👑 Capítulo 44

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A cada movimiento que hago con las piernas para caminar, más siento ese dolor punzante en los músculos de esas zonas. Me siento cansada y parece que en cualquier momento me vayan a fallar las rodillas. Soy casi incapaz de soportar mi propio peso, voy a un paso lento para impedir desplomarme en el suelo. Aunque Fred está a mi lado, pendiente de mí, por si es necesario que me ayude.

Mantengo mis brazos alrededor de mi cuerpo, dándome un abrazo a mí misma. A pesar de que estoy algo mejor que ayer, es como si hoy me hubiese levantado con resaca y con el cuerpo molido a golpes. La garganta me arde siempre que hago pasar la saliva por ella o cada vez que decido hablar. Cuando he llamado por teléfono a Chelsea esta mañana, se ha preocupado bastante al oírme. Lo bueno es que he logrado que no haga muchas preguntas al respecto, no iba a contestar ninguna de todas formas. Si le cuento lo sucedido, lo más seguro es que se ponga histérica y haga el papel de mi madre; me obligará a dejar el caso de Axel y no pienso hacerlo. Después de todo por lo que he tenido que pasar, me niego a dejarlo. Además de que no puedo permitir dejar que Axel sea tachado de asesino por la sociedad cuando no lo es. No me termino de tragar la versión que me ha dado su amigo, no me cuadra.

—Tendría que haberte llevado en coche, no sé para qué te hago caso —se queja Fred—. Andas como un pingüino. Para cuando lleguemos a tu casa, tu amiga se habrá ido.

Una brisa de aire fresco nos golpea, haciéndome tiritar cuando este penetra en la tela de la ropa hasta llegar a mis huesos.

—No pasa nada porque camine —susurro.

Su casa está relativamente muy cerca de la mía como para ir en coche, veía el viaje innecesario. Gastar gasolina a lo tonto. Son solo veinte minutos a pie, aunque en mis condiciones estamos tardando más... Vale, tenía que haberle hecho caso, ya me estoy arrepintiendo.

El moreno suspira con exasperación.

—Kelsey, esta mañana te has levantado con fiebre. No es bueno que cojas más frío —me regaña.

—No pasa nada, estoy bien. —Sonrío.

Él rueda los ojos a la vez que suelta un sonoro suspiro.

—Venga, que ya casi llegamos —me anima poniendo una de sus manos en mi espalda.

Continúo con mi camino, mirando la esquina que hay al final de la calle. Solo tengo que llegar, girar hacia la izquierda y habré llegado a mi hogar. Veo el trayecto bastante sencillo y me digo a mí misma que puedo hacerlo, pero no cuento con la fatiga que me venía estorbando desde hace tiempo atrás, por lo que ahora me cuesta un poco respirar.

Fred parece darse cuenta de esto, ya que no tarda en adelantarme dando solamente un paso y ponerse enfrente de mí para frenarme. Este pone las manos en sus caderas y me mira con la cabeza ladea, como si estuviera ideando un plan del que no tengo conciencia alguna. Frunzo el ceño y espero a que él me encienda la bombilla.

—Agárrate. —Es lo único que llega a decir.

Acentúo un poco más el ceño, confundida.

—¿Qué me agarre a qué?

El moreno ensancha sus labios en una sonrisa de oreja a oreja, lo que me pone alerta. Sin yo esperármelo, pasa uno de sus brazos por debajo de mis piernas y el otro por mi espalda, alzándome cual recién casada. Esto provoca que un grito sordo y afónico salga de mis adentros por su tan inesperado acto.

—Lo siento, pero este último tramo se me estaba haciendo malditamente eterno. —Se ríe.

—Bájame, soy capaz de llegar por mí misma. —Doy un suave puñetazo en su pecho en forma de protesta.

Criminal | EN FÍSICO |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora