23. Final.

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Sonó la voz de la azafata anunciando el aterrizaje en Madrid. Ella agarró mi mano y sonrió. Le di un beso en la frente y suspiró. 

-Estoy a tu lado.-le dije acariciando su cara.

Me abrazó y salimos del avión. Al salir nos esperaban bastantes medios de la prensa rosa. Cientos de preguntas nos asaltaban, micrófonos, flashes... Ella tenía la cara descompuesta y yo me limitaba a sonreír e intentar avanzar. Me miraba con agobio, le sonreí y la acerqué a mí. 

-¿Confías en mí?-le susurré.

-¿Qué harás?-preguntó concierto miedo.

-Que nos dejen vivir.-respondí.

Sonrió levemente. Le cogí la mano y paré en seco. Dejé la maleta pegada a mí. Portu se giró al ver que nos habíamos detenido. 

-¿Por qué paras?-me preguntó.

-Porque quiero vivir sin miedo.-respondí sonriente.

Agarré su nuca y le besé. Ella, tímida, sí, Vanesa tímida, siguió el beso y sonrió sobre mis labios.

-Has perdido la cabeza.-susurró sobre mis labios.

-No, la acabo de encontrar.-dije volviéndola a besar.

A nuestro alrededor todo era vítores, flashes y preguntas. Agarré la maleta y volvimos a retomar el paso, esta vez más rápido. Sentía la vida desbocarse por mis labios, los latidos de mi pecho golpeaban contra mis carnes, su mano entrelazada con la mía. Portu nos abría paso y llegamos a mi coche. Nos apoyamos sobre la puerta del piloto y empezamos a reír. La adrenalina nos corría por las venas. Respiró profundo y cerró los ojos. Me coloqué delante de ella, bien pegada. Volví a coger sus mejillas y la besé con más intensidad.

-Mala mujer.-susurró contra mis labios.

-No sabía de tu admiración por C.Tangana.-dije riendo.

-Pues sin tener uñas de gel has dejado cicatrices por todo mi cuerpo.-dijo mordiéndome el labio inferior.

Reí contra su boca y coló sus manos por debajo de mi camiseta.

-Súbete y vamos a casa.-le susurré.

Me separé, me miró y abrió la puerta del coche. Arranqué y ella posó su mano sobre mi muslo el cual no dejó de acariciar en todo el camino. Cuando llegamos me tenía mala. Bajé del coche y ella me miraba con una mirada pícara. Cogimos las maletas. Abrí la puerta y ambas dejamos estas en el recibidor. Cerré la puerta y me lancé a sus labios. Ella llevó sus manos a mi culo, lo apretaba, lo acariciaba, me acercaba a ella y yo devoraba con más intensidad sus labios. Bajé por su cuello, lo mordía y succionaba a mi antojo, ella ya me había quitado la chaqueta y la camiseta también le empezaba a estorbar. Me quité la camiseta y ella también. Le cogí la mano y la llevé a mi habitación, una vez allí me acerqué a ella y sin apartar la mirada de sus pupilas le desabroché el pantalón. Ella sonreía mientras volvía a acercarme a ella agarrándome el culo. Ataqué sus labios y ella en un hábil movimiento ya me había casi quitado los pantalones. Me separé y terminé de deshacerme de mis pantalones, ella hizo lo mismo. Le empujé y cayó sobre la cama, me coloqué sobre ella. Ella se mordía el labio, yo la miraba con una sonrisa. Acercó su mano a mi cintura, su otra mano estaba sobre mi nunca, acercándome a ella. Mientras nos besábamos noté su mano acercarse a mi sexo. Sonreí sobre sus labios y continué el beso. Con sus dedos apartó mi tanga y hundió dos dedos en mi sexo, empezó a mover estos con rapidez y yo acompasaba mis caderas a estos. Gemía contra su boca y ella disfrutaba de ello. Mordía mi cuello, me besaba, me mordía, me llevaba una vez más por el camino de la locura. Le pedía contra su oreja que siguiera, no quería que aflojara, quería sentir mi pecho latiendo a 200 contra su piel, su olor mezclado con el mío, su pelo enredado en el mío. Cuando estaba a punto de llegar al clímax, al punto más álgido del placer, paró en seco. Me la quedé mirando confundida y cabreada.

Cenizas.Where stories live. Discover now