— Tú tampoco tienes padre, ¿Verdad?

Era la maldita preguntar que solía odiar. Conocía a la perfección lo que iba a seguir a continuación.

— Claro que tengo padre -dijo-, lo que pasa es que no está aquí.

El chico le interesaba. Había oído decir que tenía una guitarra y sabía tocarla. Teniendo en cuento eso, ¿Qué importaba que supiera la verdad, o una parte de ella?

— ¿Así que no murió en la guerra?

— No.

El chico se quedó un tanto perplejo. De no haber sido su compañero el que se acercó a charlar y comenzó la conversación, habría pensado que John no le daba pie para continuar la charla.

— Mi padre sí que murió en la guerra -afirmó.

— ¿En Dunkerque?

— ¡No! De haber muerto en Dunkerque yo no estaría aquí, por supuesto.  Pilotaba un bombardeo y cayó al Canal.

— Mierda.

— ¿Qué?

Dejó de mascullar. El hijo de un héroe de guerra. Peligrosísimo. Los peores. A él, en cambio, ¿Qué le había cabido en suerte? Un padre que le abandonó cuando tenía cinco años, después de proponerle que se fuera con él a Nueva Zelanda, y una madre a la que no veía más que unos días al año. Todo lo que tenía era a su tía Mimi. Realmente no era gran cosa.

— La guerra nos fastidió a todos de una forma u otra -sentenció.

A lo lejos, los suburbios se arracimaban en dirección a Bebington, cubriendo de ladrillos ennegrecidos el camino de la miseria, señalizando cada cruce invisible, cada puerta tras cual unos niños esperaban el jornal de su padre, estibador o peón, o de una madre viuda con una medalla en el armario por la que ya no le da más que honores.  Desde donde estaban ellos, las gorras de los obreros parecía que caminasen solas, coronando espaldas encorvadas o cabezas huérfanas de ilusión. Si esto era la paz, diez años después del fin de la guerra. ¿Cómo fue la contienda?

A veces lo recordaba, incluido el fuego y más explosiones de los bombardeos. ¿O se lo imaginó, como tantas otras cosas?

Los suburbios también parecían lejos desde allí. Y ellos no dejaban de ser unos privilegiados: clase media baja, según los censos.

— ¿Es cierto que tienes una guitarra?

— Sí -contestó el otro.

— ¿La tocas bien?

El muchacho se encogió de hombros, inclinó la cabeza y selló sus labios. No dijo nada, dejando que sus gestos hablasen por sí mismos.

— Yo también tengo una guitarra.

— ¿Te gusta la música?

— Mi abuelo fue cantante. Estaba en los Kentucky Minstrels.

Los héroes bélicos de la vida de su compañero desaparición.

— ¿De veras, Lennon?

— Murió en el año mil novecientos diecisiete, después de salvar la vida a dos hombres de su pelotón. Un vivo o un muerto en la Segunda Guerra Mundial era comprobable. Pero un héroe de la Primera inventado..., ¿Quién iba a enterarse? Si el otro tenía un padre, él tenía un abuelo.

Se arrepintió al momento de haber dicho aquello. ¿Y si hubiese por algún lado una biografía de los Kentucky Minstrels?

— Oye, podríamos tomar la guitarra juntos algún día para practicar, ¿No te parece?

John se extrañó de la coincidencia.  Eso mismo iba a proponerle a él a su compañero de colegio.

El joven LennonWhere stories live. Discover now