El Asesino no podia creerlo, el remolino de agua lo envolvia. El cosquilleo que sentia al entrar en aquel lago ahora tenia sentido. Los muertos ya estaban muertos y el ya no podia hacer nada pero frente a el se encontraba aquel chico que le recordo a si mismo. El Asesino se rio, se rio de si mismo, del Chico, del Rey y de los otros.
* * *
El hombre de túnica negra siempre pensaba en las personas que había asesinado, desde temprana edad siempre tuvo el retorcido placer de sentir "eso" mientras les segaba su último aliento. Aunque sus recientes trabajos no le agradaban mucho y no le transmitían tal sensación de sus víctimas estos le eran por mucho los más redituables. Podría trabajar con otros contratantes más afines a él pero sabía que tarde o temprano su necesidad lo dominaría y ya no podría concentrarse en cumplir órdenes. Mejor sacrificar un poco de cordura temprana para asegurarse una locura igualmente temprana pero despreocupada.
Al encontrarse ante su jefe, el Asesino no se sorprendió de encontrarlo rodeado de hombres que lo manoseaban. Su jefe era conocido en todo el Reino de Missarion por tener un apetito sexual muy amplio y para el Asesino que tenía reuniones asiduas, esto ya le era habitual y tampoco era el primer Rey que se dedicaba a esta misma actividad.
Las reuniones se hacían en el Bajopalacio, lugar de confort para toda la gente que pudiera pagar por la protección del Rey y los asuntos privados del mismo.
-¿Crees que podrás completar este trabajo?, ¿no te genera remordimiento? -preguntó el rey mientras un hombre musculoso le colocaba un fruto en su boca.
-¿Usted cree que mi hoja temblara por ser un niño? -contestó sin muchas vueltas el asesino
-Disculpe mi descortesía, su fama le precede. Se dice que el Desollador no hace miramientos de religión, edad, sexo o posición. Cambiare mi pregunta, ¿no le genera algo al asesinarlos?
-Si -contesto el desollador- me genera una variante de sensaciones... los cuales -dijo al mismo tiempo que veía que el Rey le preguntaba por tales- me los reservo para mi.
-¿Y no tiene miedo a las maldiciones o que vuelvan por usted en forma de apariciones o espectros?
-Si, pero uno aprende a lidiar con esos asuntos también -contestó el Desollador sin mucha vuelta- ¿El precio de siempre?
-Asi es -contestó el Rey mientras miraba a los hombres que lo rodeaban- el de siempre.
