Capítulo X

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Cati

¿Qué demonios estaba ocurriendo? Tenía a Alan ahí tan, ni siquiera se cómo describirlo, es la situación más extraña e incómoda en la que he estado, y lo más raro de todo es que quería apartarme, quería pararme e irme, pero no podía. Mi cuerpo no me respondía, hacía lo contrario, porque cada vez estaba más cerca de él, tanto que podía sentir su cálido aliento golpear mi rostro.

Y entonces pasó, si pasó. Alan y yo nos besamos. Al principio no salía de mi asombro y estaba estática, completamente petrificada, pero poco a poco fui cediendo, e hice algo que jamás creí posible, disfruté del beso. Sus labios eran suaves y tiernos, se sentia bien, no niego que era sumamente extraño, pero me sentia a gusto así, con él. La sensación que provocaba era nueva, nunca antes había sentido algo así, ni siquiera con Ben, que creí era el amor de mi vida, era nuevo, era diferente, era lindo. Coloqué mis brazos alrededor de su cuello atrayendolo más hacia mi, Alan incrementó el ritmo del beso, volviendolo más intenso y pasional. Ya no sabía lo que hacía, mi cuerpo se movía por instinto. Cabe mencionar el pequeño detalle de que Alan se encontraba sin camisa y que por primera vez en toda mi vida me parecía atractivo, demasiado atractivo.
En un rápido movimiento me colocó encima de él, quedando con una pierna a cada lado de las suyas, todo esto sin que nuestros labios se separaran ni un segundo. Comenzó a acariciar toda mi espalda, hasta llegar a la parte baja me quitó la camiseta que llevaba puesta, que por cierto era suya. El beso se volvió aún más intenso, como si eso fuera posible. Alan separó nuestros labios para comenzar a repartir pequeños besos por todo mi cuello. ¡Oh santo de los besos calientes, esto se siente tan malditamente bien!.

Tenía mis manos en la sexy y trabajada espalda de Alan, cuando dejó mi cuello y volvió otra vez a atacar mis labios. Hasta que... si, interrupción. ¿No podía faltar verdad?. Sonó su teléfono. Nos separamos, nuestra respiración estaba agitada, conectamos las miradas y entonces caía por completo en la realidad. Me levanté rápidamente de sus piernas, tomé la camiseta, y me tape, sólo estaba en ropa interior, ya que la camiseta me quedaba como un vestido. ¿Qué mierda había hecho?. Lágrimas comenzaron a bajar por mi rostro.

- Cati yo...

- No digas nada - lo interrumpi - ¿Qué acabamos de hacer Alan?.

- Cati, no llores.

- Respondeme. ¿Qué hemos hecho?.

- Preciosa no llores por favor, lo que pasó fue un malentendido ¿Si?.

- ¿Un malentendido? Alan eres mi primo. ¿Cómo se supone qué tú y yo podamos tener ésta clase de "malentendidos"? - le respondí con voz irónica y un poco más elevada.

- Tampoco es para tanto Cati.

- Claro porque a ti todo te da igual ¿Verdad?.

- No es así - dijo algo furioso.

- ¿Entonces cómo es?.

- Vamos Cati, ¿no sentiste nada acaso?.

- No - mentí.

- ¿No? - preguntó acercándose hasta donde yo estaba.

- No - volví a mentir.

- Pues... ¿Sabes qué? Yo si sentí algo - acarició las puntas de mi cabello.

- ¿Qué sentiste? - pregunté tratando de ocultar mi curiosidad pero creo que no lo logré.

- ¿Quieres saber lo que sentí? - preguntó Alan en mi oreja.

Yo sólo asenti con la cabeza, las palabras no salían de mi boca.

- Pues - siguió - averigualo - dicho esto se apartó, me guiñó un ojo y se fue al baño.

¿En serio? ¿Pero qué demonios se piensa? ¿Quién rayos se cree que es? Idiota.

Después de quedarme unos minutos ahí maldiciendolo, fui hasta su habitación, me vestí con la ropa que había tenido, y  salí de su apartamento dando un fuerte portazo que seguro despertó a más de un vecino. Que se pudran todos.

Alan

Después de ese pequeño encuentro con Cati, tuve que salir de ahí para darme una ducha bien fría, ya saben por qué, para 'bajar' un poco las alocadas hormonas.

Que intenso fue eso, Dios. Por fin haber probado esos labios es la gloria, siento que estoy como en las caricaturas, con cara de idiota saltando por las nubes. Recordaba una y otra vez ese momento en mi cabeza, si fuera un dvd ya lo hubiese rayado. Nunca jamás en mi vida sentí algo igual, lo que Cati hizo con un beso, otras chicas ni siquiera después del encuentro íntimo pudieron hacerlo. ¿Me estaré volviendo loco? Y si lo estaba haciendo, Cati lo valía, lo valía todo.

Un fuerte portazo me sacó de mis pensamientos. Me reí.

- Adiós pequeña idiota - dije sin poder evitarlo.

Reí nuevamente, definitivamente me estoy volviendo loco.

Salí de la ducha y me dirigi a mi habitación, que lamentablemente estaba vacía. Seque mi cabello con la toalla, me puse unos boxers, y me acosté en la cama. Pensaba en lo que acababa de pasar hace un momento. Y con una sonrisa en mis labios quedé completamente dormido, y juro que hace muchos años no me dormía tan feliz.

Cuando nos volvamos a Encontrar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora