II

11 0 0
                                    

Cosette, la dulce Cosette.
Ella está ahí sentada, con las manos hundidas en eso que no sabés si es su cabello negro o un montón de nubes de smog.

Tiene la boca pintada de rojo, pero ese no es el tono que ella quería, ese es muy oscuro. Cosette quería rojo vivo y le han traído vino. ¿Es que nadie entiende la diferencia entre el vino, y vivir? ¿o entre "él vino y el vino"? Porque él no vino. Y tampoco tiene vino. Qué mierda con todo, ella sólo quería un labial rojo vivo.

Pero nadie la entiende. ¿Quién entiende a Cosette? Nadie.

¿Quién la hace ronronear con palabras lindas y trata de deshacer el par de moños que lleva en la cabeza? Más de uno. Pero, ¿quién conoce realmente a Cosette? Nadie.

Lo destruye todo y ni se da cuenta. Cosette causa desastres naturales; terremotos por pisar demasiado fuerte, inundaciones en los ojos del bebé que llora porque lo ha despertado con sus carcajadas, sequías en el alma de aquel que bajó la luna sin saber que ella ya había dejado huellas en marte. Cosette no se da cuenta. Hay quien cree que ella es mala, que rompe y quiebra y destroza a su gusto. Pero es que Cosette no se da cuenta, de verdad. Ella no rompe como quien tira una copa al suelo y la hace estallar en mil pedazos con una sonrisa prepotente en los labios; ella rompe con la misma naturalidad de una ola, con la risa de quien esta ausente en su propio mundo.

Cosette se rasca los ojos inconscientemente y traza el camino de una lágrima imaginaria por su mejilla con la suave punta del dedo. Cosette siempre olvida cortarse las uñas, y entonces cuando te abraza efusivamente, terminás con un par de rasguños en los brazos, y cuando se pone nerviosa, le duele el interior de las palmas y tiene ahí la marca de dolorosas semicircunferencias.

Cosette no sabe que te ha herido hasta que ya es demasiado tarde. Y entonces corre hacia vos y se esfuerza por enmendarlo y hacer que la perdonés. Pero ya es demasiado tarde, siempre lo es.

Ella es una catástrofe.

Insignificante, porque es solo una manchita sin importancia en este universo infinito. Insignificante, como los corazoncitos que dibuja en el borde de las hojas rayadas o el lunar que tiene en el tobillo. Insignificante, como su paciencia, como sus ojos que son tan pequeños tan pequeños tan pequeños. Insignificante, como las arrugas que tiene uno en los nudillos o como las hojas de una fresa.

Y así como es Cosette.
Radiante y terca y destructiva y explosiva y quiere que todos la miren y que todos la conozcan y que todos le teman y que todos le sonrían y que todos la amen y si no la aman entonces que la odien con toda el alma, pero, dios mío ¡que sientan algo fuerte por ella, lo que sea!

No me sorprendería que nombren un huracán en honor a ella.

cosette Where stories live. Discover now