18. La noche más larga

10.9K 1.1K 856
                                    



La prohibición ha desaparecido, lo sé

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

La prohibición ha desaparecido, lo sé. Lucía nunca dijo nada, pero por la manera en que nos hemos acercado es más que obvio.

Me ha permitido abrazarla y la sensación entre nosotros es menos estresante. Todavía se ve incómoda cuando la abrazo al dormir, pero cada vez parece más acostumbrada a que esté así de cerca. La conversación de Fausto vuelve a mi mente y ante la posibilidad de estar nuevamente juntos hace que me pregunté por su estado.

Hemos intimado poco, sé que su ciclo Lunar había seguido su curso poco después que había llegado al Clan y luego de eso no lo sé. De vez en cuando reviso con mis manos su cuerpo. Su pecho lo veo sin cambios, no se queja ante mi tacto, su cuerpo ha mantenido las pocas curvas que recuerdo, tal vez hasta más delgada a lo que me asusta, puede no estar comiendo bien o tener otro mal.

Me he acostumbrado al té que bebe Lucía. Me suele servir un poco, el cual acepto cada vez más agradecido. Es una señal de cariño para mí luego de todo lo que hemos pasado. Muchas veces el té es acompañado con algo de comida que preparo y unas caricias que yo promuevo a continuar.

Ella no las impide y las profundizo por su piel. Lucía también busca seguirme el ritmo, con más cautela y miedo. Creo que nunca había sentido sus manos sobre mi cuello, pecho y espalda con esa intención. Es tímida e inexperta, pero hace que el cosquilleo de mi espina dorsal continúe por mi ombligo y exalte la parte más baja de mi cuerpo despertándola y pidiendo atención.

Lucía se tensa cuando tomo una de sus manos suaves y pequeñas de mi pecho transpirado y la guío a aquella zona dura y escondida bajo la tensa tela de mi pantalón. Su mano tibia la rozo en aquella parte con cuidado, haciendo a mi mujer verme a los ojos con duda.

— Puedes tocarme ­­– le ronroneo cerca de su oreja– Siempre has tenido el derecho ha hacerlo, mi caperucita.

Profundizo el tacto de su mano sobre la dureza de mi cuerpo mientras tanto con mis anchos labios inspecciono el inicio de su cuello.

Todavía estoy lo suficientemente cuerdo para sentir como el cuerpo de Lucía se tensa. El suave movimiento de su mano me indica que quiere soltarse.

Le sonrió y hago lo que me está pidiendo con su cuerpo.

– De acuerdo— le digo con cariño – Iremos a tu ritmo.

No quiero romper el pequeño, pero importante acercamiento que estamos teniendo.

– Gracias – me dice con cuidado.

Y nuevamente toma una vasija de té y me la extiende.

Le agradezco ese gesto tan propio de ella y bebo con gusto el líquido.

Me he acostumbrado a ese rito de su parte, una muestra de cariño suave al ofrecerme aquel té que prepara.

Sin embargo, algo fuera de lo común pasa una noche. En mi cabeza pensé que era una de mis comunes fantasías. Pero el movimientos y el tacto alrededor de mi cuerpo eran sólidos y suaves.

El Cortejo de VelkanWhere stories live. Discover now