So long and good night.

23 2 3
                                    

El frío hizo que mi piel se erizara haciendo que despertara del sueño en el que me encontraba. El eco de aquella voz aún podía escucharse por las paredes de mi habitación mientras que el estruendoso sonido de mi alarma me ponía los pelos de punta.

La luz de un día nublado entrando por mi ventana, el canto de las aves, el olor a petricor y un desayuno recién hecho, el ruido de los cubiertos golpeándose entre sí mientras mi madre me llamaba para bajar, eran una de las cosas que me motivaban a seguir mis días. Contesté al llamado de mi madre tomando el pequeño cuaderno (y cuando digo pequeño, me refiero a algo del tamaño de mi mano) en el que solía escribir mis sueños.

Hacía seis meses que estos extraños sueños comenzaron a aparecer de una forma más abrumadora, y si bien eran extraños, no les quitaba lo hermoso. Sueños lúcidos les llaman, a mí me gusta pensar que es mi propio mundo, con mis propios peligros y mis propios modos.

-Helena, cómete ese desayuno, estás pálida -dijo mi madre mientras mi padre besaba mi frente.

Asentí dejando de lado mi diario, sin poder dejar de pensar en los ojos negros tan penetrantes que me habían mirado. Las personas de mis sueños tenían vida, pero jamás había visto una mirada tan llena de espíritu.
Mis padres se percataron de mi mirada estando no presente con ellos, por lo que mi padre trató de soltar alguna broma. Pero no presté atención y para cuando me di cuenta, ya me encontraba en mi pupitre, sentada al lado de Amanda a mi derecha, y Uriel a mi izquierda, con papel y lápiz fuera, tratando de plasmar lo que aquella noche ví, tratando de revivir aquella mirada que me perseguía en pensamientos; camino a casa, en el pasto verde mientras cambiaba las flores viejas por unas nuevas, mientras hablaba con aquel chico que me dió vida.

La mirada que me distraía de las calles que tanto me encantaba fotografiar. Esa mirada. ¿Quién?
Esa es la pregunta o tal vez ¿Por qué?
No lo sabía, pero no podía olvidarlo.

Al estar en casa dejé mi mochila en el suelo y me quité los zapatos, llamé a mi madre pero no obtuve respuesta, por lo que me quité los calcetines dejando mis pies calientes en lo frío de la lozeta, de puntitas revisé cada rincón de la casa, sin perder ningún detalle.

Polvo en los libros de la estantería, un par de abejas persiguiéndose al rededor de las flores que papá le había regalado a mamá hace unos días.
El toca discos viejo del abuelo olvidado.
Algunas migajas de comida sobre la barra de la cocina.
El periódico de papá, debía asegurarme de saber cómo son las letras.

Con mis pies descalzos me dirigí a mí habitación, sin perder ningún detalle de camino.

Huellas digitales, caras en el granulado de la pared, la textura de la tela de mi cama y las cortinas grises, el olor de mi uniforme, los trastes en el fregadero esperando secarse y el humo del café caliente en la estufa fue lo último que pude ver antes de caer dormida con la música relajante retumbando por mis oídos, volviendo a escuchar aquella voz llamando a mi nombre.

Helena.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 03, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Karmic Retribution.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora