Capítulo Único

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Las empresas San Román siempre tuvieron mucho éxito. Ha sido un negocio familiar el cual Esteban San Román ha heredado y cuidado con mucho celo.
Por supuesto no es una tarea fácil estar al frente de una empresa tan exitosa, tan grande y con tantos empleados, pero a él solo le interesa especialmente una empleada.

Él pulsa el botón del teléfono.

- Señorita María, ven a mi despacho ahora.

Esteban, al escuchar que tocaban la puerta, se sentó en su lujosa silla detrás de su escritorio.
-  Señor San Román…

- Oh María, está usted muy hermosa hoy.

- Gracias, usted también se ve muy bien. - Ella dijo con una sonrisa.

A él le encantaba verla sonreír pero le gustaba mucho más apreciar el brillo travieso que surgía en sus ojos felinos cuando él le provocaba.

- Me gustaría que hiciera todas las impresiones y correcciones de los presupuestos y luego… vuelva a mostrarme.

Ella se excusó y salió. Esteban sabía que ella era muy eficiente, hace pocos meses trabajando juntos y observando esas maravillosas piernas, su trasero, sus pechos… Sí, decididamente todo en ella era muy eficiente.
....

Unas horas más tarde y, por supuesto, después de otra reunión aburrida, Esteban escuchó la llamada en la puerta. Sólo podría ser una persona, ya sabía que era su secretaria, nadie podría pasar por ella sin antes ser anunciado.

- Señor San Román, he hecho todo lo que me has pedido. — Ella dijo, deteniéndose al lado de su silla.

- Siempre tan competente María, no sé qué haría sin ti.

- Señor San Román usted es un buen jefe. – ella sonrió

- Siéntate — ordenó, señalando el escritorio frente a él.

La mujer obedeció rápidamente, cruzando las piernas suavemente.

- Oh María, ¿qué voy a hacer contigo? — Dijo levantándose y acariciando su muslo.

- ¿He hecho algo que no le gustó señor San Román? - Ella dijo con voz seductora.
- Oh no, pero usted puede hacer algo que me va a gustar mucho...

Con una mano le hizo separar las piernas haciendo la falda subir un poco más marcando sus muslos y dejando a la vista sus bragas de encaje rojo. Eso lo excitaba sobremanera. María era una joven bajita y con un cuerpo perfecto. El pelo negro como el ébano, los ojos verdes, los labios finos y deseables. Era una verdadera tentación.

Ella sabía muy bien lo que quería, siempre con sus juegos de seducción, le encantaba dejar su jefe sin habla.
Él le pasó las manos por el interior de sus muslos siguiendo hacia arriba. María echó la cabeza hacia atrás esperando sentir el placer que vendría luego más. Y lo sintió. Él le tocó con los dedos por encima de la prenda.

- Oh señor San Román... – ella murmuró cuando él apartó sus bragas y le tocó la piel suave y húmeda, para finalmente penetrarle un dedo.

Estaba mojada y su dedo se deslizó fácilmente, ella era apretada y él supo que estaba caliente.
Tocaba sus pechos por encima de la blusa, apretando y masajeando mientras su otra mano se ocupaba de otra parte.
Sintió su respiración agitarse mientras su nombre escapaba como un jadeo de los deliciosos labios. Así que lentamente fue quitando su mano.

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