Día 1. Unir fuerzas.

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Kunikida no se creía lo que estaba viendo. Para un día que conseguía despertar a Dazai a tiempo, desayunar al ritmo perfecto para hacer bien la digestión, vestirse e incluso ducharse según su horario y se encontraban con... con eso. Si la mañana había empezado perfecta. ¿Qué tenía el universo contra él? ¿Tan necesario era reventarle los ideales en la cara? Y encima esta vez no podía culpar al suicida, hasta él estaba sorprendido.

Acababan de llegar a la Agencia, y nada más pasar por la puerta Yosano, que parecía haberse pasado la noche en vela, se acercó a ellos y les encasquetó un bebé al grito de:

-¡Esto es vuestro!

-Kunikida-kun, ¿por qué tengo en mis brazos un bebé que se parece a Atsushi-kun?

-¡Porque es Atsushi! -Exclamó la doctora.

-Y es un niño de teta porque...

-¡Qué importa la razón! ¡Vosotros lo trajisteis, vosotros cuidáis de él!

-Mira, Kunikida-kun, ya somos papis.

-Ah, no, de eso nada. Ayudarte a criar un bebé no entra dentro de mi ideal, te abandono.

-¡Eso es negligencia! ¡Yosano-sensei, dile algo!

-Está bien. Kunikida, si fuera tú, iría a comprar pañales. Me parece que vuestro hijo acaba de hacerse pis encima.

-Sí... huele como si lo hubiera hecho. -Murmuró Dazai, poniendo cara de asco-. Kunikida-kun, ayúdame.

-De eso nada. Soportarte a ti ya es como cuidar a un crío, y mi paciencia es limitada. Dile a Kenji o a Tanizaki que vayan a por los pañales, pero conmigo no cuentes.

-Me temo que contigo sí que va a contar, Kunikida.

-¿Presidente?

-Oh, jefe, ¿viene en mi ayuda?

Fukuzawa contempló la escena frunciendo el ceño. Aunque al menos no estaba en la posición de Osamu, que no tenía ni idea de qué demonios hacer con un crío apestoso que podría ponerse a llorar de un momento a otro.

-En realidad, vengo en ayuda de la Agencia. Cuidar de Atsushi va a ser vuestro trabajo de hoy.

-Y fuera de la oficina, por favor, que el resto queremos trabajar. -Rogó Yosano.

-Pero, jefe, para hoy teníamos que...

-Ranpo se encargará de eso.

-¿Eh? ¿Por qué yo? Eso no es justo.

-Te compraré dulces.

-Bueno, hora de trabajar.

-Pues arreglado. Vamos a comprar esos pañales, Kunikida-kun.

-Pero... Pero...

-Yosano-sensei, creo que le ha dado un algo.

-Ya se le pasará. Anda, largaos y llevaos con vosotros a Atsushi. Y cambiadle los pañales, por el amor de Dios, que esto empieza a apestar.

-¿Me lo dices a mí que lo estoy cogiendo?

Y al ver que el suicida lo miraba con cierto asco debido al olor y que Kunikida no reaccionaba, el pequeño Atsushi comenzó a berrear. No a llorar, no, no, no. Ya les hubiera gustado a los pobres oídos de la pareja de detectives que se pusiera a llorar. El crío empezó a gritar con toda la fuerza del mundo, seguramente pidiendo un cambio de pañal. Ante semejantes chillidos, Dazai casi le tiró el bebé al idealista, que lo cogió como malamente pudo.

-Oye, y cuando crezca lo metemos a cantante de ópera y que nos pague la jubilación. Porque, joder, qué pulmones tiene.

-Mis horarios... mi ideal... esto no...

Especial Kunikidazai WeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora