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Se despertó con los gritos de Jocelyne.
Aquella mujer grande y gorda era la encargada de despertar a todas las jóvenes por la mañana.

Bethany dió una un gran suspiro antes de levantarse y quitarse la coleta que se hacia por las noches. Puso el coletero en su muñeca y cambió su camisón por unos vaqueros básicos, unas deportivas que obviamente no eran de marca y una camiseta básica gris de manga larga.
Ese era su mejor conjunto.

Siguió al resto de las chicas hasta el comedor, donde les sirvieron un razón de cereales con leche fría. Se sentó en su habitual sitio junto con Emily.

Aquel era el ambiente triste de cada mañana. Un montón de chicas de miradas bajas, aisladas de la vida social quitando el instituto. Todas estaban allí por una razón común, pero había una gran historia detrás.

Después de ir al baño, lavarse los dientes y la cara, cepillo su pelo de nuevo y lo dejó caer libre a un lado. Hoy era el día en el que las pesaban y las medían, al igual que todos los meses. Y no era extraño, cualquiera se desarrollaba correctamente con aquella alimentación.

- Seguro que he engordado.- murmuró Emily mientras de alzaba en las puntas de sus pies para ver si les quedaba mucho de cola antes de poder utilizar la báscula.

- Que no, no te preocupes. Estas perfecta.-le dijo Bethany cansada de repetírselo.

Pero era verdad, la pura verdad. Su amiga era alta y muy delgada. Tenía unas piernas de vértigo, un cabello rubio ondulado y unos despampanantes ojos azules.

No podía negar que en parte la envidiaba, porque ella de odiaba a si misma, su cabello marrón liso y sus ojos castaños claros. Odiaba su dentadura imperfecta, sus labios pequeños y la forma de sus cejas. Odiaba su vientre no plano y odiaba sus muslos; que aunque no eran gruesos, para ella eran como dos horribles torres.

Odiaba el metro sesenta y cinco que acababa de marcar el metro, pero, por encima de todo; odiaba los 60 kilogramos que aparecían mes tras mes en la báscula.
Dio un largo suspiro y siguió a sus compañeras a la puerta principal del orfanato; donde como cada mañana el autobús del instituto pasaba.

Pasó por el pasillo recibiendo las habituales miradas de superioridad de sus compañeros de instituto. Claro que ellos vivían en lujosas casas, llevaban ropa carísima y sus mochilas tenían logos estampados de grandes marcas.

Se sentó desganada junto a Emily en uno de los sitios y mantuvo la vista baja durante el trayecto.

- ¡Oye Behany!-grito una de las chicas "populares"- ¿Ya le has dicho a tus padres que has suspendido matemáticas?

Un coro de risas se escuchó. La chica apretó con fuerza el borde de su asiento, notando una vez mas como aquel extraño calor emanaba de su mano.

- ¡Uy! Lo siento, Bethany... Se me olvido de nuevo.-siguió la chica refiriéndose a la muerte de sus padres.

- Cállate.-le espetó Emily mirándola con frialdad.

- ¿O qué?¿Tú también se lo dirás a tu madre?

Y esa fue la gota que colmó el vaso. Bethany se levantó furiosa de su asiento, dispuesta a defender a su amiga, aún afectada por la muerte de sus padres en un reciente accidente. Avanzó con pasos firmes hasta el final del pasillo del autobús.

Cogió a la chica del cuello mientras aquel calor volvía. Oyó a la gente a su lado gritarle que parara, pero solo se separó cuando el conductor del autobús rodeo su cuerpo y la apartó.

Se dio cuenta del silencio absoluto y de las miradas puestas en ella. También de la marca que había dejado en el cuello de la chica. Como una quemadura.

Todos poco a poco bajaron, incluida Emily. Ya habían llegado al instituto y ella ni siquiera de había dado cuenta.

- No te rebajes a su nivel, Bethany.-le dijo el conductor antes de soltarla.

Pero ella seguía allí en medio.

Las clases se estaban haciendo eternas para Peter. Caminó por el pasillo sorprendiéndose de que Flash no le dijera nada aquel día. Hoy él no era el motivo de las risas.

Hoy el centro de atención era aquella chica de mirada baja, la del pelo castaño del corte recto. Sabía que era una de las del orfanato; y mas de una vez había reprimido el deseo de intentar hablar con ella.

Entró en el aula de física con su mochila al hombro, repasando en su cabeza todo lo que había estudiado el día anterior durante horas enteras; siendo ese su penoso descanso de los entrenamientos del señor Stark.

Se sentó con gesto cansado, viendo a una de las chicas populares entrar con una muy mal fingida cara de cachorro. Alzó una ceja al ver una muy marcada marca con la forma de mano en su cuello. Era indudablemente una quemadura; y él lo sabia mejor que nadie.

Su instinto arácnido se activó cuando aquella chica, Bethany, entró en el aula. Todos la miraron, incluso con miedo.

La inhumana vista del chico percibió los restos de lágrimas que se escurrían por sus ojos. Vio también un extraño pequeño brillo en color ámbar en su pecho.

- Por favor, vayan sentándose.-dijo el profesor entrando en la sala.

Ella avanzó un par de pasos, pero Flash la empujó "accidentalmente" y ella se golpeó fuertemente contra el pupitre de al lado.
Se quedó parada, dejando que el pelo cayera sobre su cara.

Peter no pudo evitar el impulso de levantarse, consciente de que ya nadie le prestaba atención a la situación; avanzar hasta ella y coger su mochila. La dejó sobre el pupitre que estaba al lado del suyo y después la arrastró hasta que se sentó en la silla.

Prestó atención a la clase consciente de las fugaces miradas que la morena le dirigía.
Ella, por su parte, estaba solo centrada en aquella sensación extraña en su pecho.

Y en el por que Peter, Peter Parker la había ayudado. No podía negar que se sentía ligeramente atraído por él. Él también era juzgado, él también era huérfano, y todo el mundo sabía eso desde que Flash lo gritó por los pasillos.

No podía negar que más de una vez había malgastado minutos enteros observando sus movimientos.

- ¿Por qué me has ayudado?-susurró ella.

- ¿Tiene que haber algún motivo?

- Sí, no es normal que...

Pero todo se vio interrumpido cuando algo atravesó, literalmente, la ventana del aula. Todos dieron un salto instantáneo hacia atrás.

Los ojos de la chica se abrieron como platos al ver el inconfundible escudo de Capitán América rebotar en el suelo. Notó como Peter se revolvía nervioso en su asiento cuando el conocidísimo Anthony Stark entró por el agujero de la ventana, envuelto en su metálico traje de Iron Man.

Ayudó al Capitán a levantarse, pero segundos después una presencia más llegó.
La joven intento centrar su vista al ver la silueta de una mujer, de piel blanca, que de lejos parecía plástico.

Esta llevaba una especie de tridente en su mano, que terminaba en unos rayos eléctricos que desprendían un llamativo morado azulado.

- Vuestra reputación es importante, ¿cierto?-dijo aquel ser con una voz demasiado humana.- ¿Que diría la gente si los Vengadores no pueden proteger a un par de chicos?

Y inmediatamente, aquel rayo se dirigió hacia los dos jóvenes. Peter agarró a la chica en un movimiento inhumano y los ocultó a ambos debajo de la mesa.

Pero ni siquiera el instinto arácnido de Peter Parker; alias SpiderMam, podría predecir que un aura naranja los cubriría protegiéndoles.

Y mucho menos, que aquella extraña fuerza emanara del pecho de la joven.

(1) Barton;  Peter Parker, The Avengers.Where stories live. Discover now