Cap. 20

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No sé lo que es.

Quiero tomar todos los riegos contigo.

Desperté primero que él, me senté a su lado y lo mire dormí mientras sentía que podía.

Afuera, a través de los cristales, en un cielo tan distante el rosa pastel empezaba a desaparecer y la luz del sol hacia que todo se viera más nítido. El resplandor le molestaba y con el antebrazo se cubría el rostro. No podía dejar de estudiar su gesto dormido, no podía dejar de olerlo en secreto. La madrugada por fin le cedió el espacio a la radiante mañana, la hora de irse estaba por llegar. El despertador estaba por sonar y yo solo pensaba — ojala pudiera parar el tiempo y dormir doce horas seguidas — no quería que se levantara y dejarlo con la excusa de que llegaría tarde a un lugar donde nadie me estaba esperando.

Me levante de la cama evitando hacer ruido, desactive el despertador y me fui directo a la cocina, tenía una hora para prepararme; alistar el desayuno, darme un baño y hacer que Gustavo saliera sin que Will lo notara.

Mientras acababa de preparar el jugo de naranja, el mini sándwich integral con jamón de pavo y crema de queso estaba en proceso; el pan se tostaba lentamente y de la misma manera le iba colocando el cremoso queso. Con una mano servía el pan en el plato y con la otra tomaba el vaso para darle un sorbo al jugo, comía a la vez que preparaba el desayuno para agilizar el paso.

Me concentraba tanto en no hacer un desastre que no note la presencia de Gustavo que se encontraba sentado al costado de la isla de la cocina; no tenía camisa, iba descalzo y su piel estaba húmeda.

— ¿Qué demonios haces sentado allí? Will aún no se ha ido — dije sosteniendo mi pecho como si mi corazón fuese a escapar.

— Me despertó el olor de tu elaborado desayuno — obviamente se mofaba de mi sutileza culinaria.

— ¿Son ideas mías o acabas de tomar un baño? — ignore su comentario.

Desde mi lugar, detrás de la isla podía visualizar la puerta de la habilitación de Will, ésta se abrió de golpe y un ruido vino después, mi corazón se detuvo, con los ojos amplios y la sangre fría corriendo por mis venas mire a Gustavo; mi respiración le indicaba que se ocultara, no hizo falta hablarle, dio un salto y termino arrodillado a mis pies.

— ¡Buenos días he-hermanito! — sonreí tan forzosamente que parecía que había sido víctima de una mala praxis facial.

— Buenos días Honey, ¡dios desperté muy tarde hoy! estoy retrasado.

Will se acercó a la isla tomo uno de los panes tostados que estaba en el plato y le dio un mordisco, tan grande que apenas podía hablar — debo irme — dijo masticando grotescamente —. No podre desayunar.

Abrocho su abrigo hasta su cuello, cogió las llaves y se fue con pasos apresurados. El golpe de la puerta al cerrarse fue un indicativo de que ya podía soltar la respiración que llevaba sosteniendo por un minuto aproximadamente (los 60 segundos más largos del mundo). El calor regreso a mi cuerpo luego de eso, respire profundo, cerré los ojos, baje la cabeza y los volví a abrir. Mi rostro estaba fijo hacia Gustavo que aún estaba sentado en el suelo.

— ¿Qué diablos estabas pensando? — la ira en mi voz era palpable.

— ¡Calma! ya se fue, no hay de qué preocuparse.

— ¿A no? ¿Te imaginas lo que hubiese sucedido si Will te hubiese visto? insisto, estamos jugando con nuestra suerte.

— Créeme, para mí sería mejor que tu hermano nos descubriera y ya.

— Gustavo — resople irritada — Ya hablamos de eso. Anoche te lo dije, te dije que no es la mejor idea. Entiendo que esto está empezando a gustarnos más de lo que esperábamos pero, no quiero hacerle esto a mi hermano, confía tanto en ti. Vamos a darle más tiempo a esto que tenemos, veamos qué resulta, luego se lo decimos a todos, si se da algo más entre nosotros.

Mientras le decía a Gustavo que su idea de decirle a todos que teníamos una aventura no era buena, no dejaba de recordarlo mirándome la noche anterior; con la voz pesada argumentaba que quería ser algo más, que quería tomar los riegos. Al parecer no le importaba que su amistad dependiera de eso.

— Ya se lo hiciste Miranda, ahora simplemente debemos asumirlo.

Gustavo se levantó del suelo y cuando estaba a punto de darme la espalda tal vez para ir a buscar sus cosas y dejarme sola lo detuve, con fuerza sostuve su brazo y lo devolví hasta mí, dejándolo tan cerca que no le dio tiempo de resistirse. Bruscamente le di un beso seguido de una lengua abusadora que de inmediato exploro toda su boca, me puse eufórica y su cuerpo me respondió. Me tomo de las caderas y me subió a la isla, de la misma manera, con la misma descarga de energía despejo la barra; el pan tostado, el jugo, todo quedo hecho trizas en el suelo.

Desvestirlo no hizo falta, él ya iba sin camisa, solo se desabrocho los primero botones de sus pantalones y la sorpresita de la cajita feliz salto fuera, abriendo las piernas lo recibí, flamante y cautivadora. Me sentía diosa.

Aun extasiada y en el placentero proceso de nuestra intimida lo escuche decir con la respiración agitada que no lo haría cambiar de opinión.

— Estoy dispuesto a asumir los riesgos contigo — dijo de nuevo. 

Mi pequeño acto de rebeldía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora