24. Roy el escritor

84 9 0
                                    

3 años más tarde, 6 de abril de 2016

Roy

Ni siquiera el griterío de la cola podría hacer que mis sordos oídos oyeran de nuevo. Me había desvinculado de la realidad, de una realidad en la que ella jamás ha existido, en la que la imagen de su rostro aparece en fotografías pero no en mi pecho.

Lo había hecho todo por ella y mucho más. Con la determinación de su pérdida me había recuperado de mi enfermedad. Había intentado comer chocolate, pero solo me recordaba a sus dulces besos y me veía incapaz. Vivía, vivía cada día como ella me había pedido, pero no como me gustaría. Vivía una vida en la que la desesperación había tomado las riendas, una en la que no había nadie capaz de hacerme sonreír como antaño. Quizás ese era mi problema, que me había apegado tanto a un diente de león que no podía seguir viviendo cuando el viento robó sus pétalos, y ahora solo sobrevivía. Vivir y sobrevivir, quién los confunde. Sobrevivir deriva en estar vivos, y vivir deriva en ser humanos. Humanos con alma, una que sabía que acababa de perder el rumbo.

Mi corazón está confuso. Parte de mí sabe que la ama, y otra no puede más que odiarla. La amo por el pasado, la extraño en el presente y la olvidaré en un futuro, y la odio por dejarme hacerlo. Sé que la olvidaré con otras chicas, y sé que todo va y viene, pero ahora no puedo. Me pidió que le dedicara a una chica un poema y se los dedico todos a un cadáver, y así es como escribí mi libro. El auditorio está a rebosar de adolescentes que desean que les firme mi libro "La Batalla del Silencio", en el cual narro desde mi perspectiva su trágica historia. Con cada libro que firmo se despiertan en mí recuerdos de antaño, pero aguanto las lágrimas detrás de mi sonrisa. Aguantar las lágrimas y escribir un libro, dos de las cosas que me pidió cumplidas. Las acabaré cumpliendo todas a lo largo de los años menos una. Enamórate, como si fuera tan fácil. Como si fuera tan sencillo olvidar a la persona que te amó frente a las circunstancias. Es como pedirle al sol que olvide al cielo que le ha dado resguardo, o como pedirle al papel que olvide las manchas que le ha dejado la tinta negra. Mis palabras estaban escritas por su causa y su conciencia, y dejarla ir sería como rebanarme los dedos.

La necesidad de estar a su lado y de recuperar la voz, todas las visitas al cementerio que recordaban a las suyas al hospital. Enamorarme de otra chica, cómo se atrevía a insinuarlo. La odiaba porque si realmente era tan importante para ella debería haberse quedado a mi lado. La odiaba porque no confió en mí lo suficientemente como para desahogarse, y porque no lo hacía porque no me creía capaz.

Egoísta, egoísta maldita que me abandonó y también alma paciente que sanó mis heridas. Como las dos caras de una moneda, era mi elección por cual apostar. Quiero recordarla como lo mejor que me ha pasado, no como la causa de mi sufrimiento. Ella hubiera querido que siguiera adelante y que me recompusiera, no que acudiera todas las tardes a llorar a su tumba. Paso a paso y con cuidado me olvidaré de ella para retomar las riendas de una vida que me pertence. Hay gente que viene como bendiciones y otra como lecciones, y ella había sido una bendita lección de muchas maneras diferentes. Me enseñó a quererme, a respetarme, me enseñó que hasta las mejores personas estás tremendamentre rotas y que hay que enorgullecerse de las grietas. Me enseñó la fuerza de mis palabras y el talento de mis poemas, y me motivó a seguir adelante. Me enseñó a dar un buen beso y a amar sin complejos, y sin saberlo fue sacando la mejor versión de mí mismo.

Me enseñó y me familiarizó con el sentido de la vida, la muerte. La muerte es perderlo todo para darte cuenta de que nunca necesitaste nada. La muerte es dejar atrás las ataduras de tu cuerpo para disfrutar de la libertad de tu alma. La muerte es lo que sigue a la vida, y es al estado que llegas cuando esta no tiene más que enseñarte. Quizás de haber estado vivos no la hubiera podido conservar y ahora la tenía para siempre. Es una pena que para ella la muerte hubiera llegado antes de que viera la luz al final del camino, pero quizás todo estaba predestinado. No soy religioso, pero creo que las almas no se pierden. Seguirá viva en mi recuerdo, y aunque me olvide de su rostro o del olor de sus muñecas jamás olvidaré las lecciones que me ha dado. La he convertido en una historia, y aunque su recuerdo muera su historia es ahora inmortal. No creo ni en ángeles ni milagros, pero sí sé que ella está conmigo. No necesito besar un cuerpo cuando puedo adorar un alma que de un modo u otro sigue viva. Será por sus lecciones, su historia o mi propia novela, pero aunque olvide su rostro jamás olvidaré su esencia.

Y quizás algún día complete su carta.

La Batalla del SilencioWhere stories live. Discover now