Un Slytherin valiente

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«Los Slytherin son astutos, leales y ambiciosos; eso cree todo el mundo, pero el amor verdadero no puede ser destruido por nada, ni siquiera por el pasar del tiempo o la astucia, la lealtad en algunas ocasiones sobrepasa a la seguridad, y uno puede llegar a ser tan ambicioso como para amar por siempre.

Siendo estas características dignas de un Slytherin, el desenlace no siempre es bueno, depende de lo que elegimos ser desde un principio.»



Era una casa abandonada en las cercanías del pueblo mágico de Hogsmeade, hecha de madera que crujía al mecerse peligrosamente con el viento como si en cualquier momento se fuera a desmoronar; tenía orificios que daban paso a la luz del exterior, como pequeños haces de luz blanquecinos que cruzaban las habitaciones iluminando débilmente las superficies empolvadas. Le llamaban la Casa de los Gritos, una de las construcciones supuestamente más embrujadas de Gran Bretaña, pues en el pasado se escucharon gritos provenientes de allí, así que nadie quería acercarse a ese lugar.

En ese mismo instante dos personas se encontraban en el cobertizo de esa casa; parecían estar discutiendo, ajenos a los misteriosos rumores que rondaban sobre ese lugar. Uno de ellos era pálido y delgado, con ojeras marcadas, de ojos negros al igual que su cabello grasiento enmarcando la cara, y estaba vestido con una túnica negra y larga; se parecía mucho a un murciélago. Miraba algo temeroso a la otra persona, quien hablaba con voz fría mientras miraba en dirección contraria a la de él; este era un hombre alto y calvo, de piel blanca, vestido con una túnica negra y que deslizaba juguetonamente su varita en una mano de dedos huesudos; además, lo rodeaba una gran serpiente que parecía ansiosa y estaba asegurada dentro de una esfera encantada.

Había una mesa y algunos muebles deteriorados, todo tenuemente iluminado.

—... Mi señor, la resistencia se está desmoronando... —informó cuidadosamente.

Severus Snape casi temía lo que podía pasar en aquella reunión mientras en el castillo de Hogwarts se desataba una guerra que cobraba la vida de muchos magos y brujas que luchaban por la comunidad mágica.

—Y lo está haciendo sin tu ayuda —dijo Lord Voldemort, el mago más oscuro, con voz altiva y clara—. Aunque tú seas un hábil mago, Severus, no creo que supongas mucha diferencia ahora. Casi estamos... casi.

Snape, haciendo gala de su inteligencia, sopesaba cada palabra del despiadado mago. Si alguna vez hubiese sido soñador, habría desechado la idea que en ese momento se le vino a la mente. No necesitaba escuchar más, él era realista y sabía lo que iba a suceder. Si tan solo pudiera escapar o, incluso, convencerlo... No, el Señor de las Tinieblas no lo pensaba dos veces antes de lanzar un maleficio asesino. Ya había oído entre líneas: prácticamente Snape ya no era útil. Por lo menos un Avada Kedavra era rápido, y podría reunirse en algún lugar con la persona que más amaba, si es que era posible "más allá".

No recordaba qué había pasado por su mente cuando decidió ser mortífago; con el tiempo se transformó en uno de los más allegados al Señor Tenebroso, pero esa confianza también significaba que había puesto su vida en manos de aquel ser y que se había condenado a prestar sus servicios hasta la muerte.

Al descubrir, finalmente, su desafortunado desenlace, sintió que sus manos comenzaban a tiritar, no del frío, sino a causa de lo que venía.

"Allá voy, Dumbledore", pensó mientras el mago tenebroso se sentaba alrededor de una mesa para mirarlo con sus ojos rojos.

Era alguien escalofriante, fuera de lo normal; con los orificios de la nariz como rendijas, parecido a una serpiente, y sobre todo, esa mirada con un brillo asesino.

One-shots | Harry PotterWhere stories live. Discover now