Excusas

15 3 1
                                    

Como todas las mañanas la empresa se encuentra en total silencio donde solo logran oírse los dedos sobre los teclados y el ascensor abriendo sus puertas. Ingreso en el, contorsionándome como puedo, por la cantidad de trabajadores que entran junto a mí y mantengo la atención en las puertas del ascensor esperando que se cierren herméticamente de nuevo.

-¿Viste lo de la chica que desapareció? -le pregunta una mujer al hombre que estaba a su lado.

-Sí, hoy a la mañana la vi en el noticiero. Está  terrible todo, hay inseguridad en cualquier lugar.

-Recién escuché, en la radio del taxi, que estaban revisando las cámaras de seguridad que había en el trayecto que ella hizo.

-Pobrecita ojalá este bien -concluye el hombre antes de que las puertas se abran y todos salgan apurados.

Camino tranquila hasta mi escritorio mientras arreglo mi rodete despeinado. Los empleados que entran antes que yo ya se encuentran trabajando y llevando cuidadosamente maquetas perfectamente armadas.

Dejo la cartera a un costado de la mesa y enciendo la computadora. Una pila de papeles esta arrinconada en el extremo derecho esperando a que las lea esta mañana junto a unos cincuenta emails consultando sobre diferentes problemas. Me dispongo a revisar los papeles cuando siento un apretón en mi cintura y una cabeza reposar en mi espalda. Miro hacia atrás y sonrió al ver a Sabrina, mi mejor amiga. Fue la primera persona que se acercó para hablarme en este lugar y establecimos una relación unida de inmediato. Éramos muy diferentes, ella era extrovertida y divertida, siempre me hacia reír y lograba que yo jamás dejara de sonreír en toda la jornada laboral.
Sabrina era un poco más alta que yo, rubia y de ojos marrón claros. Resaltaba siempre su belleza interna y externa en cualquier lugar al que fuera. Es mi compañera y la aprecio mucho. Su escritorio se encuentra a mi derecha separado por una pequeña madera. Es experta en no parar de hablar un minuto y aunque a veces me distrae y me hace dejar de pensar en mis problemas, en otros momentos le pido que se detenga para poder terminar mi trabajo correctamente.

Le doy un fuerte abrazo y la beso en la mejilla.

-Hola Sabri.

-Hola Uma, ¿Cómo andas? -me dice antes de desplomarse sobre su silla arrojando su cartera que aterriza sobre el escritorio provocando que me ría con mi nariz al ver su acción relajada.

-Bien, va más o menos. Me crucé con un viejo baboso en el colectivo.

-¿Te tocó?

-Sí y creo que como dos veces. -Comienzo a abrir los mensajes y descargar unos archivos para revisar ese día.

-Me imagino que lo habrás insultado.

-No, no le dije nada. Pensé en gritarle pero no sé, preferí dejarlo pasar.

-Uma que tonta, tenés que defenderte te lo digo siempre.

-Bueno ya está, de nada sirve lamentarnos ahora -termino de decir para cerrar el tema y siento el suspiro de Sabrina resignada. No dice nada por unos minutos cuando de pronto da un salto en su silla acordándose de que tenía algo para agregar. La miro esperando escucharla y enseguida esta se gira hacia mí.

-¿Te acordás la vez que un hombre se me pegó atrás en la fila del banco?
Rio acordándome de aquel momento.

–Si, jamás me voy a olvidar.

-¿Por qué no hiciste lo mismo?

-Primeramente no tengo gas pimienta en la cartera.

-¡Deberías! Yo jamás salgo sin el gas, voy a regalarte uno. Pero dale seguí ¿Cuál es la segunda razón?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 03, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Un día másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora