Capítulo Diez

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A mitad de mañana, sobre las once, llegué a casa. Habían suspendido todas las clases de ese día posponiendo así los exámenes para el día siguiente.
La gente estaba muy afectada, unos andaban tristes por la muerte de Carla y otros muchos estaban asombrados por la presencia de la policía. De cualquier modo, no había quien se concentrara en acertar las respuestas de un exámen con aquella situación.

Yo había estado llorando la pérdida de mi mejor amiga durante todo el camino de vuelta. Además, la intranquilidad que me provocaba ser una sospechosa de su muerte me provocaba espasmos musculares muy fuertes. Me creaba ansiedad.

Ahora tocaba explicarle todo aquello a mis padres.
Mi padre trabajaba hasta las tres de la tarde, por lo tanto no se encontraría en casa al llegar yo. Era químico, trabaja elaborando mezclas de agentes extraños para una industria farmacéutica. Solía llegar y seguir inmerso en sus "experimentos" después de comer. Se encerraba un par de horas, a veces toda la tarde, en el cuartito que había habilitado como "laboratorio".

Así que me preocupaba más mi madre. Ella no trabajaba, así lo decidieron al nacer Nora hace ya quince años. Mi madre era una gran maestra infantil. Sé que añora estar rodeada de niños. Echa de menos esa satisfacción de notar como van aprendiendo y madurando gracias a sus enseñanzas y su enorme paciencia.

Abrí la puerta, no se oía nada. Eché un vistazo en la cocina y estaba desierta. Sólo ví un papel en la encimera que enumeraba la lista de la compra.
Una a una ojeé todas las habitaciones de la casa.

-¿Mamá?- probé a decir, pero, como era de esperar, nadie contestó.

«Ha debido ir al supermercado»

Me metí en mi habitación y saqué los apuntes. No podía estudiar. Las imágenes de la fiesta acudían a mi cabeza sin parar. Para colmo también pensaba en el inspector Suarez, en Jordi, Johan y todo ese tumulto de alumnos y profesores provocando aquel murmullo abrumador en el patio.

Saqué el Anuario de la Universidad para ver la foto de Carla. La encontré. Allí estaba. Sonriendo a aquella cámara que le hizo el retrato. Ajena a todo, a su propia muerte, tan temprana, con tanto por vivir. Caían mis lágrimas encima de su cara de papel.

-Tati... ¿Estás llorando?-

Mi madre había llegado y no me había dado ni cuenta. No tenía un discurso preparado, así que salió todo de forma natural.

Maaamaaaaaa!- me tiré a sus brazos derrumbada.

Después de más de una hora de sinceridad, llantos y enfados terminé de contarle

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Después de más de una hora de sinceridad, llantos y enfados terminé de contarle.

Mi madre había permanecido atenta a cada palabra y gesto que hubiera podido expresar. Era toda comprensión, le dolía el alma, se notaba, pero no me perturbó con broncas o palabras que, en ese momento, no hubiera estado bien comentar.

Al contrario, se levantó y me preparó un café.

-Gracias mami- dije sosteniendo la taza humeante -de verdad que lo siento-

Ella sonrió y subió sus hombros mucho. Me acarició el pelo.

-No hay nada que sentir Tatiana. Te agradezco que hayas confiado en mí- se levantó -Ven-

Cogió mi mano suavemente e hizo mención de fuerza para ayudarme a abandonar la silla.

Me reí y me dejé llevar hasta el sofá. Nos sentamos muy cerca, nuestras rodillas chocaban.

Llevaba aún el Anuario abierto por la página de Carla. Comencé a acariciar su foto.

-¿La echas de menos verdad?- pregunto mi madre.

-Claro mami. Aún no puedo creerme que le haya pasado esto- volvía a tener los ojos llenos de lágrimas.

-A ver- cogió el Anuario -preséntame a tus amigos-

Comprendí que quería tener mi mente en otra cosa, si le hablaba de otra gente olvidaría, por algunos momentos, la muerte de mi amiga.

-¿Quien es ésta? -curioseaba mi madre.

-Esa es Andrea, va a mi clase. Es la mejor amiga de Jenny, que es esa de ahí - señalé una foto - Una vez, se depiló tanto el bigote que apareció en clase con el labio hinchado y toda la zona rojísima. Parecía que se había morreado con un erizo-

-Jajaja, no me digas- mi madre se reía a carcajada, me lo contagiaba y estaba orgullosa -¿Y ese? ¿Quién es?-

La miré muy asombrada.

-¿Ése?-

-Sí hija. ¿Quién es ése? ¿Pasa algo?- se ponía nerviosa.

-Mamá... Es Jordi, pensé que le conocías...-

Mi madre se puso las manos en la boca. Empezaba a tener miedo.

-Hija... ¡Este chico no es el que ha venido esta noche!-

 ¡Este chico no es el que ha venido esta noche!-

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