-31 de agosto, después de un año te dejé-

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Ayer por la noche morí.

Era una noche calurosa del treinta y uno de agosto y morí.

De hecho, llevaba un año en mi lecho de muerte y desde ayer por la noche al fin soy libre.

Eres el chico que le fascinaba mayo y únicamente besaba las flores de primavera.

Y te fumabas un cigarrillo únicamente con ella porque aún alrededor del humo sus flores no marchitaban.

Y tocaba una esfera navideña y las campanas sonaban a los lejos.

Eras mis cadenas y un casto beso una vez cada dos meses.

Eras la loza helada de un hotel, y las sábanas, sucias y europeas que no lavan en un año.

Eras unos lentes empañados y unos dedos largos que me sostuvieron por el cuello dos largos veranos.

Pero ayer morí y al fin soy libre.

Siete veces. Siete veces te lo dije, que era hora de dejarnos ir y para que me olvidara de ello me decías que tú yo éramos más que primavera.

Que no éramos muchas flores, si no sólo una que crecía en invierno.

Y me mandabas regalos de cumpleaños y me llamabas por apodos para que no te abandonara.

Estás solo y me dijiste que sólo querías pasar a saludar. Porque te acordabas de mí y porque primavera se había marchado por la puerta y no podía hacerte una mamada.

Ayer morí y, maldita sea, al fin soy libre.

Me persigue la curva de tu nariz, y sólo a veces la de tu trasero.

Se me aferra a cada hueso cada una de las veces que me llamabas guapa

Y tu voz junto a cada una de tus palabras me recuerda a cada una de las camas de un hotel.

Un hotel contigo se convertía en mi hogar. Un hotel contigo era lo único que teníamos.

Y es que sólo entre sábanas frías y el televisor de fondo nos entendíamos.

Pero ya he muerto y maravillosamente soy libre.

No puedo creer que me tomó un año dejarte.

No puedo creer que soportáramos un año con siete de diferencia y otras siete horas más. Un año de correrse en secreto a las tres de la mañana. Un año más con aquella chica de nombre extraño a quien no quiero mencionar y que por eso le he puesto primavera.

Me gustaría verte como un niño. Uno de esos niños que se cree maduro.

Uno de esos niños a los que no les gusta jugar en la nieve.

Me has llamado loca cuando intentaba dejarte.

Tus justificaciones se convirtieron en mis falsas acusaciones. Y volteaste mi jugada para que me atacara a mí.

Me llamabas loca todo el tiempo con aquel acento de dientes ceñidos. Me llamabas loca pero está vez fue distinto.

Está vez no llevaba mi mente a otros lugares, está vez me llevaba a ti. Donde cantabas esa canción sobre Madrid y tu soledad. Donde salvábamos al mundo y pasábamos la tarde rodando en las sábanas frías del Gran Versalles.

Iba a dejarte, al fin, después de un año completo. Después de setenta mil palabras dichas, sesenta mil insultos y cinco mil gemidos.

Después de veintidós hoteles distintos y sólo una botella de vino barato del mini bar.

Después de un año y de un amor que me mataba día a día cuando lo único que necesitaba era que me dijeras que era más importante para ti que tu colección de relojes y la flor en su cabello.

Nunca lo dijiste y me cuesta creer que al fin yo lo dije. Me cuesta creer que tuve el valor de confesarte que estaba harta.

Y me cuesta creer que no te dije la verdad.

Ayer morí.

Casi podía oír siempre la sonrisa burlona en tu rostro.

Cuando me llamabas y cuando nunca me llamabas por mi nombre.

Una vez, una vez y ya, deseé tomarte de la mano. Y jure que eras el hombre de mi vida con aquellos lentes grandes y sonrisa insoportable.

Me confesaste que la primavera no era nada una vez que probabas el invierno.

Pero te mentí cuando me llamaste loca justo ayer.

Te mentí cuando te dije que estaba harta de ti y cuando contesté tu chao casi definitivo con un suerte en tu puta vida antes de tu adiós puta borde definitivo.

No me gustan las despedidas y odié no decirte que no podía seguir esto porque a ti te gustaban las flores y yo era hierba mala llena de espinas.

No te dije que la verdadera razón de este maldito adiós era que te quería. Y que tenía miedo que pasando el tiempo te quisiera de nuevo con aquella intensidad.

Como quien cuida un regalo nuevo. Como quien no admite que le ha gustado el suéter horrible que le han tejido. Como quien guarda todo en el pecho por gusto y no por miedo.

Te lo digo ahora de todas formas: te dejé porque no me querías y porque estoy segura que vas a regresar.

Entonces ahora solo paso a saludar.

Ayer morí pero hoy he resucitado.

que de nada vale la pena comprar un suéter si ya es invierno // poemario.Where stories live. Discover now