El lugar donde puedes tocar a las estrellas.

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El lugar donde puedes tocar a las estrellas.

La chica de piel pálida como las nubes en las que estaba recostada tenía una expresión de sorpresa absoluta por la maravillosa vista del mundo que presenciaba en ese momento.

Era increíble, inexplicable con palabras humanas. ¿Conocía otras no humanas? No, pero se imaginaba que debían de existir a sabiendas de donde se encontraba.

Estiró la mano sin saber para qué, pero encontrándose con una superficie dura al tacto, transparente sin lugar a dudas, pero lisa e irreal. Su tacto era frío, inigualable al que sintió cuando estaba en su forma solida hace cien largos años y el invierno envolvía al lugar en el que vivió con una grata intensidad a la que se terminó acostumbrando.

Fueron sensaciones sorprendentes, cautivadoras y cálidas al mismo tiempo, las que sintió con mucho gusto al llegar a ese lugar extraño, un poco aterrador en el sentido que su belleza la abrumaba, dejándola sin aliento, a ello que su pecho traslúcido se hinchó de ilusiones y felicidad.

Además de recibir un alivio enorme, ya no había dolor, los malestares físicos desaparecieron, las preocupaciones que la habían atormentado por tanto tiempo desaparecieron, una sensación de libertad la consumió, se sintió plena y feliz hasta que terminó llorando de emoción.

A pesar que habían pasado cien años, recordaba el día de su llegada como si hubiera sido ayer: Al ser maravilloso que la había recibido, le había explicado que hacía ahí, cómo llegó ahí y felicitó por tener una alma pura e incorruptible. El encuentro que tuvo con un muchacho que decía conocerla desde que sus núcleos fueron creados, a pesar que ella no lo recordara, pues los únicos recuerdos en su memoria eran los de su vida en la tierra y él no estaba entre ellos.

Se emocionó al hallar en ese precioso lugar a personas que había perdido y extrañado con locura; se maravilló de la energía radiante que expulsaba ese espacio blanquecino con toques de oro y plata por todas partes, con un suelo blanco donde sus pies se distinguían y con una vista increíble a los más hermosos arcoíris; se sorprendió al encontrarse con árboles de hojas blancas y plateadas, espacios llenos de colores indescriptibles, colores de una hermosura que cualquier mortal quedaría estupefacto de visualizar, y que jamás se imaginó de su existencia, aunque claro, por si solo ese lugar no cabría en la imaginación de un simple humano. Pero lo que más dejó encantada a la chica de ojos verdes fueron las estrellas, que podía tocarlas con solo elevar la mano y ponerse de puntillas, ella conoció dos tipos: Una roca brillante, aunque muerta por dentro, y la otra viva llena de luz resplandeciente, de las más brillantes a pesar de su tamaño variable.

Exploró el lugar como una niña pequeña con ansias de conocer el mundo y una curiosidad latente, las ansias de eliminar su ignorancia y dejarse estupefacta; tuvo que caminar mucho, pero no se cansó en ningún momento, pues claro ya no sentía dolor físico en absoluto. De las cosas que descubrió, la que más le llamó fueron unas escaleras hechas de oro puro que se perdían en el espacio exterior, y según una muchacha que regaba una pequeña nube cerca de tal estructura le había confesado que esas escaleras le podían conducir a mundos inimaginables que a su elección podía conocer con toda libertad.

La chica de ojos verdes, llamada Esmeralda en su vida terrenal pasada, visitaba cada día esas escaleras, dejándose conducir a lugares encantadores que por lástima solo se le permitía observar desde lejos, aunque existían mundos maravillosos, también existían sus malos y horribles, llenos de desgracias y lamentos que por primera vez desde que había llegado al mundo blanquecino con toques de oro y plata sintió un pesar terrible, aunque desapareció cuando tomaba camino por las escaleras.

Y así fue, en sus cien años, que Esmeralda conoció tantos mundos, que se volvió amiga de tantas personas, aunque algunas se hubieran ido de vuelta a un cuerpo sólido, a niños encantadoramente puros que reían de felicidad antes de ser enviados a un determinado mundo, mundos más allá de las galaxias y el universo, mundos que Esmeralda había visitado y estimado.

Tantos recuerdos albergados en su ser que le daba lástima perder, no se entristeció como se puede suponer, porque en ese lugar desde el cual puedes tocar las estrellas no existía la tristeza, ni el dolor, mucho menos el odio, ni hablar de la maldad. Además de los recuerdos de su vida pasada y la nueva que llevaba ahí, poco a poco las memorias de las otras vidas fueron apareciendo paulatinamente, a lo que reconoció al chico que había conocido el primer día y aseguraba conocerla, él se hacía llamar en su última existencia en el mundo terrenal como Clark.

Cada día, Esmeralda aprendía nuevas cosas de donde vivía tranquila y descansaba en paz, descubría cosas que la deleitaron, incluyendo la vista que tenía en frente, la vista de la que se habló en un principio y del tacto duro entre los dedos traslúcidos de ella y lo que observaba.

Uno de los seres más hermosos en el lugar de la tranquilidad eterna le había informado que regresaría a la tierra, pero con sus recuerdos borrados por completo, empezaría de nuevo, desde cero, en el mundo de los humanos, volvería a sentir desdichas, a estar propensa a la maldad, sin embargo, regresaría en una forma pura y vulnerable: como un bebé.

Esmeralda estaba alegre, algo parecido al miedo se agitó en su corazón, era el primer sentimiento negativo que había experimentado en ese lugar de suelo blanco y puro; acudió al ser hermoso que le había dado la noticia y éste le explicó que era natural cuando estaría a pocas horas de ingresar a un cuerpo sólido, significaba que estaba lista.

El miedo creció, la duda se sembró entre sus pensamientos inocentes, y sin darse cuenta, los recuerdos de sus vidas pasadas se fueron desvaneciendo como una estrella fugaz, las memorias de las personas que conoció y los mundos que visitó ya no existían, poco a poco su mente fue quedando en un blanco idéntico al suelo del lugar de la paz eterna.

De un momento a otro la habían llamado para que se posicionara en un punto sobresaliente, un cuadrado perfecto con la misma sensación sólida y fría que Esmeralda había sentido antes, alzó su vista verdosa y sin saber por qué, sonrió emocionada al ver a Clark, aunque no sabía que se llamaba Clark, o quién era, pero fue un reconocimiento instintivo.

Él se acercó a ella y quedó a su lado, ladeó la cabeza en un gesto de curiosidad y le tomó la mano involuntariamente antes que una niebla azul cielo los envolviera por completo y desaparecieran del lugar blanquecino con toques de oro y plata donde podías tocar las estrellas y dominaba el descanso eterno.

-Fin-.

Fantasmas equivocados Kde žijí příběhy. Začni objevovat