Capítulo XXIII

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Cinco días. Cinco miseros días han pasado desde que me internaron en el hospital y no he hecho más que torturarme, mi mente no deja de creer que Jeffrey entrará a la habitación donde yo me encuentro y me matará. El pánico se ha apoderado de cada centímetro de mi cuerpo, las noches se convierten en el momento más indeseado por mi parte y por más que intente dormir en las tardes para conseguir seguir de largo, ruidos me despiertan. Es como si alguien quisiera que yo sufra a altas horas.

Mi vista se dirige al pequeño reloj sobre la mesita a mi izquierda. 7:53 PM

Vuelvo la mirada al frente y suelto un suspiro, en poco tiempo volvería a enfrentar horas de paranoia, los médicos ya no escuchan mis pedidos de que alguien se quede en la habitación, aseguran que es imposible que alguien entre a mi cuarto. Algunas enfermeras cuando me administran los medicamentos me miran con pena, como si estuviera loca, ¿no son capaces de entender que después de todo lo ocurrido deberían brindarme mayor seguridad? ¡Estamos hablando de un asesino en serie! ¡Un psicópata
 
No. Jeff es mucho más que eso, ha rebasado los límites de maneras escalofriantes, ¿acaso alguien a secuestrado a una chica y la mantuvo en su sótano por meses? ¿alguien ha torturado de la misma manera que él? Lo dudo, muchísimo. Y aunque no ha hecho los grandes martirios conmigo—cosa que agradezco—sé que es capaz de más.  

Pensar en el daño que le ha hecho a tantas personas, arrebatando la vida de los inocentes de una manera tan sádica, dejando a familias sin seress queridos, es algo imperdonable. Comienzo a creer que lo hace para simplemente rellenar el vacío que su familia le dejó, es algo totalmente egoísta por su parte, el resto de las personas no tiene la culpa pero, ¿cómo le haces entender eso a Jeffrey? No hay manera, estamos hablando de alguien que hace oídos sordos ante otros, tan solo cree en lo que él dice, piensa y hace, y para él, eso es lo correcto. 

La puerta se entreabre para revelar a una enfermera que con la mirada pide permiso, es joven, su piel pálida contrasta con su negro cabello, es hermosa. 
Entró al cuarto con cierta indecisión que me confundió pero le sonreí. 

—Hola...—dice con nerviosismo alzando su mano en forma de saludo al cual yo correspondo ampliando mi sonrisa—. Me llamo Jessica, voy a ser tu enfermera por el resto de tiempo que te encuentres aquí—informa. 

—Me alegra que alguien cercano a mi edad cuide de mí, al menos nos entenderemos con facilidad—respondí con cierto entusiasmo pero las facciones incómodas de la chica me hicieron entender que algo no iba bien.

—Los doctores me han dicho que no debo hablar mucho contigo—la sorpresa invadió mi rostro, ¿a qué se debía eso? No había hecho nada malo. 

—¿Eh? ¿Y eso por qué?—pregunté indignada enderezándome en la camilla y la chica pareció angustiarse. ¿Me tenía miedo? ¿Qué mierda le habían dicho de mí? 

—N-no lo sé—respondió. Está mintiendo.

—¿Cómo que no lo sabes? Alguna razón debe de haber y seguro te la dijeron—comenzaba a exasperarme, quería una respuesta inmediata. La chica no sabía que decir, trataba de soltar palabras pero nada salía de ella—. ¿Es porque creen que me afectó estar encerrada con ese asesino?

—No tengo idea, dicen que es porque necesitan tranquilidad mental, después de tu secuestro podrías presentar ciertas secuelas dañinas—respondió y yo fruncí el ceño.

—Pero ellos me hicieron varios análisis, nada indicaba graves secuelas, ¿a qué se refieren?—insistí girando mi cuerpo, mis piernas colgaban de la camilla.

—Te vieron por la cámara reaccionar a cosas invisibles por la noche, además de que no dormiste nada—confesó. Entonces supe que los doctores monitoreaban mi habitación y habían visto aquel terror debido a la alucinación de Jeff.
Bajé de la camilla.

—Es sólo paranoia, siempre la tuve—argumenté, los ojos de la enfermera se movieron nerviosos.

—Por favor, vuelve a la camilla.

—Sólo estoy asustada de que vuelva, aunque ustedes se limitan a decirme que eso no pasará, yo tengo miedo—agregué dando unos pasos—. ¿Y ahora resulta que no pueden hablarme porque creen que estoy loca?—la muchacha tragó saliva y deslizó su mano dentro del bolsillo de la bata—. No me siento segura en éste lugar, ¡pero no tengo secuelas!

De su bolsillo sacó un pequeño frasco y cuando menos lo esperé había lanzado gas pimienta a mi rostro, lastimosamente se encontraba a metros y salió corriendo. El gas no me tocó y mis facciones se tensaron. En segundos unos doctores entraron a la habitación con otras enfermeras y me tomaron por los brazos y piernas, yo trataba de soltarme de su agarre pero parecía imposible. En la esquina de la habitación estaba la enfermera mirándome con horror, intercambiaba palabras con un doctor y daba la impresión de que se largaría a llorar en cualquier momento. 

—No es tu culpa, sé te escapó decirle que no tenías permitido hablarle y es normal, estabas nerviosa—escuché al doctor.

—¡¿Cuál es tu problema?!—le grité a la enfermera y al escuchar mi voz sé asustó, lo sé por su rostro. Lágrimas comenzaron a caer por su parte y la irá comenzaba a acumularse en mí—. ¡¿Contenta de lo que has logrado?! ¡Creí que nos llevaríamos bien, pero en cambio creen que estoy loca!

El doctor le dio apoyo con la mano en el hombro y la chica salió de la habitación casi corriendo, mis ojos comenzaban a arder. Las enfermeras seguían ejerciendo fuerza en mí y yo trataba de zafarme con resultados inútiles. El mismo doctor que hablaba con Jessica se acercó a mí.

—No queríamos recurrir a ésto, Emma...—comenzó a hablar con pena—. Nos vemos obligados a dormirte—mientras hablaba de una mesilla sacó una jeringa y mis ojos se abrieron con terror—Podrías dañar a alguno de nosotros y eso sería un desastre—de un pequeño frasco extrajo un líquido y lo alzó a la vista de todos, ya estaba cargada. Sacudí mi cuerpo tratando de evitar que me pincharan y me durmieran, las enfermeras se aferraron a mi cuerpo y comenzó a doler. Mi brazo derecho que aún se estaba recuperando de la fractura fue apretujado por una de las enfermeras e inevitablemente solté un quejido, mi costilla no era aplastada por suerte, pero dolía por mi angustia. 

—Aleje esa cosa de mí, no pueden dormirme, ¡no hay razón!—solté con desesperación pero al parecer hicieron caso omiso a mis palabras—. ¡Ella se asusto porque sí! ¡Aleje esa jeringa de mi cuerpo!—grité con abatimiento.

Y entonces lo sentí, el pequeño pinchazo y el líquido frío. Habían ejecutado el pinchazo en mi brazo izquierdo, las enfermeras no soltaron su agarre y mis ojos comenzaban a pesar. Comencé a perder fuerza en mis extremidades y mi vista se nubló, no quería ceder, no quería dejarme ir. Sentía la necesidad de cerrar los ojos y descansar. «¡No! No puedo hacerlo, no caigas» Volví a negarme la posibilidad de caer dormida, debía resistir pero, quizás no me haga mal descansar, voy a poder pasar la noche sin problemas, olvidarme de todo, no es tan malo...

Mis ojos cedieron, dejaron de luchar contra el sueño y se cerraron, mi cuerpo dejó de resistirse y se aflojó, todo en mí se relajó. Los pensamientos no iban a atormentarme por unas cuantas horas, estaría a salvo de Jeff, a salvo de sus manos, de su sonrisa y de su mirada. A salvo de su presencia. 








Gracias por leer. 

Un beso enorme. 

-Roo 

OBSESIÓN DESTRUCTIVA [Jeff The Killer]Where stories live. Discover now