3. [Su familia era especial]

33 4 0
                                    

Lisa era muy linda.

Sus largos cabellos marrones colgaban en una coleta de caballo, los mechones moviéndose de un lado a otro mientras ella reía y jugaba con los demás en aquél parque infantil.

Los recuerdos de una niñez tranquila y serena a ojos adultos.

Todo iba bien, ella era feliz jugando con sus juguetes y amigos.

La gente crece, eso lo entendía a la perfección. Es un proceso natural y no hay nada de que preocuparse cuando al tema se refiere. Los adultos suelen explicar la mayoría de los sucesos futuros para una mejor comprensión.

Pero había algo malo con Lisa.

Ella no era como los demás.

Pero tampoco era algo malo, eso era lo que no lograba entender.

Tenía quince años cuando todo sucedió. Su vida dió un giro que no pudo ignorar y luchó con ello cuanto pudo.

"¿Sabes hija? El amor sólo puede darse con un hombre y una mujer."

"Entonces mamá, si yo llegó a amar a otra chica, es malo?"

"Solo puedo decirte que no es nada que no se pueda arreglar."

Y así pasaron los años, aquella idea se le metió a la cabeza y no pudo más que darle vueltas. Luego a los diecisiete, se enamoró.

"Es muy linda, su esencia es la de un ángel mismo, pero está mal que me atraiga." es lo que se decía una y otra vez encerrada en su habitación.

"Creo que deberíamos llevar a Lisa con un doctor, ha estado actuando muy extraño." comentó su madre un día a la hora de la comida, con toda la familia sentada en la mesa.

"Es algo muy precipitado, Marien." contestó su padre. "Además, no está enferma."

"Pero tiene algo malo." comentó de nuevo la madre. "No ha parado de hablar de una chica en específico."

Lisa se tensó al saber que camino tomaba aquella conversación.

"Es normal que las chicas hablen de sus amigas, más si las aprecian como familia."

"Pero no tanto..."

"No me digas que eres lesbiana, es lo peor que podrías hacerme cuando yo te dí la vida, por mí estás hoy aquí con nosotros, no puedes pagarme así"

"Madre, lo siento."

Nueva escuela, nueva casa, nueva ciudad, nuevos vecinos. Todo ellos significaba una cosa: nadie sabía sobre los Lane.

"Si te comportas, podemos dejarte salir sola otra vez." le decía su madre todos los días antes de cenar.

"¿Sabes la vergüenza que me causa tu condición? Mañana empiezas con las terapias. No tendré a una hija anormal.".

Treinta horas de terapia, eso había bastado para Lisa, le habían tratado de lavar el cerebro y ella había encontrado una forma de contrarrestar todo aquello.

¿No estaba mal, no?

"No, definitivamente, amar a un igual no estaba mal."

"Mamá es la que está equivocada, tiene una visión errónea de la situación. Yo estoy bien, completamente."

No, Lisa! ¿Por qué negaste aquella confesión?"

"Simplemente no me gusta ese chico de ninguna forma"

A los veinte logró salir de casa y olvidó todo respecto a su madre, tal como ella le había pedido.

"Tu no eres mi hija." le había dicho. "No te acerques a nosotros de nuevo, solo Dios te podrá perdonar."

"A quien debe perdonar no soy yo, eres tú."

Se consiguió un lindo departamento en el centro de la ciudad, un trabajo en una empresa hermana y cambió su apellido.

Lisa Port.

No era el mejor apellido, pero era el que se le vino a la mente primero.

Y así, en la ciudad de Lyon, logró empezar desde cero. Nadie conocía a Lisa Port y con el tiempo, había tratado de cambiar su apariencia. Su largo cabello castaño desapareció, quedando un poco en un pequeño corte elegante y se tiñó de rubio. Sus pequeños ojos se hicieron más grandes y brillantes y aquellos labios obtuvieron más volumen. La pubertad le favoreció y le otorgó un cuerpo de mujer completa.

Irreconocible a los ojos de sus viejos conocidos.

Se volvió un ruiseñor por completo.

Pero solo hubo una cosa que nunca pudo hacer.

Olvidar a su primer amor.

Susurros de un ruiseñorWhere stories live. Discover now