~Cotard~

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5 de mayo de 5932.

Una vez alguien me dijo que el destino puede ser cambiado. Que lo que tu respondas ante una concisa pregunta, puede cambiar el rumbo de tu vida. Bueno, esa persona terminó muerta tras intentar asesinarme. Como me hubiera gustado que lo hiciera, en aquel momento tuve que presenciar como miles de vidas se perdían. Gente moría de aquí a allá. Pero yo no. Yo no moría, ni yo ni Dante.

Me imagino un mundo en el que podría haber sido feliz. En el que no estuviera solo. Un mundo utópico en el que todos los que quiero no estuvieran muertos. Un presente diferente. No lo sé. Soñar con eso es lo único que a estas instancias me mantiene cuerdo, o tal vez sólo me vuelve más loco. Lo peor de todo esto es que ya no me queda nada por hacer. Ya no hay distracción que valga, canción que no haya escuchado, alcohol que no haya probado, mujer con la que no haya dormido. No hay absolutamente nada para mí. Porque éste no es mi mundo. Es que yo ya estoy muerto. Morí a los diecisiete años, en el momento en que mi hermano me disparó en la cabeza para salvarme de mi mismo ¿Qué clase de broma me ha jugado Dios? He hecho cosas realmente malas. Satanás al menos debió dejarme un rinconcito en su infierno. Ambos son idénticos, igual de tacaños con su mundo. Tanto así que ninguno fue capaz de hacerme un pequeño espacio. En su lugar me dejaron aquí, en un mundo que no tiene nada que ofrecerme. Cuatro mil años vagando por todos lados sin un rumbo en específico. Aprendiendo todos los idiomas que pueda, todos los instrumentos, todas las materias y carreras. No hay nada que me llene. Nada vale la pena. Yo he muerto hace tiempo.

Dante fue el único que estuvo ahí. La única persona que me entendía. El único ser en el mundo que me superaba en edad. Alguien tan incapaz de morir como yo. Apenas si puedo recordar su rostro. Irónicamente, el único que creía que podría acompañarme por la eternidad fue asesinado. Y es que el paso del tiempo ha permitido nuevas tecnologías. Entre ellas, alguien ha conseguido crear algo tan potente como para matar algo que ya estaba muerto, un inmortal.

Y aquí estoy. Recordando viejos tiempos, cuando era feliz, cuando la vida aún valía algo para mí, cuando era un niño de doscientos años que creía que la vida era algo bueno. Cuando aún no entendía que yo no pertenecía a éste despiadado mundo. La muerte no es algo malo, la muerte sería un regalo en estas instancias. Si alguien lee esto, le pido que por favor logre asesinarme, por piedad. Solo quiero morir. Tal vez mis pecados me han llevado a este punto. Quizás mis manos se han manchado de demasiada sangre inocente. Sí, puede ser eso. Arrasé con un pueblo entero que fue reducido a un pedazo de tierra. No fue mi intención, yo no quería. La situación lo ameritaba, perdí el control de mí mismo. Todo mi equipo murió, ¡Todo un pueblo murió por mi maldita culpa, maté a cientos de inocentes sin poder responder por mis actos después! El único sobreviviente mató a Dante y a más de mis amigos. Me dejó vivir, a sabiendas de que era el único que portaba un arma capaz de matarme, me dejó vivir para que sufra, porque la vida es un castigo para mi cordura y él lo sabe.

A veces tengo alucinaciones. Imagino a Freya conmigo. Ella era la representación encarnada de la muerte. Cualquiera que la tocara moría instantáneamente. Cualquiera menos yo. No podía quitarme ni un poco de vitalidad porque no había vida en mí. Éramos perfectos. Yo era el único además de Dante que podía tocarla, y ella era la única que podía entender lo que yo sufría al haber asesinado involuntariamente. La amaba, la amaba como a nadie. Sufrí cuando supe que la trasladaron a otro país. Sufrí aún más cuando supe que la asesinaron. Parte de mí se quedó con ella. Jamás pude decirle con claridad lo que sentía. Porque un "me gustas" no bastaba, tampoco lo hacía un "te amo". No. Yo quería decirlo una y otra vez, en mil lenguas diferentes y de distintas maneras. Pero no pude, jamás pude despedirme. Se la llevaron durante la noche. La amaba, aun cuando no quería hacerlo. La amé incluso cuando yo me decía que los sentimientos románticos no iban conmigo. Pero yo no podía evitarlo. No pude evitar que se volviera vital para mi cordura, no pude evitar las pesadillas que me provocaba, no pude ni quise evitar el no poder olvidarla.

Thea era todo lo contrario a Freya. Ella era vida, capaz de controlar por completo a la madre naturaleza. Podía otorgar vitalidad y provocar la muerte. Ella era mi mejor amiga. Tan importante para mí como lo eran Freya y Dante. La quería. Mi afecto era bastante cercano al amor. Un amor familiar. Era como una hermana. Fácilmente podría ser considerada inmortal. Ella podría haber estado allí para acompañarme y mantenerme cuerdo. Pero dio su vida por la de alguien más. Por alguien que el mundo consideraba más importante. Una persona qué de todos modos, fue asesinada en batalla tiempo después.

Por último, estaba mi medio hermano, Sam Green. Él fue mi única familia. Quién me sacaba de problemas de niño. Recuerdo que terminaba golpeado por salvarme en las peleas. De joven fui un verdadero imbécil. A tal punto que obligué a mi hermano a hacer algo terrible (Entrar en detalles sería explicarles que el mundo fue consumido por muertos vivientes provocado por un virus. No es el punto de esta historia). Pues bien, lo resumiré a que casi asesino a alguien. Él tuvo que detenerme de hacer algo horrible. Tuvo que dispararme. Me gustaría que eso me hubiera matado en el momento. Pero quizás no era lo que me merecía. Tal vez fuerzas mayores determinaron que la vida era un mejor castigo para un homicida. No lo culpo, yo me busqué esto, yo lo obligué a hacer algo por lo que luego se culparía por años.

9 de julio de 5932.

No hay día en que no me pregunte como llegué a esto ¿Cómo todo fue capaz de salirse de las manos? No recuerdo cuando fue la última vez que sonreí. La última vez que hablé con una persona. Ni siquiera puedo saber cuándo fue la última vez que comí. Me gustaría decir que no siento nada. Pero sí siento. Siento dolor, demasiado. Estoy en medio del desierto. No sé por qué. No sé a dónde voy. No me importa. Anhelo morir, lo deseo con ansias, pero no hay nada que me mate. Excepto una persona, un anciano que hace tiempo murió. Eso se supone, pero es algo confuso. Está frente a mí. Por un momento creí que era una alucinación, pero no recordaba tan bien su rostro como para imaginármelo. Tal vez ahora sí se apiade de mí. Quizás esta vez me mate. Quizás...

Estoy sangrando. Siento como mi corazón deja de latir de a poco. Estoy feliz, porque creo que me estoy muriendo. Sí, no hay duda. Moriré pronto. Ha sido suficientemente largo mi camino, creo que ya era hora. —Te tardaste— Le digo. El anciano luce enfadado, quizás no era la reacción que esperaba de mí, pero yo le estoy agradecido. —No fue mi intención. Yo no podía controlarlo— Esas son mis últimas palabras. Me odia porque destruí todo lo que amaba. Yo también me odio, pero es cierto, no lo controlaba. En fin, creo que es hora. Ya no importa si alguien encuentra este diario. Me quedan unas pocas horas de vida. Mi cuerpo es el de un inmortal, pero lo que sea con lo que me haya disparado, ha logrado superar eso. Moriré en unas horas o minutos. Eso es bueno. Me da tiempo de despedirme de quién sea que lea esto. Adiós. 

COTARD - #OneShotWhere stories live. Discover now