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Los gritos de almas enfurecidas y palabras afiladas me encierran en mi cuarto, ese que debería tener en la puerta la palabra "infierno", casi como un aviso, casi como una invitación. Y es que el infierno no es tan malo. Como alguien me enseñó una vez, en el se está mas calentito y la gente es más divertida.
La música suena, alta y orgullosa, para acallar las suaves inseguridades de la mente.
Las lágrimas surgen, acarician mis ojos, mis mejillas, una caricia lenta y sutil.
Por la ventana abierta se cuelan los sueños y las ilusiones. La música desciende con la nostalgia de la pérdida y el infierno queda en silencio. Las lágrimas cesan su caricia, el viento susurra palabras de aliento.
Me recuesto en la mullida cama, entre las sábanas hechas de esperanzas, y el sueño mece mi alma con un cariño anhelante.

RelatosWhere stories live. Discover now