Capítulo 5: Tiene talento.

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Anneliese.

Llegué a mi casa realmente cansada. El nuevo colegio quedaba alejado de mi zona y a veces era necesario tomar el autobús para llegar, yo odiaba el transporte público. Aunque contaba con un carro, había decidido alternar su uso para evitar los gastos en gasolina, que eran bastante caros.

Dediqué mi tiempo en el colegio a hacer que los alumnos realizaran ensayos con temática libre, esperando que eso los motivara a esforzarse. Necesitaba revisar que tal estaba el nivel de redacción de los jóvenes de los grados superiores. Así que me recosté en mi sillón y empecé a leerlos detenidamente.

Leí aproximadamente 20 ensayos, que fueron suficientes para hacer que mis expectativas cayeran al suelo. No podía creer las atrocidades que estaba leyendo. Las faltas de ortografía eran similares a las de los niños de primaria.

—¡Esto no puede ser!—dije para mis adentros.

Los temas elegidos por los estudiantes eran mediocres, su redacción era penosa y su ortografía dejaba mucho que desear. Me deprimí al pensar en todo el trabajo que me esperaba para lograr que ellos mejoraran. No tenía sentido que adolescentes entre 15 y 17 años fueran tan malos a la hora de escribir un ensayo.

—Faltan aún muchos trabajos, seguramente hay algunos medianamente decentes—afirmé en voz alta, tratando de animarme.

Continué un poco decepcionada. Los escritos seguian sin mostrar mejoras. Avancé poco a poco y tomé en mis manos el siguiente trabajo que estaba firmado por: Lucía Cortés, del grado décimo.

Era un ensayo referente al arte, pero pese a la temática que fácilmente podría denotar un aire pacífico, no era para nada discreto. Esta jóven había tomado puntos de vista de varios autores y los había juzgado de una manera muy válida y sorprendente. Tenía un gran talento para expresarse, pues su vocabulario era extenso, pero también parecía una persona revolucionaria.

La mayoría no son conscientes de que un ensayo puede revelar muchas cosas sobre la personalidad. La manera de escribir puede cambiar en su totalidad la forma en la que se percibe lo escrito. Y Lucía parecía extremadamente inteligente. No me terminaba de agradar la manera tan abierta en la que abordaba los temas, pero la razón no era para nada digna de tomarse en cuenta: yo jamás me atrevería a hablar así, ni siquiera en un simple ensayo escolar, por lo que no me sentía identificada con su estilo. Pero me parecía interesante su punto de vista, su potencial era innegable.

Dejé su ensayo a un lado y seguí con mi trabajo. Terminé pronto de leer los restantes, pero no pude dejar de pensar en aquel, que una vez concluída la labor, me hizo afirmar concretamente que había sido el mejor. Tomé un lapicero color rojo, de los que usamos los maestros para poner notas negativas o corregir errores, pero le di un uso totalmente opuesto. Escribí al lado de la calificación una pequeña nota de felicitaciones...

Era bastante tarde ya y decidí ir a dormir, pensando en entregar los ensayos a los estudiantes en la próxima clase.

...

Al día siguiente, con los escritos calificados y con una actitud positiva para enfrentar aquel grupo desastroso, me dirijí al colegio. Estaba dispuesta a lograr una mejoría evidente con respecto a ellos y su terrible falta de conocimiento al momento de redactar.

Llegué al salón correspondiente a décimo y con ánimo exclamé:

—Buenos días.

Todos respondieron mi saludo, tal como el primer día.

—Ayer califiqué sus trabajos, por favor pasen al frente y recojan cada uno el suyo—dije a los chicos.

Poco a poco se fueron acercando y tomando sus respectivas hojas. Pasaron a sus puestos no sin antes observar la calificación que poseía su trabajo.

—Debo decir que estoy un poco decepcionada. Pensé que tendrían un nivel un poco más avanzado—dije.

Los chicos tomaron asiento e hicieron total silencio, escuchando mis palabras.

—Pero no se preocupen, juntos vamos a mejorar—exclamé para darles ánimo, no quería subestimarlos.

Algunos de ellos sonrieron y eso me hizo sentir bien. Recordé mi ansiedad por salir de la universidad y empezar a ejercer como profesora, realmente disfrutaba convivir con los jóvenes. Sentía que no eramos tan diferentes, aún recordaba con cariño mi adolescencia.

—Voy a proceder a tomar asistencia, ¿de acuerdo? Por favor levanten la mano cuando escuchen su nombre.

Empecé a leer los nombres de la lista, procurando relacionar los rostros. Llegué al nombre de aquella chica y recordé inmediatamente el ensayo.

—Lucía Cortés—exclamé.

Una mano se levantó.

—Presente—dijo una chica de largo cabello negro y ojos color esmeralda.

Sonreí y ella sonrió de vuelta...

Love Time ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora