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Marzo 17, 2017
20:56 Pm

K Y L A N

Me empuja a la sala. Estoy tan enojado que podría golpearlo. Lleva más años que yo, porta un arma en su mano, pero qué más da, no puede matarme, y más allá de unos golpes no pasara para tanto. Estoy furioso con él, por sacarme de la sala de entrenamientos en medio de mi batalla con el fusil francotirador, y con la misma maldita arma por hacerse la difícil y apuntar siempre más lejos de donde planeo.

Será puta.

¿Es hora de armar grupos? Yo no quiero uno. No voy a conseguir más que cargas e idiotas que van a abandonarme cuando se les presente el primer problema. Dije que quería ser interno, ocuparme de la vigilancia de algún sitio o alguna mierda así, pero no esto. Definitivamente no esto.

Cuando miro a mi alrededor, no veo más que niñatos que intentan intimidarte con cara de malos, y siguen pareciendo bebes. Algunos más creídos que otros, pero todos igual de críos que yo. Están en silencio, y entonces no hacen más que caerme peor. Soy el único que está dando gritos.

—¡Que me sueltes, idiota! ¡Se caminar solo!— el tío me mira y esta vez al empujarme, libera mi camiseta.

Me paro junto a los demás y me cruzo de brazos. Si ya estoy aquí, al menos espero que no se demoren tanto. Tengo miles de ensayos que hacer.

Entran otros tíos más, todos igual de serenos que los que ya estaban aquí. Se paran junto a la gente que conocen, al igual que el idiota de Škoda, que libera una gran sonrisa cuando me ve. Camina casi a saltitos hasta mí y se instala a mi lado. Parece que en cualquier momento abrirá la boca, y me estoy preparando para estamparle el codo en la nariz. Lo único que le falta a mi día, son sus palabras.

Se arma un alboroto cuando traen a alguien más a empujones. El crío está gritando algo sobre que no necesita a nadie con él, y opone resistencia a que lo metan en la sala.

—¡Que no!— uno de los hombres lucha por tirarlo dentro, pero él tiene más fuerza y no logra moverlo mucho. —¡He dicho que no quiero un maldito grupo!

Es necesario que otro hombre lo empuje desde fuera para lograr moverlo del marco de la puerta. Entre los dos lo toman de los brazos y lo empujan dentro. El chico vuelve a intentar salir, pero esta vez son dos hombres con armas que vienen delante de un tercero, quienes le apuntan y lo obligan a caminar hasta nosotros.

El crío deja de forcejear y los hombres lo sueltan. No me extraña que les costara tanto moverlo; para ser un chico de no más de dieciséis años, tiene muchos más músculos que cualquiera aquí; parece incluso mayor, pero si lo fuera, no tendría más de dos años que yo. Los mira con odio por algunos momentos y luego se decide a retroceder y situarse junto a los demás.

Los hombres solo bajan las armas cuando el crío por fin llega a su lugar. Ferrari se sitúa entre los dos hombres y nos mira, uno por uno, como si no nos conociéramos y no hubiera supervisado nuestros entrenamientos miles de veces.

—Bien— comienza. —Vamos a acabar con esta mierda de una vez. Estos grupos son con los que trabajarán toda su vida, así que más vale que se lleven bien. No quiero coñazos de cambio, no los hay, y el que se atreva a preguntar, esta jodido.

Maldita mierda.

Ósea que si me toca algún cretino como el que golpee el otro día, me jodo. A todos les importa un rábano.

Perfecto Mentiroso | Titanes II |Where stories live. Discover now