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Paloma Aragón volvió a despertar como cada mañana gracias a la tercera alarma de su teléfono celular. Ya eran las siete y veinte y si no comenzaba pronto llegaría tarde al colegio. Mientras la casa a la que luchaba por llamarle hogar se mantenía en un inquebrantable silencio, ella ponía música para ducharse con energías, las precisaría para sobrevivir otro día más de soledad.

Se colocó la camisa blanca del uniforme junto a la pollera tableada escocesa reglamentaria y mientras se calzaba apuntaba mentalmente las cosas que no podría olvidarse ese día. Desde el cuaderno de matemáticas a los apuntes de historia para el examen. Maldito lunes, ella detestaba los lunes con cada fibra de su corazón.

Para cuando bajase a desayunar, todo estaría abandonado. Tanto su papá como su mamá se despertaban muchísimo más temprano que ella para comenzar sus jornadas laborales de manera eficiente. Eran adictos al trabajo y a las "cosas buenas de la vida" pero su hija nunca se sintió como una de ellas.

Tomó un té con leche a las apuradas como siempre y con una tostada en la boca cerró con llave la puerta principal. Como todos los lunes estaría sola hasta las diez de la noche. ¿Qué podría hacer durante aquella ocasión? Todavía no tenía planes pero durante el transcurso del día encontraría algo con lo que ocupar sus horas, si sus padres no se hacían tiempo para ella entonces ella ya tampoco lo haría para ellos.

Decidida y afirmando en su cabeza la decisión final, sintió cómo en su cerebro las palabras rebotaban tal pelota de ping pong haciéndole doler: no me necesitan, no me hacen falta. Un lunes común y corriente.

El maldito lunes había llegado y Amadeo Franco lo sabía

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El maldito lunes había llegado y Amadeo Franco lo sabía. Por más que había dado lo mejor de sí para prepararse sabía a la perfección que sufriría una vez más, como en todos sus exámenes. Su tío le había ayudado, sí; le había leído en voz alta y tomado distintas preguntas para que se sintiera más seguro. Por supuesto eso no ayudó pues Amadeo siempre se equivocaba en algo. El pobre chico, resignado, se limitó a tomar su leche chocolatada en silencio mientras su tío Lucas le buscaba charla.

-Te tengo mucha fe, Ama, estudiaste muchísimo para este examen. Solo debés creer en vos mismo. Si los resultados no son los que esperabas, no te tenés que preocupar, ¿sí? Ya estás haciendo todo lo que vos podés y en la escuela saben de tu dislexia. Distinto ese año en que casi repetiste de curso porque pensabas que no eras inteligente. Tenés que tener eso en claro: SOS INTELIGENTE, tenés dislexia nada más y tampoco es algo eterno. Lo vas a poder solucionar con un poco de ayuda. Que algunas materias te cuesten por eso no tiene nada de malo, relajate.

Caída libre #CheArgentina (Borrador)Where stories live. Discover now