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Como si de un idiota se tratara se quedó boqueando como un pez fuera del agua cuando el chico de cabellos castaños pronuncio su nombre completo.

- ¿Mycroft cierto? ¿Estás bien?-

Su innata preocupación sin un toque de falsedad, fue una de las cosas más hermosas que el pelirrojo agradecía en el mundo. En aquel tono de voz no se escuchaba la falsa simpatía, o el odio, tampoco el rencor o la tristeza, el desafío o siquiera la hipocresía. Aquel pecoso estaba tan acostumbrado a la frialdad del mundo con el que era tratado que aquella pregunta tan llena de sinceridad y autentica preocupación lo desarmo por completo. Tuvo que darse una cachetada mental para poder contestar.

- Si, muchas gracias por la ayuda en los baños, fuiste muy útil.-

- Que bueno.- murmuro el chico apartándose de la puerta, con evidente nerviosismo – entonces ¿te duele algo? O ¿sueles escaparte a la enfermería por diversión?-

Mycroft lo miro un poco perplejo, suspiro tratando de tranquilizarse sí que ese tal Lestrade era muy común como todos los demás, aunque un poquito más noble. – No. No me duele absolutamente nada y no. No conozco a ninguna persona en su sano juicio que disfrute de ir a la enfermería de la escuela por diversión, vengo más a atender un problema familiar.-

Lestrade junto sus labios, mas como para callarse la pregunta que quería hacer, ya que las únicas personas que estaban en la enfermería era un pelinegro y una señora larga y educada. Mycroft giro los ojos al ver aquella ansiedad del castaño. Al ver este gesto Lestrade trago saliva y dibujo una sonrisa nerviosa en su rostro.

- Bueno, me tengo que ir, mis hermanas pasaran por mi dentro de poco, cuídate.-

-Mi hermano está aquí.- Contesto con rapidez Mycroft. Ya lo sabía, estaba consiente que aquel jugador de futbol no necesitaba saber sus motivos, pero aun así por agradecimiento podía brindarle ciertos detalles.

- ¡El niño de pelo negro! ¿Tu hermano?- se detuvo el castaño abriendo los ojos enormemente sorprendido cuando ya se iba, pero aquella mirada gélida fue más fuerte y temible que su propia curiosidad y se volvió a callar. Aquel niño pecoso le daba interiormente un gran miedo, ya que a pesar de que era un chico chaparro y gordo lo hacía sentirse tan pequeño y diminuto y tan... tonto con su sola presencia, no quería imaginarse si ese pecoso crecía más alto que él, si de por si era temible, dios quisiera que se quedara así de chiquito toda su vida. – Si, este... ¡Hasta pronto!- Lestrade levanto una mano para moverla ligeramente en el aire, se giró y se echó a correr para no sentirse más avergonzado de sus propios pensamientos.

Mycroft se quedó con ganas de preguntarle al chico aquella expresión de asombro que había hecho y no solo eso también su exagerada afirmación e interrogación; sin embargo decidió ignorarlo para poner sus prioridades en orden. Sherlock...

Cuando entro se enteró por boca de la encargada sobre el chico que había llevado a su hermano y sobre la situación del mismo, no era nada grave, solo había sido falta de aire al cerebro. Mycroft puso atención en las primeras palabras de aquella alta mujer que por cierto era lesbiana, solo había oído "nada grave" "estará bien" "aquel chico" aquel chico era todo lo que surcaba los pensamientos de Mycroft, ya no importaba su renacuajo personal, estaría bien, ya pensaría en que decirle a sus padres, ahora lo que más importaba era deducir un poco más de aquel chico al que había analizado al salir, sus largas piernas, esas raspaduras, aquella pequeña marca en la muñeca delatando que hasta hace poco llevaba una pulsera... Lestrade no solo lo había salvado a él, había rescatado también a su hermano Sherlock, ahora sí que le debía un poco más a ese adolecente, mientras que a Gerrard... bueno Sherlock le había dado más tiempo del que necesitaba para pensar en un castigo adecuado y para eso no necesitaba más que a una fiel ayudante que recién aparecía en la puerta.

HieloWhere stories live. Discover now