este día tantas veces que ya no me queda nada que pueda intentar». Sin embargo, me fijé que una pequeña nube de vapor salía de su nariz cubierta de sangre.

—¡Óscar! —grité.

Él me miró, y dijo con voz débil:

—Lo siento.

Era como si se disculpara por haber muerto tantas veces delante de mí. Se quedó con la mirada perdida, y no dijo nada más. Óscar cerró los ojos momentos después. Había muerto.

Casi no sentí dolor. Estaba acostumbrada a verlo morir diariamente. Aun así, esta vez había vivido unos segundos más de lo habitual. Las pocas veces que había muerto a causa de ese camión lo había hecho instantáneamente, porque yo no había sabido reaccionar.

«¿Puedo salvarlo?», me pregunté. Quizás mi intento había alargado su vida unos segundos más. ¿Qué habría pasado si hubiera reaccionado antes?

Con estas dudas en la cabeza, salí corriendo hacia el laboratorio. La máquina del tiempo me esperaba ahí, escondida y cerrada bajo llave.

«Rendirme una vez significa rendirme para siempre. No me lo puedo permitir. No ahora que hay esperanza, aunque sea mínima. Tengo que salvar a Óscar, cueste lo que cueste. No puedo fracasar por la soledad, por la repetición. Tengo que devolver su favor».

Mientras corría hacia la universidad, los primeros destellos del sol iluminaban mi camino. Hacía demasiadas repeticiones que no me quedaba hasta el amanecer. Por muchas veces que Óscar muriera, esta lejana luz anaranjada nunca se iría.

«Si alguna vez muere uno de los dos, te prometo que te salvaré con la máquina del tiempo», oí en mi cabeza. Unas palabras lejanas, llenas de ignorancia, me acompañaban mientras mis pasos rápidos resonaban por las calles vacías.

«No importa el tiempo. Voy a mantener mi promesa».

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