0.1 | Indifference

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Un arma. Una bala. Presionaste el gatillo. Hubo sangre, hubo muerte. Lo mataste, tú lo mataste.

Aunque parecía que leía un viejo libro titulado "100 Cartas Suicidas" que uno de mis amigos me regaló porque era mi favorito, mi concentración se centraba en esas voces. Esas voces que aún no sé si es mi conciencia o algún demonio metido en mí; pienso que podrían ser ambos porque, sin importar lo que haga, me hacen sentir culpable por lo que hice todo el tiempo.

Mi cabeza repetía esa escena una y otra vez desde que ocurrió. Cada momento, cada detalle... Ya hasta me lo sabía de memoria.

Tallé mi frente y suspiré por el estrés. Estaba harta de pasar por esto todos los días.

Tú lo mataste. Tú lo mataste... Asesina.

Me incorporé en la silla donde me encontraba sentada y traté de concentrarme en mi lectura, sin mucho éxito porque las voces insistentes en mi cabeza no se callaban. Creo que este libro sólo lo empeoraba.

—Melanie —me sacó de mis pensamientos la voz de Travis. Lo miré sonriente arqueando mis cejas, haciéndole saber que prosiguiera—. ¿Vendrás con nosotros a buscar las medicinas? No es necesario, si no quieres. Comprendemos por lo que estás pasando y...

—Iré. No te preocupes, estaré bien —dije, interrumpiéndolo abruptamente. No quería que me diera uno más de sus sermones.

Él asintió rendido y salió de la habitación donde me encontraba, sin antes dedicarme una sonrisa porque leía el libro que él me había obsequiado. Me levanté de golpe de mi asiento y busqué con la mirada mi sudadera roja, que me quedaba dos tallas más grande, ya que era de él...

Hice una mueca al recordarlo.

¡Asesina!

Sí sí sí, ya sé, maldición. Ya cállate. Estoy harta, ¡ya estoy harta de ti... voz extraña dentro de mí! ¿Será así como debería de llamarla?

Sacudí mi cabeza y me concentré de nuevo en lo que hacía. Agarré una mochila y dejé la habitación para encaminarme fuera de ésta, donde un grupo de cuatro personas charlaban; eran Mónica, Jennifer, Germán, y por supuesto, Travis. Me les acerqué y todos me miraron de forma instantánea, y no sólo porque era la más pequeña de ellos, sino porque llevaba puesta la sudadera que sabía bien que recordaban a quién le solía pertenecer. No podía soportar sus miradas de lástima.

—Entonces, ¿cuál es el plan? —pregunté tranquilamente sin hacer notorio lo mucho que me incomodaba que me vieran de esa manera.

Me observaron por unos segundos más, que parecieron una eternidad, hasta que Mónica finalmente rompió el tenso silencio.

—Iremos sólo nosotros, porque los demás no se encuentran muy bien de salud ahora.

—¿Eso significa que dejaremos al grupo desprotegido? —pregunté de nuevo.

—Pues no hay otra opción. El virus es muy contagioso —respondió esta vez Jennifer, rascándose su nuca.

—Bien... —susurré de manera casi inaudible—. Puedo quedarme con ellos, si quieren.

—No, te necesitamos. Eres muy ágil recolectando cosas —volvió a decir Mónica. A veces ella parecía ser la líder del grupo. No habíamos elegido a ninguno aún, pero sé que ella sería una muy buena.

Asentí sin más reclamos.

Decidimos que Mónica, Jennifer y yo recolectaríamos, mientras Travis nos cuidaría la espalda por si había caminantes cerca. Y por obviedad Germán me acompañaría porque ambos éramos hábiles en la recolección, aunque por alguna razón esta vez no mencionaron su puesto como siempre hacían.

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⏰ Last updated: Dec 19, 2017 ⏰

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