Antonela Cafiero

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-Ven aquí hija-Máximo levanto un brazo a su hija, pero ella negó con la cabeza enérgicamente, la coleta que sujetaba la castaña cabellera de la niña termino de desarmarse dejando una melena de rizos castaños caer sobre sus hombros.

Entre el pelo desordenado, sin zapatos, los labios rojos y los ojos hinchados de tanto llorar. No podía verse más adorable. Cafiero agotado se deslizo hasta su hija apretando el frágil cuerpo contra el suyo.

Beso el tope de su cabeza, enredando los dedos entre los rizos castaños, la niña se acoplo de inmediato a los brazos de su padre, disfrutando del cálido contacto con su piel fría.

-Te amo tanto mi pequeña Antonela – Leticia se dejó querer un poco más. Los gesto de un pequeño gatito ronroneando contra su padre – Ya es muy tarde hija... vamos a la cama.

- No quiero ir - Cafiero arrugo el ceño y apretó a su niña contra el

-¿De verdad me estas empujando otra vez?

-No es eso papi, es que no quiero ir a la parte en la que tú me pones en tus rodillas, duele mucho.

-Eso no pareció detenerte a la hora de desobedecer – Leticia paro de acurrucarse y miro a su padre a los ojos – Vamos mi pequeña Antonela, es hora de hacer lo que debí hacer hace unas semanas.

-¿Para que hacer hoy lo que puedes dejar para mañana?- Cafiero rio de buena gana

-Buen intento mi pequeña, pero no funcionara.

Máximo entro en el papel de padre estricto y sobreprotector y Leticia en el de la hija más adorable del mundo, eso no funcionaba así. Ella venia ebria, drogada y él era el que sentía culpable por patearle el culo a su rebelde adolescente.

El penhause podía considerarse una oda a la arquitectura moderna, en el, la elegancia de espacios blancos, cubiertos en cuadros expresionistas, fotografías en blanco y negro de la familia. Una serie de adornos muy bien posicionados, daban la entrada a los visitantes al hogar.
La cocina abierta, daba al comedor y el living, todo con vista a Roma, cinco habitaciones, seis baños, un estudio, biblioteca y un despacho pequeño donde Leticia podía estudiar.

Las primeras dos habitaciones eran las de Máximo y la de Leticia, la siguiente en donde Román dormía cuando se quedaba hasta muy tarde cerrando algún negocio o cuidaba a Leticia mientras Máximo hacia alguna... "cosa".... Después venía la de invitados, principalmente ocupadas por el padre de Máximo cuando visitaba Roma o algún familiar cercano. Excepto su abuela, Su Nona dormía en la habitación de Máximo cuando venía y él en el catre junto a ella.

Máximo guío a su hija hasta su propia habitación, la dejo sentada sobre la cama. La pequeña de sus ojos estaba al borde del colapso emocional y él la guiaría hasta que saltara. Debía enseñarle mucho en muy poco y no se tardaría más.

Abrió la puerta del baño, llevando a su hija con él, la dejo sentada en taburete en medio del enorme baño azul oscuro. Abrió las llaves de la ducha y la dejo sin el vestido lista para bañarse, pero la niña se caía sola.

Plan B, se desvistió él mismo, quedando solo con los boxers Armani, cogió a su niña por los hombros y se metió con ella al agua, la baño imaginando como debió ser bañarla cuando recién nació, cuando aprendió a sentarse sola en la tina, lavar sus cabellos, verla crecer.

- ¿Cuando te hiciste ese tatuaje?- Cafiero señalaba la pequeña Hada en el hombro derecho de su hija

- ¿Cual?

-Este- Presionando el dibujo alado

-Cuando tenía 15, fue mi regalo de cumpleaños – Comento la niña jugando con una esponja llena de espuma, encantada con el aroma a su padre, que rodeaba todo el lugar. Vendría a robar ese jabón cuando pudiera.

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⏰ Last updated: Jul 10, 2018 ⏰

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Tinta RojaWhere stories live. Discover now