Lección ocho: Las perras tienen mal genio

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Me quedé totalmente paralizada, tratando de entender qué mierda estaba pasando. Me moví entre sus brazos e intenté calmar mi respiración y al mismo tiempo disfrutar del calor que me daba su cuerpo, aunque esa sensación duró solo un par de segundos, porque pronto me apartó con una risita socarrona.

—Lo siento —me susurró y di un paso atrás, desconcertada. Nuestras miradas (adivinen qué viene aquí, ah) se encontraron en la oscuridad y mi cabeza echó andar su imaginación.

—¡Ja, cliché de nuestras novelas! —dije sin querer en voz alta. —¿Qué te pasa?
—¿No te pasa a veces que escuchas una voz interna? Es como tú, pero no eres tú. —De verdad no sabía cómo explicarlo sin sonar loca o por lo menos tan loca. Al final era Savannah, la que le había tocado la entrepierna de la forma más ridícula posible.

—Sí, es tu conciencia, la que te dicta si algo está bien o está mal —respondió convencido.

—Bueno, es que ella narra todo lo que pienso, y cuando te miré a los ojos salió algo de libro, un lugar común. —Copeland alzó una ceja como queriendo decir que de verdad estoy muy loca y en el fondo eso lo sé, pero es duro que alguien tan guapo como él lo piense. Además, mi nivel de no-normalidad de cabeza siempre ha quedado en la intimidad; es decir, entre padres y hermana-rulienta-desgraciada, y Copeland no debería entrar en este círculo, por mucho que haya visto más de mí que cualquier otro hombre (y esto es literal, porque me vio en sostenes y luego rebotando como canguro esquizofrénico sobre mi cama).

—¿«Nuestras miradas se encontraron»? —preguntó y un ataque de locura/emoción/locura bajó por mi cuerpo. Solté algo así como un rebuzno. 

—¡Sí! —le dije moviendo mis manos—. ¡Sí! —Copeland volvió a darme una de esas sonrisas divertidas y de pronto me sentí muy cómoda con él. Cosa rara, porque hacía unas doce horas lo estaba odiando y para qué decir el día anterior. Cuando dejamos de reírnos sentí que el aire se desinfló y no supe qué agregar. Necesitaba decirle algo, así que simplemente lo lancé—: ¿De qué querías hablar conmigo? —Su actitud cambió y empezó a rascarse la nuca. 

—Sobre lo que pasó en la pizzería —murmuró, un poco incómodo. Yo también me puse incómoda. En realidad, no quería explicar nada. Ellas dijeron algo y yo reaccioné—. No creo que lo que ellas dijeron esté bien, para nada, pero tampoco tu reacción lo estuvo. —Me puse rígida como un fierrito y me salió lo guerrera. No soy buena escuchando a la gente cuando me dice que he hecho algo mal. No me gusta admitirlo, porque dentro de mí yo siempre siento que he actuado de forma correcta; responde a mi personalidad y simplemente eso, eso bien interno, es lo único que me queda. Mis reacciones explosivas cuando defiendo algo son lo más verdadero que tengo—. Shhh —me hizo callar el idiota cuando intenté responderle algo—. Déjame terminar. Te planteas como una persona mala y no eres eso, eres lo más estúpida que hay. —¿Qué dijo? Me costó procesar sus palabrotas—. No lo entiendo, hoy vi tu lado más humano en la mañana, cuando llegaste al colegio descalza y luego cuando defendiste a América, pero otras veces eres tan... perra.

—Tú lo has dicho —contesté cortante—. Soy la perra.
—No, no lo eres. Y no sé por qué lo aparentas.
—No me interesa tu psicoanálisis, Copeland, no te lo pedí. Y, ¿sabes? Soy así: impulsiva, perra con la gente que no me agrada, complicada, mala persona; no me interesa si te puedo dañar en el proceso de obtener algo, no me importa si tengo que pisar a alguien para ser la primera, no sabes nada de mí y lo que has visto hoy... Sí, soy yo, esa es mi personalidad, pero solo una parte, la otra se la reservo a mi familia y no dejo entrar a nadie ahí. A nadie —le contesté sin alterar mi voz. No la sentía rota, tampoco chillona ni llena de ira, y eso me impresionaba; era la primera vez que lo decía a viva voz y no me ahogaba en lágrimas. Los ojos de Copeland estaban fijos en mí. Su postura cambió, se puso en una actitud parecida a la que adoptó cuando invadió mi lugar, mi casita.

[EN LIBRERIAS] Yo soy la perra (YoSoy#1)Where stories live. Discover now