Desde la muerte, una 13ª vez.

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La mujer estaba atada por los tobillos y las muñecas. Los alambres metálicos que le habían puesto estaban apretando tanto su piel que la sangre comenzaba a brotar de su piel al más mínimo movimiento. Las puntas de su pelo estaban encharcándose con la sangre que salía de sus muñecas por lo largo que era.

En la silla, desde donde se encontraba, no podía ver casi nada a su alrededor, un enorme foco la iluminaba directamente a la cara, no siendo capaz de ver a sus secuestradores ni por un momento. Desde la lejanía, ya llevaban un rato repitiendo lo mismo hasta que ella contestara algo. No recordaba cómo había llegado hasta allí, estaba realmente aturdida.

— Ejecutada en prisiones federales en dos ocasiones. — El hombre tras el foco no se dejaba ver. — Muerta en tiroteos tras varios asesinatos terroristas. — La mujer por fin había despertado, estaba segura de que la habían drogado con algo. — Incluso una vez atropellada en medio de una autopista en China... —

Sus secuestradores vieron cómo por fin abría los ojos completamente y se mostraba menos aturdida. El silencio se hizo durante unos breves instantes. Lo único que podía escucharse era el zumbido del enorme foco que recibía energía eléctrica por sus conductos y lo transmitía con esa peculiaridad sonora.

— Pero... — Prosiguió el secuestrador. — Aquí estás, a pesar de todas tus muertes confirmadas. —

La chica sonrió. En su cara había una expresión de tranquilidad e impaciencia al mismo tiempo. Una dualidad que por mucho tiempo había reinado en su interior. No dijo nada, y su captor quiso seguir haciendo preguntas.

— ¿Quiénes sois? — Mientras hablaba, iba poniéndose cada vez más nervioso. — ¿Quién os está clonando? ¿Con qué propósito? — Sus preguntas siguieron, pero sin respuesta.

Llegó el momento en el que perdió los estribos, se acercó a la mujer y comenzó a golpearla, cubriendo el foco y esta vez dejando ver su cara para ella. Estaba gritando y atizándole con los puños cerrados en medio de la cara, de forma que comenzó a sangrar por los labios y la nariz. Cuando paró, le miró fijamente a la cara, como si ya hubiera ganado aquella pelea en la que tenía todas las de perder.

— ¿¡QUÉ ERES!? — Jadeando, gritó tan fuerte que sus babas salieron despedidas a toda velocidad.

— Me llamo Lizzy. —

— ¿¡QUÉ HAS VENIDO A HACER!? —

— A matarte. —

El hombre regresó de nuevo detrás del foco, sacó una caja de herramientas y comenzó a torturarla durante horas hasta que sus órganos se colapsaron y llegó su muerte. No soltó ni una palabra más, no dijo absolutamente nada. Como una profesional, aguantó y dejó que su vida saliera de su cuerpo de la forma más dolorosa que podría haber experimentado nunca.

Al terminar, su secuestrador dejó todo tal y como estaba. No iba a limpiar absolutamente nada de todo el estropicio que había montado allí, se levantó, recogió sus bienes más personales y se dispuso a salir del sótano de aquel edificio en construcción alejado de la civilización al que había entrado.

Pero para ella, la muerte no era más que un camino habitual. Un sitio por el que había pasado ya tantas veces, que conocía el camino de ida y vuelta.

Todo era azul en aquel momento. Lizzy podía ver el mundo entero como si estuviera hecho de plasma, como si estuviera metida en medio del sol y pudiese nadar a través de él. Podía ver el mundo entero y lanzarse de cabeza, se sumergió en una piscina ardiente y fría, gaseosa y líquida, una sensación que no era comparable con nada conocido, pues no existían palabras en la lengua para describirla.

Cuando aquel torturador abrió la puerta, se la encontró a ella de frente. Desnuda, desprendiendo gotas de agua que brillaban en la oscuridad y emitían luz propia. Su cadáver se encontraba maltrecho a tan sólo unos metros de ellos, mientras que ahí estaba, a punto de devorar el alma de su objetivo, su presa.

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⏰ Última actualización: Jul 25, 2017 ⏰

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