·|One-Shot|·

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Y se sintió caer

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Las cosas fueron así.

Lo vio, se acercó y se lo comió.

Bueno, no tan cortante. No tan tajante.

Hay que intentar contar la historia desde el principio.

Una vez más.

Llegó, lo vio, bailó, se acercó y se lo comió.

¿Por qué sigue usando esa palabra? Lo que hicieron difícilmente le dejó alimentado. Al contrario, se quedó con el antojo en la punta de la lengua y al final no pasó más nada porque él se fue.

Debería de verdad intentar contar mejor la historia.

Todo pasó en la noche, en la disco, con muchas luces, y bum bum bum, y alcohol y botellas brillantes, y pasos de baile como rituales satánicos. Un instante volaba su camisa fuera de la pista, y las chicas lo adoraban, pero luego estaba él, como la sombra de la muerte, más sexy de lo que pudiera describir con palabras.

Luego fue que se acercó y se lo comió.

Pero realmente debería contar mejor esa parte.

Se había arreglado frente al espejo, una sonrisa ganadora, dientes perfectos, labios listos para robar besos, y había flotado en poco tiempo a la fiesta más cercana, a la explosión de música más atronadora que había podido encontrar. Sin compañía, porque sabía que esa noche no regresaría solo a casa.

Copa tras copa, tuvo que haber mezclado más de un tipo de licor, pero qué importaba, porque se sentía vivo, tan vivo que su corazón rebotaba por las paredes de la discoteca como una pelota de pingpong.

Y luego lo vio, y se vieron, y tuvo sus labios muy cerca de su oído. Se olvidó de las chicas y del alcohol y se preguntó, brevemente, si el amor estaba en el aire y si podía beberse el azul brillante de esos ojos.

Luego se comieron entre sí.

Tal vez debería ser más específico.

Eran extraños, pero aquel ambiente salvaje llamaba a una parte muy primitiva de la naturaleza humana. Se obviaban los nombres, las introducciones y la cháchara seductora de siempre que sirve como preliminar a un acto más urgente y físico, la carnalidad del deseo de sentirse lleno, pleno, más humano y a misma vez más bestia.

Lo arrastró a bailar. Porque, aunque no quisiera perder tiempo, le gustaba seducir a su presa con sus caderas y sus brazos y la provocación de restregar su trasero contra una entrepierna que parecía querer salir fuera de los pantalones a explotar por su cuenta. Si se hubiera bajado la cremallera nadie lo habría notado. Si hubiera hundido su mano en ese lugar caliente – si le hubiera empezado a masturbar ahí mismo – nadie le hubiera notado.

Pero lo hizo después, un par de canciones después, cuando salieron al frío de la noche y al murmullo de los autos, los semáforos y la torre de Tokio una silueta al fondo de la negrura brillante. El callejón estaba húmedo y sofocante, pero encontró aire en la boca del otro, de ese atractivo y magnético desconocido.

_ ¿Entonces? ¿Qué es lo que te tiene deprimido?

Charasuke le dio un sorbo a su taza de café y se acomodó las gafas de sol. Le dolía la cabeza, le dolían los ojos, le dolía todo, y tenía una pequeña herida en su labio, evidencia de que lo de anoche no había sido un sueño demasiado bizarro y cachondo.

Y se sintió caerWhere stories live. Discover now