VII

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El coche arrancó a la segunda con un leve ruido de motor. No era una belleza, ni el más rápido ni el más seguro pero era lo que había.

El hecho de que Janel y Sungyeol tuviesen más vehículos que aquel furgón me inquietaba. Era complicado encontrar algo que funcionase pero más difícil era encontrar un carro con llaves. Eso significaba que lo habían robado. Quise pensar que a mala gente pero ya no estaba segura de qué bando eran esos dos.

Por el espejo retrovisor comencé a ver a un par de infectados que corrían detrás. Apreté el acelerador como pude pero no demasiado, sorteando los demás transportes que se extendían abandonados por la carretera.

Recordé aquella zona de la ciudad donde todo parecía impoluto mientras atropellaba a mi paso aquellas carnes putrefactas que caminaban sin rumbo fijo, buscando algo que meter entre sus fauces para saborear lo que era estar vivo. Quien no estaba muerto a estas alturas, era un puto zombie o se había vuelto loco.

Aguantando un suspiro, embestí a un pequeño grupo de aquellos demonios mientras pensaba en lo que debía decir en el dorm y en si deberíamos marcharnos con Sunggyu también. No podía dejar a Sunggyu atrás. Simplemente no podía. En cierto modo sentía la necesidad de protegerle como una madre protege a sus crías. Sabía que era fuerte, pero se había vuelto tan vulnerable.

Arrugué la nariz tan pronto sentí un olor que disipó mis pensamientos. Detuve el vehículo a medida que aquello sé hacía más intenso. Algo similar a mi sexto sentido seguía sin fiarse de Sungyeol y Janel, me decía que esto tenía que ver con ello, por lo que sin mucha dilación, abandoné el coche aún con las llaves puestas para rodearlo, pasando la mano por su plateada carrocería.

Paré mis pies delante del maletero. La peste salía de ese lugar. Llevé una mano a una de mis armas, la pistola que descansaba al lado derecho de mi cadera, y apunté con ella a la parte trasera del carro mientras me dispuse a abrir el compartimento.

– ¡Mi puta madre!

Me lleve la mano a la boca y la nariz al mismo tiempo que me apartaba, aguantando una arcada. Encogido en forma fetal, se encontraba un hombre a medio comer, desnudo, abierto en canal y con las tripas fuera. Los gusanos y las moscas se cebaban de su piel, de sus carnes sin vida. No estaba infectado. No había signos de que estuviese infectado.

Los ojos se me llenaron de lágrimas de la pestilencia que desprendía. Me atreví a acercarme y, tras agarrar el cuchillo que colgaba de mi cinturón, aparté el saco que cubría su cabeza con este.

Sentí algo atravesar mi pecho. Sujeté el arma con firmeza para que no se cayese de mis manos y sentí la urgencia de comprobar que el dolor había sido algo más allá de físico. Una angustia.

– Rufino... –Susurré con un hilo de voz sin poder apartar la mirada de la carne putrefacta en la que uno de los nuestros se había convertido.

Lomboy, el chico que siempre acompañaba a Sungjong. Rufino, aquel que un día desapareció sin dejar rastro. Sin despedirse, sin decir adónde iba. Ahora se encontraba maniatado, amordazado, con una pierna amputada de mala manera, infectada por bacterias y repleta de insectos.

– Mierda... – Murmuré al darme cuenta de que había dejado solos a Sunggyu y a Myungsoo con Michie.– Mierda, Renee, ¡mierda!

4-. 49 days. (Myungsoo y Renee).Место, где живут истории. Откройте их для себя