Capítulo 1

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Capítulo 1

-¿ Cómo demonios esperan que alguien pueda comer algo en esta pequeña mesa, repleta de extraños? - refunfuñó Dale Upton al oído de su hermana.

Melody Travers rió sofocadamente. Por lo menos, Dale había tenido la suerte de sentarse a la cabecera de la mesa. Ella estaba encajada entre él y una corpulenta mujer a su izquierda.

-  No es demasiado cómodo- admitió en un susurro, para que su vecina no pudiera oírla-. Estoy prácticamente en el regazo de esta pobre señora.

Dale echó un vistazo a la mesa, con aire de disgusto.

- Espera que llegue el resto de la gente- gruñó él en voz baja-, cuando todos se sienten frente a nosotros, hombro con hombro y mirándonos a los ojos. ¡Ojalá sea buena la comida...! ¡ Tan buena cómo el espectáculo!

-  Ya te estás arrepintiendo de haberme traído aquí,¿no?- murmuró Melody con sonrisa burlona.

Su hermano esbozó una reluctante mueca.

-  Casi- admitió- Preferiría estar en las mesas de los dados.

-Todavía estarán allí cuando acabe la función- replicó Melody- así que basta de lamentos. Sabes que la única razón por la que te he acompañado es porque me prometiste que veríamos un buen espectáculo.

-Y lo mantengo- afirmó Dale mientras se buscaba el tabaco en el bolsillo-; deberías agradecermelo. No hay demasiados hermanos dispuestos a sufrir estos apretujones por una simple hermana.

Melody rió, y mientras Dale encendía el cigarrillo, echó una inquisitiva mirada por la estancia. Era de enormes dimensiones, estaba repleta de sillas y mesas, y casi todas ocupadas. A pesar de sus quejas, ella y Dale estaban situados en una mesa cerca del escenario, desde donde disfrutaría de una excelente visión una vez hubiese comenzado el espectáculo. Y no había sido cuestión de suerte. Melody había visto cómo su hermano entregaba al maître una sustanciosa propina.

La atención de Melody quedó centrada en su hermano, que tamborileaba con los dedos en la mesa Dale esperaba ansioso la comida y el inicio del espectáculo. Estaba impaciente por volver al casino, y eso- Melody lo sabía muy bien- es lo que haría una vez considerara que habían finalizado sus obligaciones de acompañante de su hermana a aquella cena-espectáculo.

De soslayo, Melody examinó el perfil de su hermano. A sus veintinueve años, Dale- con sus grandes orejas, su pelo castaño y sus vivaces ojos marrones- resultaba atractivo. Su rostro era juvenil, siempre con una nota de desesperación, y tenía un fino bigote- que Melody odiaba-, en un esfuerzo por aparentar una mayor madurez.

Los dos hermanos no se parecía mucho. El cabello de Melodt, que le caía en rizos sobre los hombros, era castaño rojizo, y sus grandes ojos marrones tenian toques de marrón y oro. Muchos hombre le había dicho que era guapa, pero ella lo había tomado siempre como una galantería , tras haberse mirado en el espejo. Melody era totalmente incosciente del efecto que causaban sus grandes ojos verdes, sus carnosos y suaves labios y su mandíbula, que denotaba carácter y que atraía a los hombres, que veían en ella vigor y firmeza, no testarudez.

Hacía ya más de año y medio que no veía a Dale, y se dió cuenta de que no había cambiado nada desde la última vez. Seguía igual de frívolo, dispuesto a pasar un buena rato, igual que cuando eran adolescentes. Lo único que le interesaba a Dale era su trabajo, el cual era todo su éxito. Peró después Melody recordó la impresión que le causó mientras le hablaba de una partida de blackjack jugada aquella misma tarde. Lo escuchó con el mismo escalofrío de consternación que había sentido mientras le había visto jugar. Dale se había comportado como si fuera una cuestión de vida o muerte y esto la asustaba. Era un aspecto de su personalidad que no conocia y que no le gustaba. La pasión en los negocios es una cosa, pero la pasión en los juegos de azar podría llegar a ser peligrosa. Se pregunto si, después de todo, no habría sido un error ir a Las Vegas.

Le pareció una buena idea  cuando Dale le telefoneó a Dallas para proponerle el viaje. Él dijo que tenía unas semanas de vacaciones y que planeaba pasar unos días en Las Vegas; y ella podría acompañarle. Melody aceptó de inmediato. Hacía tiempo que deseaba tener unas vacaciones, y aunque Rob estaba absolutamente disconforme, no permitió que ello la desalentara. Además, ¿qué había de malo en que dos hermanos pasaran juntos unos días de descanso? Resultó difícil convencerle, pero al fin aceptó que la oficina podría  pasar sin ella al menos una semana.

El día anterior fué entretenido y agotador a la vez. Dale había llegado a Dallas en helicóptero, y más tarde tomaron juntos el avión a Las Vegas.

El viaje se les hizo corto, ya que durante el mismo estuvieron intercambiando noticias.

Dale le contó cómo le iba en el trabajo,y,  entre risas, le describió a varias chicas con las que salía, aunque, según dijo, aún no tenía pensado casarse. Esto les llevó  a una discusión sobre su padre, viudo  y qué recientemente se había vuelto a casar con una mujer a la que no conocían aún, ya que él, desde su retiro del servicio en la Armada, unos años antes, se había establecido en España. Dale le preguntó por Rob, por su trabajo, y así pasaron un rato en agradable compañía. Sólo había un asunto que mantenían estrictamente al margen, cómo lo habían hecho durante los últimos cinco años, y aunque Melody tenía muchas preguntas en la cabeza, nunca las formulaba.

Había cosas que es mejor no saberlas.

- Tu abogado es demasiado malo para estar aquí con nosotros- dijo Dale, haciéndola volver al presente-. Creo que debería conocerle para examinarlo, ya que papá está al otro lado del mundo.

-¿Examinarlo?- Melody se estremeció ligeramente-. Parece como si tuvieras que dar tu aprobación, y no es así. Me gustaría que lo conocieras, pero me casaré con él tanto si quieres como si no quieres. ¡Ya no soy ninguna chica de dieciocho años!

- Tienes veinticinco años ya eres una mujer adulta- asintió Dale apagando el cigarrillo en el cenicero-. Te crees muy segura pero no importa lo que creas; sigues siendo mi hermanita. No quiero ver como vuelves a equivocarte.

- No te preocupes.- Melody suspiró, manoseando un vaso de agua con gesto de nerviosismo-. No es una decisión precipitada. Hace casi tres años que soy secretaria de Rob Wallis, y nos conocemos lo suficiente. Rob es totalmente distinto de...

-¡Brand!- exclamó Dale como en una descarga.

Melody levantó la cabeza de golpe, y el vaso se le escapó de las manos, cayó sobre la mesa y mojó el mantel. Alzó la mirada, parpadeando con incredulidad, y sintió una presión en el pecho qué casi le impedía respirar.

Dale empujó hacia atrás su silla y se levantó para estrechar la mano del hombre de quién había estado hablando. Después los dos hombres se sentaron, quedando situada Melody frente a su primer marido.

- Buenas tardes, Melody- saludó Brand Travers con voz amistosa, mientras su mirada bajaba desde la cara hasta el escote en V del vestido verde de su exmujer.

Regreso al amorWhere stories live. Discover now