Capítulo 7.

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REESE.

¡No me lo puedo creer! ¡Esto no me puede estar pasando a mí! Oigo las voces de la gente reírse a mi alrededor y no puedo evitar sentirme humillada, y por si fuera poco, me están sacando fotos que a saber dónde van a acabar colgadas. Quizás permanezcan por las redes sociales y colgadas por el instituto por meses. Mi mirada se encuentra casualmente con la de Eros que me mira preocupado, no sabe qué hacer. Dios mío, que vergüenza, ¡lo ha visto todo! No puedo evitar sentir un ardor subiendo por mi garganta y siento ganas de llorar. Tan solo quiero ir al cuarto de baño a quitarme de encima esta porquería.

Ignoro el dolor que me causa el tobillo izquierdo y salgo corriendo por el pasillo. Abro la puerta del baño de chicas lo más rápido posible y me aseguro de que no haya nadie dentro. Por fin puedo respirar tranquila y desahogarme.

Suelto un sollozo que no podía retener por más tiempo, y cuando miro mi imagen en el espejo, no puedo evitar sentir el odio y la importancia crecer dentro de mi. ¿Qué narices he hecho yo para que me pase esto? Está claro que la persona que me está haciendo esto no tiene ni un poco de piedad.

Voy a coger papel cuando la puerta del baño se abre de golpe y entra un Eros con la respiración agitada.

-Sabía que estarías aquí. -dice aproximándose a mi. Veo como me observa extrañado y me entran más ganas aún de llorar. Bajo la mirada al suelo.

-No te rías, por favor.

-¿Qué? ¿Lo dices enserio, Reese? Nunca haría algo como eso. -murmura algo ofendido y con un aire serio. Coge mi cara con ambas manos y la levanta, obligándome a que le mire. Siento las lágrimas acumularse en mis ojos, pero lucho para que no caigan.

Tengo un nudo en el pecho. Odio hacer el ridículo. Es una de las cosas que más odio con toda mi alma. De ahí viene mi pánico escénico y lo poco que me gusta ser una de las chicas más populares del instituto. Así que, esto es una de las peores cosas que podían pasarme.

Me suelto de su agarre y vuelvo a agachar la mirada.

-No puedes estar aquí.

Mi padre ha tenido que mover muchos hilos para poder meter a Eros en el instituto ya que no está permitido el acceso a gente que no este matriculada en el centro. Así que como alguien lo pille aquí, en el baño de las chicas, aprovecharán para intentar tirarlo.

-Me la suda. No voy a dejarte sola.

Mi corazón se encoge y siento que no voy a poder retener las lágrimas por mucho más tiempo. Me enjuago la cara y apenas cierro los ojos me parece oír de nuevo las carcajadas de los alumnos que presenciaron la escena. Una lágrima se derrama por mi mejilla y rezo para que se confunda con las gotas de agua.

-Eh, vamos Reese. Mírame. -dice levantando mi mentón otra vez con el dedo.- Todo va bien, encontraremos a quien sea que te haya hecho esto. -me consuela.

Me resulta extraño ver lo bien que se está portando conmigo y que aún no haya hecho ningún comentario de los suyos. Parece un chico totalmente diferente al Eros que conocía hasta ahora, increíblemente atento, amable y preocupado por mi. Tanto, que no puedo evitar derramar por fin las lagrimas. Y me desato.

-¡No Eros! ¡Nada va bien! ¡Mírame! ¡Estoy hecha un desastre y todo el mundo se va a reír de mí hasta que termine el curso! -comienzo a gritar. Y me sorprendo al sentir sus brazos rodeándome y una de sus manos cogiendo mi cabeza para estrecharme contra su pecho. ¿Que? ¿Me está dando un abrazo? Quiero reaccionar pero mi boca sigue hablando sola.- Voy a ser el hazme reír de la gente y...

Mala influencia®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora