Capitulo 30 Inquisidores

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Capítulo 30 Inquisidores

Lord Aelderic bajaba las escaleras a toda prisa, mas trataba de permanecer incólume. La intriga le consumía y la angustia lo asfixiaba. Los gestos estoicos y severos de los hombres que aguardaban en la sala de la mansión hacían que se erizara su piel y su corazón quisiera saltar de su pecho. Eran los inquisidores y venían por su hija. Y estos venían acompañados

Sentados se encontraban el obispo del reino de Sajonia Monseñor Fredrick, Su Santidad el Monseñor Bodicelli y otros dos sacerdotes de alta jerarquía, entre estos el temible inquisidor Bernardo Gui. Este había hecho de las suyas en Toulouse, de donde sacó a los visigodos herejes que resultaron ser los vámpirs derrotados en tierras germanas. No había duda, venían por su hija.

–Bienvenidos caballeros. Su santidad, Monseñor Bodicelli, Monseñor Rudrich. Monseñor Gui, es un placer tenerlo por aquí. ¿Y ese milagro? ¿Que trae a tan importantes personalidades de la Santísima Iglesia a la casa de este humilde servidor y fiel devoto?– El duque saludaba uno a uno a los visitantes y les pedía que tomaran asiento.

–Nos trae aquí un asunto muy delicado, me temo, Lord Aelderic. De muy buena fuente nos hemos enterado que cosas muy extrañas han acontecido en sus dominios.– Bodicelli tomaba la palabra. En sus manos sostenía recelo un sobre sucio y maltratado.

–Cosas, ¿cómo cuales?– Lord Aelderic comenzaba a sudar frío. La sirvienta traía una botella del mejor vino francés de la bodega y le ofrecía a los sacerdotes. Solo el inquisidor rechazaba haciendo ademanes con su mano y manteniendo su gesto inmutable. Más bien se estaba dedicando a estudiar el Lord Aelderic con su mirada.

–En las afueras de la región de Harz se encontró el cadáver de un mensajero. El pobre infeliz yacía prácticamente desmembrado y decapitado. Junto a él se halló una nota que narraba cosas terribles que estaban aconteciendo en este lugar. Se hablaba de demonios bebedores de sangre, sirvientes decapitados y unas instrucciones claras de cómo acabar con estos seres del infierno. La nota está dirigida a usted y aparece firmada por su yerno, Lord Edmund Wigheard.– Detallaba el obismo Fredrick haciendo alusión al macabro asesinato de Goeffrey a manos de Leila.

Gui miraba con suspicacia al duque. El rostro de lord Aelderic palidecía ante lo que estaba escuchando y permanecía en silencio. Era mejor esperar a que los inquisidores terminaran de hablar. Así conocería todo lo que tenían que decir y cómo reaccionar sin poner aun más en peligro la vida de su adorada Ardith.

El inquisidor Gui aclaraba su garganta. Ya había permanecido callado mucho tiempo. –Me temo que esta visita no responde a menesteres políticos o económicos como los cuales está acostumbrado. Venimos por una mujer que ustedes hallaron mal herida en el bosque aledaño a esta mansión. Su nombre es Leila Von Dorcha, condesa de Suavia en vida y que es un vámpir. Perdimos rastro de ella en la región Bávara donde causó estragos y la muy maldita llegó hasta aquí en su búsqueda de saciar su sed de sangre y poder.– El inquisidor se ponía de pie y caminaba hacia Lord Aelderic.

–Pues les informo con grato placer que su búsqueda ha terminado. Esa endemoniada mujer ya no existe. Mi yerno y sus hombres acabaron hace unas horas con ella en las profundidades del bosque. Sus restos fueron quemados y reducidos a cenizas. Puede enviar a sus hombres a cerciorarse de que lo que digo es cierto. Le pediré a los soldados de Edmund que les guíen hasta donde están los restos de Leila.– Ya Lord Aelderic sentía alivio y exhalaba toda la tensión que se había apoderado de su cuerpo.

–¿Acabaron con Leila? El heraldo del rey Enrique es más capaz de lo que esperábamos. Acabó con los demonios en las regiones del sur y logró llegar a tiempo para destruir a Leila. Mire que la condenada y maldita vámpir nos dio quehacer desde que huyó de Suavia. Más de un siglo vagando por estos lares... Pero me parece bien. Eso haremos, enviaremos a nuestros hombres a verificar si en efecto la mujer ha sido descuartizada e incinerada como es debido.– Monseñor Bodicelli señalaba a sus hombres que salieran a comprobar lo que les decía Lord Aelderic.

–Bien, con esto verán que Leila ha sido derrotada. Debemos celebrar con un poco más de vino, ¿no les parece? Frida! Trae más vino para nuestros eminentísimos representantes de la Santísima Iglesia!– Lord Aelderic ordenaba a la doncella que salía corriendo hacia la bodega por más vino.

–Antes de dar por terminada nuestra misión, Lord Aelderic, sabemos que quien halló a Leila aparentemente moribunda en el bosque fue su hija. También nos mencionó Fray Rudrich que su hija ha estado muy delicada de salud y que sufría de fiebres y delirios. ¿Cómo sigue su hija? Ardith es su nombre, ¿verdad?– Gui agarraba de su copa de vino y bebía un sorbo sin dejar de mirar a Lord Aelderic que casi se ahogaba con el vino al escuchar al inquisidor preguntar por su hija.

–Oh, bueno, Ardith ha estado algo delicada de salud, es más bien, emocional. Nunca ha podido recuperarse de la pérdida de su madre hace algunos años... ni yo tampoco. Luego su prometido parte a guerra y ella entristece. Su nana muere a manos de Leila y todo esto la ha deprimido sobremanera. Pero gracias a la providencia de nuestro Señor Jesús, ya está reponiéndose y descansa tranquilamente en su alcoba.– Lord Aelderic trataba de lucir coloquial y sosegado.

–Me alegra saber que ya la joven está recuperándose. Me gustaría verla y hacer una oración por ella para que Dios Todo Poderoso ponga su mano y ocurra el milagro de la sanación.– El inquisidor arqueaba una ceja y miraba con malicia la reacción corporal del duque.

–Su Santidad, no quisiera contradecirlo, pero mi hija descansa para recuperarse. No me parece prudente despertarla a estas horas. Podemos hacer la oración aquí en la sala, si estiman conveniente.– Lord Aelderic debía evitar a toda costa que estos hombres vieran a su hija. Podrían descubrir que Ardith había sido mordida por Leila y no habría clemencia para ella. Tendría el mismo fin de Leila. La duquesa sería descuartizada y quemada para acabar con la maldición.

–¿Está usted negándole la bendición directa a su hija de recibir oración por tres altos representantes de la Iglesia Católica Romana? Mire que no todo enfermo tiene la dicha de ser recipiente de una unción tan sagrada como la nuestra. Nos contradice y nos ofende... y ofende a la Iglesia y a Dios mismo, pues está rechazando su bendición.– Monseñor Bodicelli se ponía de pie furioso y encaraba a Lord Aelderic ofendido.

El duque de Harzburg no sabía qué hacer. Se negara o no estos hombres de todas maneras tendrían acceso a la habitación de Ardith. No había nada que pudiera hacer para evitarlo. Mejor era así de manera sosegada que provocando que irrumpieran a la fuerza. Sólo esperaba que al llegar a la recámara de su hija su yerno encontrara la manera de evitar que se llevaran a su hija.



***** Notas al lector

(1) Bernardo Gui fue un famoso inquisidor de la iglesia Católica para los siglos XII y XIII, época en la cual se desarrolla esta novela. Si estuvo en Toulouse y fue responsable de la muerte de pobres desgraciados considerados herejes y brujos.

(2) La mayoría de los lugares que aparecen mencionados en Ardith son propios de la Alemania de los siglos XII al XIII.

(3) los nombres de los personajes de esta novela son de origen germano, gaélico o sajón antiguos.

Ardith (Español) [Historia destacada-Featured]Where stories live. Discover now