PRÓLOGO

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Otra mañana más que me despierto y me quedo todo el día en la cama sin moverme. Mi vida no tiene sentido, solamente quiero morirme y beber hasta perder el sentido.

Me viene a la mente imágenes del día en el que mi vida se paró para siempre. Fue exactamente cuando sufrí una rotura en la rodilla izquierda, en el mejor momento de mi carrera, justo cuando estaba en lo más alto y era la bailarina principal de una compañía neoyorquina muy prestigiosa.

Después de eso, todo cambió y mi vida dejó de tener sentido.

Los médicos me aseguraron que podría tener una vida normal, pero debido a la lesión, ya no podría dedicarme al ballet profesional y a partir de ahí, deje de existir porque todo lo que yo era, ya no podía serlo nunca más.

Amo la danza, era el motor de mi vida y desde que tengo uso de razón, me he dedicado a bailar. Aún recuerdo cuando papá me llevaba a clases de ballet y me ayudaba a perseguir mis sueños y a ser feliz, y ahora, ahora ya no tengo nada.

Cierro los ojos y recuerdo cuando me di cuenta de que este era el camino que quería llevar. Estaba con papá y tan solo tenía cinco años, pero en mi mente lo tenía más que decidido.


<< —¿Sophia, te quieres dedicar a esto? —pregunta.

—Sí, papá —grito feliz —seré la mejor bailaría del mundo.

—Entonces, me haré cargo de que así sea —sonríe y supe que decía la verdad. >>


Papá era el hombre más guapo, bueno y maravilloso del mundo. Se dedicó por completo a mí porque, al poco tiempo de nacer, tuvo un accidente que le imposibilitaba tener más hijos y por ese motivo, hizo todo lo que estaba a su alcance para que fuera feliz.

Siempre quiso tener más hijos y la vida le castigó, otorgándole solo uno.

Sonrío al pensar en todas las noches que, mientras me llevaba a la cama para acostarme, hablaba conmigo y me decía la misma frase antes de irse.


<< —Sophia —me envuelve con el edredón —eres lo mejor que me ha pasado en la vida y quiero que lo recuerdes.

—Te quiero, papá —respondo mientras me abraza—eres el mejor papá del mundo.>>


Lo amaba tanto, era mi persona favorita y justo en esos momentos, donde estábamos solos, nos decíamos lo importante que éramos el uno para el otro.

Cuando cumplí los doce años, el sheriff del pueblo, el señor McGarrett, nos dio la peor noticia que me podrían dar. Papá había sufrido un infarto y nos dejaba para siempre.

Esa fue la primera vez que la vida me demostró que no todo era de color de rosa, sino que, a veces, puede ser dolorosa y cruel. No era justo, era un hombre bueno y cariñoso, y no se merecía irse tan pronto.

A raíz de ahí, no dejé de bailar, continué y lo di todo, le había prometido que sería la mejor bailarina del mundo y pensaba cumplirlo, cueste lo que cueste.

Mi día a día era entrenar para conseguir mis sueños, apenas tenía amigas porque no tenía mucho tiempo libre y lo poco que tenía, lo utilizaba para descansar, pero de repente, empecé a desarrollarme y el chico más popular del instituto, se fijó en mí.

Sonrío al acordarme de él, de William Danson, el chico más guapo, alto, fuerte y con unos ojos tan azules, que no podía dejar de mirar.

Tuvimos una relación de dos años y durante ese tiempo, me ayudó a aceptar que mamá se casara de nuevo, y que lo hiciera con alguien tan repugnarte.

El camino que me lleva a ti. Where stories live. Discover now