Ilos force

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Puros

Capítulo 1

Ilos force

"Cosas malas pasan en la oscuridad, por eso no te olvides nunca de iluminarla".

Esa noche, una pálida luna de invierno iluminaba las calles en el valle de  Monte Esmeralda.

La niña corría tropezando o esquivando a sus vecinos, que asustados al igual que ella, tratan de huir de sus perseguidores.

Una flecha silba en el aire antes de impactar contra la espalda de la niña que cae de rodillas por el doloroso golpe.

La punta de la flecha atraviesa la piel y rompe la carne. Frío y calor se entremezclan sacudiendo el cuerpo de la pequeña que cae de panza, ahogándose en su propia sangre.

Un cachorro aúlla en la lejanía, mientras el dolor y la muerte se esparcen por todas las calles de Monte Esmeralda.

(...)

El expreso Estrella del Este arriba al andén de Bravada puntualmente. La fricción generada por los frenos sobre los rieles despiertan a la joven, arrancandola de las garras de aquella pesadilla recurrente que tiene cada vez que se siente ansiosa. Un mal sueño que se olvida incluso antes de abrir los ojos completamente, pero que igualmente y aunque ya aprendió a acallar los gritos en su cabeza siempre le deja un mal sabor de boca.

Mira por la ventanilla, la gente abarrota el andén. Gritos y risas de bienvenida se escuchan por doquier, familiares y amigos se reúnen para recibir a los recien llegados. Sólo a ella nadie la está esperando.

Toma su valija con las pocas pertenencias que le quedan y se dispone a bajar del tren.

"Mantén un perfil bajo. No llames la atención. No dejes ver todo lo que eres".

Con la voz de Tonya, su hermana mayor todavía aferrándose a su mente, bajó al andén.

Se hacía tarde, y el clima comenzaba a enfriarse, estaban entrando en la tercera estación del año.

Lilandra abrocha el último botón de su camisola para proteger su garganta del frío, no quería pescar un resfriado nada más llegar a la capital.

Un percance llama su atención, y no sólo la de ella, sino también, la de los rezagados que continúan en el andén.

Un joven ha golpeado accidentalmente con su equipaje a una jovencita que estaba allí para recibir a una de las pasajeras, y entre las dos, armaron todo un escándalo.

—¿Estás ciego? —gritó la rubia agredida dándole un tremendo empujón que lo hizo tropezar con su propio equipaje y caer al suelo.

—Lo siento, lo siento... —se disculpa el muchacho desde el suelo.

—¿No es obvio? Mira esos lentes —se burló la otra. Una pelinegra de cabello corto hasta el cuello.

Lilandra no puede evitar sentir pena por el muchacho en el suelo a merced de aquellas dos.

Por la ropa bonita y lujosa asumía que eran hijas de una familia adinerada, acostumbradas a pisar a los demás. No le sorprendió que las auras que desprendían sus cuerpos fueran elementales, el aura de la rubia era verde, como los bosques, una elemental de tierra, mientras que la pelinegra tenía el aura blanca casi traslúcida, como su elemento, el aire.

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⏰ Last updated: Mar 13 ⏰

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