Safia

La despedida

El quiso acompañarme un trecho del camino, no se hacia a la idea de no verme en años pero yo tenia que marcharme lejos de la familia y de mi casa. Empezamos el camino que nos llevaría a la frontera de Burkina Faso, no estaba muy lejos de nuestra aldea. Caminó junto a mi barios kilómetros cogiéndome de la mano con fuerza. No hablamos en ningún momento, el sol nos partía la cabeza mientras escuchábamos nuestros propios pasos cansados de las áridas tierras de la zona. Cuando nos acercábamos al punto donde separarnos sentí su respiración y sus latidos aumentar de velocidad tan rápido que temí por el ,le di la poca agua que nos quedaba pero no la aceptó.

- Tu necesitas mas esta agua - me dijo con un tono mas calmado.

Seguimos uno al lado del otro, no queríamos despegarnos, sabia que sufriría mi ausencia pero era la única salida para mejorar nuestra vida y tener mas oportunidades en nuestro futuro.

Llego el momento que tanto temí que llegara , no le iba a ver en mucho tiempo. Trague la saliva que no tenia para aclarar mi voz, para poder hablarle sin que el se diera cuenta del dolor amargo que sentía de dejarle solo para poder partir ,para poder labrar nuestro camino a un futuro mejor para los dos lejos de estas tierras secas manchadas de pobreza, sangre y dolor. Me miro fijamente a los ojos ,con esos ojos del color del cobre, grandes y observadores y me dijo con tristezas.

-Te echaré de menos mamá - Sollozo con dolor de tener que separarnos por culpa de las circunstancias que había en el país.

Le limpié sus lágrimas con mi mano le abracé con fuerza y lo besé en las mejillas sofocadas por el calor. No quise llorar frente a el para no dejarle esa última imagen de mi en su recuerdo, me levanté y le dije.

-Cuídate hijo mío no te sientas triste pronto volveré y ten fe en mi.

Mientras le cogía la mano con suavidad. Me di la vuelta para empezar a caminar, a cada paso que daba me giraba para verle, seguí caminando frente a él, ese momento se hizo eterno. El estaba quieto, solo me miraba a mi , me iba alejando poco a poco, seguí dándome la vuelta hasta que empezó a desaparecer ante mis ojos llorosos, mi garganta seca y mi piel negra helada de la noche que se me echaba encima sin piedad.