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»Caput primum: Principium chaos

El sol comenzaba a esconderse en la ciudad de Kianaimathos

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El sol comenzaba a esconderse en la ciudad de Kianaimathos. Maddie contemplaba con ojos soñadores la hermosa escena frente a ella, disfrutandola desde el portal del enorme palacio, cuyo dueño por su puesto era su joven hermano, Wesley de Kianaimathos.
Las palabras no parecían brotar de las cuerdas vocales de la castaña princesa, incluso cuando su hermano se colocó tras ella admirando la misma escena que ella

-Kianaimathos tiene la vista más hermosa de todo el mundo

-No has conocido el resto del mundo, Wes

Regañó su hermana, el castaño la contempló con una sonrisa ladina mientras colocaba un par de mechones rebeldes tras sus orejas, la joven terminó sonriendo también

-No necesito conocerlo cuando tengo esta ciudad y a ti

Ese trato entre ellos era normal, ambos simplemente se sonreían orgullosos cuando alguno de los dos conseguía una victoria o demostraban que eran más que unos simples niños huérfanos, eran los corresponsales de la pequeña, orgullosa y productiva ciudad de Kianaimathos.

Wesley tenía una personalidad fuerte, contribuía a discusiones constantes con los consejeros de su padre que no acababan de entender que él era el emperador, aún así, el joven emperador era sumamente paciente y con poco esfuerzo lograba que sus órdenes fueran cumplidas, les gustara al pueblo o no. Maddie sin embargo era un poco más ruda y exigente, era lista y estratégica, muchos corrían el rumor de que la ojiazul había sido bendecida por la diosa Atenea pero al fin y al cabo, era una mujer y no importara lo que Wesley hiciera para protegerla y sacarla de problemas con los sacerdotes, siempre lograba de una manera u otro, incorporarse en estos.
Wes protegía a Maddie porque era su mano derecha, su otra mitad, no había decisión que el joven tomara sin un pequeño consejo de la muchacha ojiazul.

-Amenazaron con atacar a la ciudad

-¿Debo suponer que estás suplicando por la ayuda de tu hermana?

Wes arrugó su nariz de disgusto al oír las palabras orgullosas de su hermana, fuera lo que fuera que provocaba ese enorme ego de la niña, lo solucionaría en otro momento

-Presentate a la reunión, sin causar problemas, no quiero lidiar con una posible invasión y varios sacerdotes enojados y puestos contra mi

-Ya estaban contra ti

-Lo sé, pero solo déjame hacer lo que tengo que hacer como emperador, porfavor, colabora conmigo, no te estoy pidiendo nada más

Chaos » claddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora