Capítulo 24.

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Braxton estaba volviendo a la normalidad, y cuando de normalidad se hablaba quería decir que estaba siendo noticia nuevamente, apareciendo en periódicos, revistas y televisión, todo esto por hacer buenas inversiones, además de mostrarse muy sonriente

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Braxton estaba volviendo a la normalidad, y cuando de normalidad se hablaba quería decir que estaba siendo noticia nuevamente, apareciendo en periódicos, revistas y televisión, todo esto por hacer buenas inversiones, además de mostrarse muy sonriente. Pero había algo extraño para Samantha en todo esto. Él quería que ella hiciera parte de todos esos momentos a su lado, pero ella no pensaba que fuese el momento justo, algo le decía que no lo era. Sin embargo, tuvo que dejarse llevar un poco por el corazón cuando le pidió que le acompañara a él y a los chicos a una fiesta de uno de los hijos de las amigas de Camille en el club. Aunque a ella no le agradara la idea, había aceptado. Esperaba no arrepentirse de ello.

Se miró por última vez en el espejo de la casa de su madre. Ella era una chica que claramente tenía un sentido de la moda desorbitado, libre y a su gusto, pero no creía que debía ir con su estilo a un lugar como un club campestre, donde iba a codearse con gente rica. Realmente no le importaba lo que pensasen los demás, pero en ese momento estaba pensando en las muchas cámaras que habría en el lugar y que no quería dañar la reputación del chico Abbruzzi, así que le pidió ayuda a su hermana y a su madre. Aunque Pame quería vestirla como si fuera para una discoteca en la noche, con un vestido extremadamente corto, y unos tacones que posiblemente eran más altos que ella... conociéndose como realmente se conocía, no llegaría al club viva ni orándole al Señor. Al final, su madre encontró uno de los vestidos odiados por Pame que a ella le encajaba de maravilla, en cuanto la chica lo había visto se había enamorado.

Ahora estaba siendo torturada bajo las manos de su hermana menor.

—¿Puedes por favor poner de tu parte, Samantha?

—¿Cómo esperas que ponga de mi parte si quién sabe que cosas estás haciendo con mis pestañas presionándolas con algo en forma de tijera en este momento?

—¡Es un rizador de pestañas, loca!

—¿No puedes solo aplicarme labial? Voy a una fiesta de niños, no a un matrimonio o algo así. Además, yo solo voy a cuidar a los chicos, ¿a quién le importa si llevo o no maquillaje? —preguntó Samantha. Estaba acostumbrada a lo básico del maquillaje, y no es que necesitara mucho de él a decir verdad.

—¡Me rindo contigo! —comentó Pame, lanzándose a la cama, rindiéndose claramente con su hermana, quien sonriente volvió su cara al tocador mientras se aplicaba labial rojo. Estaba lista. Samantha nunca lograría entender por qué se demoraban tanto en ocasiones para maquillarse, si con labial todo estaba bien. Pero esas eran decisiones que algunas mujeres tomaban y era algo que a ellas les agradaba, así que no peleaba en contra de eso.

La chica se levantó del lugar, alisó su vestido y comenzó a dar vueltas frente al espejo. Tenía unas hombreras que eran muy su estilo, además lucía muy bonita, más arreglada que de costumbre, pero muy bonita.

Salió de la habitación y en la sala la esperaba su madre, quien al momento de verla entrar al lugar mantuvo una sonrisa gigante de oreja a oreja. Su padre dejó la televisión para verle y también se unió con una sonrisa igual a la de su madre. Loras, por su parte, se encontraba dormido en el sillón con el beanie que le tapaba los ojos.

UNA NIÑERA PARA MIS HIJOS |LIBRO #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora