Querida Mia:

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Doce años antes...

La pequeña Mia de ya cinco años correteaba por la casa con una sonrisa plasmada en su rostro y con una muñeca en sus manos. Román, su padre, la miraba mientras sonreía y cocinaba.

Había podido sacar adelante a su pequeña familia y había podido hacer la labor de padre y madre pero siempre con ese dolor en su pecho tras la muerte de su esposa.

Escuchó el timbre de su casa sonar y fue a abrir la puerta, ante él se encontraba un hombre unos años mayor que el pero no tanto, este último al verlo le sonrió.

-Disculpe, busco a Román.

-Soy yo, ¿En qué puedo ayudarle?

-Vera... Me enteré hace muy poco de que Alicia había fallecido y ella estaba embarazada de mi.- respondió aquel hombre.

Las palabras de ese hombre golpearon a Román en lo más profundo de su ser. ¿Su esposa lo había engañado?, ¿Mia no era hija suya?.

-¿Papi quién es él?- la voz de la pequeña Mia interrumpió los pensamientos de Román, este se dio vuelta hacia la niña y la empujo hacia la casa.

-Nadie Mia, nadie.

Román cerró la puerta fuertemente y se volvió hacia el hombre que seguía fuera de su casa.

-Lo siento, pero ella murió dando a luz. Y su bebé también murió.

-Oh, ya veo. Entonces Alicia está enterrada junto al bebé.

-Exacto. Ahora si me disculpa debo de darle de comer a mi hija. Los niños de cuatro años comen mucho.

Román entró a la casa y cayó al suelo mientras las lágrimas caían por sus mejillas.  ¿Cómo su Alicia fue capaz de hacerle eso?.

-¿Papi estas bien?- preguntó una pequeña voz. Mia se acercó a Román, alzó su diminuta mano para acariciarle la cara, pero no logró hacerlo ya que los gritos de enfado que dio Román la atemorizaron.

-¡¿PAPI?!, ¡¿PAPI?!. YO NO SOY TU PAPI. ¡¡¿ME OISTE?!!.

Mia comenzó a llorar desconsoladamente mientras repetía que él si era su "papi".

Román desesperado por los lloriqueos y gritos de la menor, alzó su mano y la dejó caer violentamente sobre la mejilla de la niña. Ésta por tal impacto cayó al suelo con la mirada perdida.

Esa fue la primera vez que Román golpeo a Mia.