PRÓLOGO.

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—Si tanto odiabas vivir… ¿Por qué te aferras tanto a la vida?

—Porque en éste lugar encontré una razón para seguir viviendo.

—¿Qué te pudieron dar ellos que yo no? –Dice el hombre—. Hice hasta lo imposible para que fueras feliz.

—Te preocupaste tanto por eso que nunca pensaste en nuestra felicidad –Dice mientras llora—. Soy tu hija y nunca te molestaste en estar conmigo, yo solo quería amor para ser feliz. No dinero para ser feliz.

—¡Ya nada de eso importa! —Exclama el hombre.

La lluvia no paraba de caer, los cables de electricidad los rodeaban y aquella casa ya se había reducido en cenizas. En la angustiosa desesperación de su padre, sus dedos cedieron.

Un tiro limpio en la cabeza de su hija fue suficiente para arrebatarle su vida. Al observar lo que había hecho  sus rodillas cayeron contra el suelo impactando con gran fuerza. Su mirada era la de un hombre derrotado.

—Perdónenme… —Hace una pausa—. Jajaja… No, para mí no hay perdón.

El hombre mira a la familia reunida, aquella familia a la que le había hecho tanto daño. Lentamente coloca el arma contra su corazón. Y suelta un disparo que termina con su vida, un disparo de alivio para muchos y de dolor para otros.

Su cuerpo cae sobre los cables de electricidad, electrocutando así a un cuerpo sin vida.

La familia no podía creer lo que había pasado, no podían hacer nada, ya todo estaba hecho. Su pequeña niña, aquella a la que habían querido con tanto amor. Ya no estaba.

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Espejos del PasadoWhere stories live. Discover now