Capítulo 1

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¿Qué se puede decir de un chico de 25 años que...?

Que era lindo. Y brillante. Que le gustaba Mozart y Bach. Y los Beatles. Y yo. Una vez, cuando me mezcló adrede con esos tipos musiqueros, le pregunte en qué orden me colocaba y él contestó sonriendo: "Alfabético". Yo también sonreí entonces. Pero ahora que lo pienso bien, desearía saber si me ponía en la lista por mi nombre de pila­. De cualquier modo no me tocaba el primer puesto, lo que por alguna estúpida razón me jodía hasta sacarme de quicio, habiendo crecido con la idea de que siempre tenía que ser el número uno en todo. Herencia familiar ¿saben?

Al final del curso, tome la costumbre de estudiar en la biblioteca de Radcliffe. No justamente para mirar a las chicas, aunque reconozco que la cosa me gustaba. El lugar era tranquilo, nadie me conocía y la reserva de libros tenía menos demanda. El día anterior a uno de mis exámenes de Historia, yo todavía no había podido leer ni siquiera el primer libro de la lista, una enfermedad endémica de Harvard. Camine hacia el pupitre de las bibliotecarias para pedir uno de los tomos que me sacaría de apuros al día siguiente. Había una chica y un chico trabajando ahí. La chica era alta, tipo tenista del montón. Y el chico anteojudo, de un cabello bastante alborotado. Opté por él cuatro ojos

– ¿No tienes La decadencia de la Edad Media?

El me miro de arriba a abajo.

– ¿No tienes tu propia biblioteca? – preguntó.

–Oye, Harvard tiene permiso para usar la biblioteca de Radcliffe,

–No estoy hablando de legalidad, preppie 1

Estoy hablando de ética. Ustedes, muchachos, tienen cinco millones de libros. Nosotros una miseria.

1 Preppie: apodo que se da a los muchachos que han asistido a una. "Prep" School (Escuela Preparatoria para la Universidad).

¡Cristo, una del tipo superior! La clase que piensa que, puesto que la proporción entre Radcliffe y Harvard es de cinco a uno, todos ahí tenían que ser cinco veces más avivados. A esa gente normalmente no le doy mucha pelota, pero por desgracia necesitaba aquel libro de porquería con urgencia.

–Oye, necesito ese libro de porquería.

– ¿Podrías controlar tus guarangadas, Preppie?

– ¿Qué te hace estar tan seguro que fui a una escuela preparatoria?

–Pareces estúpido y rico –dijo el levantándose los anteojos.

–Te equivocas –protesté – Actualmente soy inteligente y pobre.

–Oh, no, preppie. Yo soy inteligente y pobre.

Me miraba fijamente. Sus ojos eran verdes, verde esmeralda.

Okay, probablemente yo tenga pinta de rico, pero no iba a permitir que ningún Cliffie, por más lindos ojos que tuviera me tratara de tonto.

– ¿Y qué carajo te hace tan pero tan inteligente? –Pregunté.

–El hecho de que no te aceptaría ningún café – Contestó.

–Oye: yo no te he invitado.

–Eso – replicó – es lo que te hace tan estúpido.

Déjenme explicar por qué le pedí al fin que me acompañara a tomar un café. Mediante una astuta capitulación en el momento crucial – p.ej.: fingiendo que de repente deseaba invitarlo – conseguí mi libro. Y como él no podía salir hasta que cerrara la biblioteca, tuve tiempo suficiente para asimilar algunas sentenciosas frases sobre la realeza, dependiente primero del clero y luego de los magistrados hacia el final del siglo XI. Saqué una A, la nota más alta en el examen, coincidentemente la misma nota que asigne a las piernas de Harry, cuando salió detrás del pupitre. Sin embargo, no puedo decir que su ropa mereciera una mención de honor. Era demasiado bohemio para mi gusto.

Fuimos al restaurante del Enano, una sandwichería cercana que, a pesar de su nombre, no estaba exclusivamente reservada para gente de escasa estatura. Pedí dos cafés y una tarta de chocolate con helado (para él)

–Soy Harry Styles – dijo él – de origen británico.

Como si yo no me hubiera dado cuenta.

–Y estudiante de música – agrego.

–Mi nombre es Louis – dije.

–¿Nombre o apellido?

–Nombre – contesté. Y luego confesé que me llamaba Louis Tomlinson a secas sin mencionar mis apellidos completos

–Oh, lindo nombre –dijo él.

–Gracias, el tuyo también lo es.

Después de eso, el permaneció silencioso. ¿Era posible que nos quedásemos tan pronto sin un tema para charlar? ¿Yo no le interesaba porque no tenía nada que ver conmigo? ¿Qué?

Él estaba sentado allí, simplemente, sonriéndome a medias. Para hacer algo empecé a hojear sus cuadernos. Tenía una letra rara chiquita y afilada, sin mayúsculas. ¿Pero qué se creía? ¿Qué era e. e. Cummings? Y parece que además se guía unos cursos dificilísimos: Lit. Comp. 105, Música 105, Música 201.

– ¿Música 201? ¿No es un curso para graduados?

Él asintió sin poder disimular muy bien su orgullo.

–Polifonía Renacentista.

– ¿Qué es polifonía?

–Nada sexual, preppie.

¿Por qué iba yo a seguir aguantando esto?

–Harry, si estas convencido de que no valgo un pito, ¿Por qué coaccionaste a invitarte con un café?

Me miro fijamente y sonrió.

–Me gusta tu cuerpo – dijo.

Una de las características del buen ganador es saber ser un buen perdedor. No se trata de una paradoja. Sentirse capaz de convertir cualquier derrota en una victoria es algo distintivo de Harvard.

"Realmente, muchachos, me alegra que salieran bien. Quiero decir que ustedes necesitaban ganar a toda costa".

Por supuesto, un triunfo en toda la línea es mejor. Digo, si uno tiene la opción, el gol de último minuto es preferible. Y mientras acompañaba a Harry, caminando, hasta el pabellón de los dormitorios, no perdía las esperanzas de un triunfo final sobre este mocoso insolente de Radcliffe.

–Escucha, mocoso insolente de Radcliffe, el viernes a la noche es el partido de soccer con Dartmouth.

– ¿Y qué?

–Que me gustaría que vengas.

Él me respondió con el usual respeto de Radcliffe hacia los deportes:

– ¿Y por qué mierda se supone que yo tengo que ir a un roñoso partido de soccer?

Contesté casualmente:

–Porque yo juego.

Hubo un breve silencio. Me parece que escuché la nieve cayendo.

– ¿Para qué lado? – pregunto el de cabello alborotado.



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Love Story- Larry StylinsonWhere stories live. Discover now