Sol y Luna

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Él era amable, simpático y brillaba, él era Sol e irradiaba luz y calor al mundo. Veía lo mejor en lo seres, no entendía cómo podía existir la maldad, pero sin embargo desde las alturas la veía. Creía que todo lo que habitaba en lo alto era perfecto, que ella era perfecta, la gran antipática y gris Luna, la cual iluminaba las noches oscuras, opacaba a las estrellas y por supuesto creía ser mejor que todos, porque digamos que su voluptuoso tamaño y sus bellos lunares le daban una gran posición ante el resto.  

La Luna esperaba que todos la admiren, claramente el Sol caía en sus cráteres y creía que era el mejor ser existente, el Sol no veía nada malo en Luna. Sin embargo ella veía lo malo en todos, hasta digamos que en ella también, frente a los otros seres se mostraba segura y con una gran autoestima, casi tan grande como ella, pero en esos momentos de soledad que a pesar de estar acompañada de las estrellas se sentía sola, en esos pequeños instantes pensaba la gran imperfección que había en ella, todo lo malo de lo alto parecía encontrase en ella. Llego a tal punto que ya no creía ni  un poco en lo perfecto, pero a pesar de eso esperaba algún día encontrar a ese alguien, que aunque no fuera perfecto, la viera a ella como un ser único en un buen sentido, que por lo menos fuera similar a lo perfecto ya que al verla a ella única realmente demostraría que tenía algo especial.

El sol brillaba, brillaba como nadie, daba esa paz y alegría que solo un amanecer te puede dar, a la tarde él se iba dejando su lugar a la bella y gran Luna, esos atardeceres que traen recuerdos y con ellos melancolía, el sol mismo sabía de eso, ya que al pensar en ella, la Luna, sus ojos que siempre brillaban de alegría comenzaban a humedecerse, esas minúsculas gotas que caían por sus doradas mejillas eran sus recuerdos y sueños, pensando que lo más probable es que el jamás pudiese formar parte importante de la vida de Luna.

Luna necesitaba alguien que la aprecie realmente, no solo por pedido de ella. Alguien que vea la magia que sus ojos irradiaba. Tal vez así cambiaría su actitud, ¿Quién sabe? Podría haber algo bueno bajo esa corteza antipática y malhumorada. El Sol seguro de eso, se acercó, la miró y sintió que ya no podría vivir si no la seguía viendo, ahora sus ojos le eran indispensables para vivir, la necesitaba.
Luna no podía entender como alguien podía apreciarla de tal forma, ella no era nada, solo un ser engreído lleno de desprecio que fingía ser superior. El Sol era todo lo contrario se apreciaba a si mismo pero especialmente a los demás, tenía la capacidad de ver esa magia en los seres, pero nunca había visto una como la de Luna, esa era magia genuina, nunca antes hallada.

Era tan especial como ella, esos ojos llenos de luz y magia, eran increíbles. Cualquiera que pudiera verla se quedaría completamente cautivado con tal magia. 

La consecuencia de ver sus ojos, era que jamás podrías dejar de verlos, se transformaban en un pensamiento constante en tu mente. Era imposible no pensar en Luna una vez conocida tan increíble magia. Y como dije antes, eso es lo que le paso a Sol, no creía poder sobrevivir sin ver esos ojos cada vez que se le cruzara por la mente.

Luna debía aceptar que alguien viera esa magia, difícil pero debía hacerlo.
Sol sin problemas veía la magia, sin esfuerzos ni complicaciones, la magia siempre estaba ahí.

Aceptación, palabra que todos decimos, pero tal como a Luna tanto le costaba ver esa magia, a nosotros nos puede pasar igual.

En fin, Luna termino viendo la magia del Sol, y al comprender que era esa magia de la cual tanto hablaba el Sol, pudo encontrar la suya. Y a pesar de que sea tal vez tan fácil escribirlo, pueden creerme, el proceso no lo fue, fue muy difícil que Luna acepte la magia que habitaba en ella. Pero logro encontrarla gracias a Él, a Sol.

El ser antipático y engreído ya no existía. Ahora había un ser que iluminaba con su magia, brindaba paz y amor. Cada cráter de su cuerpo, cada hendidura, cada recoveco, cada parte de ese increíble ser estaba lleno de luz, ya que el Sol como todos sabemos, es el encargado de proyectar su luz en la Luna, para que luego ella la comparta con el mundo.
Aunque su compañero ya era simpático, eso no quiere decir que Luna no le haya dado nada a cambio, ella le dio su amor y fue la causa del amor que el sentía. Ella hizo que el amara a un ser como jamás lo había hecho. Y ahora Sol había encontrado su propósito, buscar la magia de los seres, esa luz que se ve en los ojos y llega a ser una ventana que va directo al alma. Su tarea se había expandido, ya no solo iluminaba, ni amaba, ahora encontraba.

Esa magia fue la causa del gozo y alegría de Sol y Luna, ambos disfrutaban de gran manera esa tarea que se les había encomendado, todos sabemos que el primero en hacerlo fue el Sol, pero era de imaginarse que Luna quisiera encontrar magia junto con su amor, el Sol.

Pero cuando hablo de magia no hablo de la típica magia de los cuentos de hadas y brujas, hablo de algo mucho más especial y profundo, hablo de esa esencia que habita en nosotros, eso que nos hace ser como somos, tan únicos, y tan perfectos ante los ojos de alguna persona. Créanme cuando les digo que todos tenemos esa magia, esa esencia, nuestra única tarea es encontrarla, y para encontrar debemos buscar y si no podemos solos, porque parece haber desaparecido o nunca haber existido debemos encontrar a un Sol que nos guíe en esa búsqueda.

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