Capítulo 21

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Aurora lo entendió. Finalmente, tenía sentido. Christopher había terminado con Caterina, o algo por el estilo.

"Estaré solo", habían sido sus palabras y se sintió extraña. No era como si eso fuera a causar que algo cambiara entre ellos. Definitivamente, no. Pero, si realmente Christopher había roto con Caterina... bien, parecía más como si su mundo entero se hubiera derribado sobre él. Se veía mal.

No pudo evitarlo. Una punzada de preocupación constante mientras se alejaba del departamento de Christopher hacia su auto. ¿Qué había pasado realmente? Él parecía tan... triste. Excesivamente triste.

Realmente la amaba. No que lo hubiera dudado, por supuesto. Es solo que en el baile que compartieron en la boda, cuando ella se había ido con Ryan, él... no, claro que no estaba celoso. Estaba siendo absurda. ¿Christopher celoso por ella? ¡La había dejado por Caterina en cuanto ella había regresado a él!

Sería estúpido pensar más en eso. Debía sacarlo de su mente, tenía tantas cosas que hacer, aún tenía tiempo antes de ocuparse en el cumpleaños de Christopher, que ya ni siquiera estaba segura de querer hacer nada.

Había sido un grosero. Sin embargo, ella lo conocía. Había algo más... él necesitaba a alguien a su lado y no quería aceptarlo. Claro que, no a ella. Ella nunca sería.

Cerró las manos en puños, con fuerza, intentando contenerse. Quiso recordar la manera en que la había tratado, sus palabras en ese instante; no obstante, lo único que le vino a la mente fue el primer beso que compartieron, en mitad del bosque. Y, como, en cada momento en que lo necesitaba, él estaba ahí. Nunca había pensado que lo perdería, Christopher siempre estaba ahí.

"Siempre noto cuando estás ahí", había dicho él y ella se dio cuenta que, en su caso, nunca antes había notado que él estaba ahí... era algo que daba por sentado. Había empezado a notar que él ya no estaba ahí, cuando lo había perdido.

Y no quería perderlo. Quería a Christopher de vuelta. Él era su amigo, lo habían sido por largo tiempo. Y, no importaba si él estaba o no con Caterina, o con cualquier otra persona. Ella debía estar para él, así como tantas veces él lo había estado para ella. Se lo debía. A los dos. Él siempre le había hecho bien.

–Lo lamento –Aurora habló en cuanto Christopher abrió la puerta– pero no puedo dejarte así, aquí. No está bien.

Él arqueó una ceja, interrogante. Aurora inspiró hondo.

–Tú has sido un gran amigo, uno de los mejores que he tenido y, aun cuando ya no parece ser así para ti, para mí sí lo es. Y es importante. Tú eres importante –Aurora colocó su mano en el brazo de Christopher–. Déjame ayudarte.

–No necesito ayuda... ¿qué te hace pensar eso? ¡Yo quiero estar solo!

–No, no quieres.

–¡Claro que sí! ¿Qué sabes tú sobre mí? –Christopher se apartó de ella y le dio la espalda–. Realmente, creo que deberías irte.

–No estoy de acuerdo –Aurora entró y cerró la puerta tras de sí. Él la miró furioso–. Lo siento, pero aquí me quedo.

–No entiendo que...

Christopher no pudo terminar. Aurora caminó alrededor de la sala, abriendo cada una de las cortinas que había mantenido corridas. Dejó que una brisa pasara por una ventana abierta y miró a su alrededor. Torció el gesto, contrariada y continuó caminando, ignorándolo, como si no estuviera ahí.

–No es el fin del mundo –ella continuó recogiendo objetos que se encontraban en su camino. Christopher frunció el ceño–. Lo que sea que haya pasado, debes continuar, ¿entendido?

–Aurora, realmente tú deberías...

–Me da igual lo que tú pienses que yo debería –lo retó con sus ojos grises airosos, parándose frente a él–. ¿Qué? ¿Tratas de ahuyentarme? ¿Cuántos años hace que te conozco, Christopher?

–Eso no tiene nada que ver... –él siseó con rabia–. Además, ¡no es asunto tuyo!

Aurora se encogió de hombros y continuó con la tarea. Christopher se acercó a grandes zancadas y la detuvo de los brazos.

–¡Basta! Quiero que te vayas ¡ahora! –rugió con fuerza, ante la sorpresa de Aurora–. No te quiero aquí, ni cerca de mí. ¡Fuera de mi vida!

–No eres más que un idiota, Christopher –Aurora clavó con frialdad su mirada en él– y si quieres quedarte solo, ¡perfecto! Pero tendrás que superarlo. ¡Lo harás!

Aurora se quedó estática en cuanto tocó el pomo de la puerta para abrirla. El tono de voz de Christopher apenas había sido un susurro, pero ella lo había escuchado perfectamente en la quietud del apartamento.

"Está muerta". Esas eran las palabras que había distinguido con nitidez. ¿Caterina muerta? ¿De qué rayos estaba hablando Christopher? No pudo evitarlo. Corrió a su lado y lo estrechó entre sus brazos.

–Oh Christopher, cuánto lo siento... yo no lo sabía –Aurora habló en voz baja, contra el pecho de Christopher–. No sé qué decir, yo solo...

–No se lo he dicho a nadie aún. Solo Carolina y Fernando lo saben... y ahora tú.

–¿Qué fue...? –Aurora se silenció de inmediato. ¿Por qué había pensado que sería buena idea preguntar? Era evidente que si él no había dicho nada a nadie, era porque no quería que le preguntaran sobre eso–. Lo siento –repitió.

–Gracias –respondió algo incómodo Christopher. No había mucho que pudiera decir ante aquellas palabras. Nadie podía sentirlo, sólo quien había sufrido la pérdida. Solo él–. Perdona si fui grosero, pero...

–¡No! Yo, realmente me comporté mal –Aurora suspiró con cansancio–. Pensé que podría ayudarte. Tú siempre lo hiciste y yo solo... –su voz fue silenciándose de a poco– te dejaré, Christopher. Lo prometo.

–Espera –él le tomó de la mano, acercándola nuevamente– no quiero que te alejes. ¿Sabes? Tienes razón. Necesito a alguien conmigo. Alguien con quien pueda recobrar un poco de normalidad, rutina... tú serías perfecta.

Aurora sonrió, sintiendo un agujero en el estómago. A momentos, sentía como si el Christopher que ella había conocido y amado, se hubiera esfumado para siempre. Sin embargo, por solo un instante, cuando una sonrisa jugueteaba en la comisura de sus labios, podía jurar que seguía ahí, en el fondo.

–En lo que pueda ayudarte, Christopher –ella le estrechó la mano con suavidad– estoy aquí, para ti.

–Lo sé –asintió imperceptiblemente. Bajó sus labios hasta la frente de Aurora y depositó un beso leve– gracias.

–Bien, pero no me quedaré aquí si esto sigue así –abarcó con sus manos la estancia y luego las colocó en su cintura, con desaprobación–. De ninguna manera. Esto no es propio de... ¡nadie!

Christopher intentó sonreír por el tono afable de Aurora. La siguió mientras recogía más objetos, haciendo él lo mismo. Empezaron a charlar de cosas intrascendentes y pasaron horas dejando el departamento como si realmente alguien viviera en él.

–Regresaré en un momento –escuchó Christopher la voz de Aurora. Él se encontraba recostado en el sofá y abrió los ojos con cansancio–. No te vayas a ir.

–¿A dónde iría? ¡Esta es mi casa! –soltó con impaciencia. Ella rió al salir. ¿A dónde iría Aurora? Lo que había dicho... entonces, significaba que... ¿volvería? ¿Por qué? La quería. No podía no quererla. Ella era... ella no era Caterina.

Siempre tú (Italia #9)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora