02. Leche

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Jungkook POV.

Las lámparas de las calles me alumbraban el camino por la avenida principal a una cuadra de mi trabajo. Sentía mis piernas doler por estar de pie tanto rato y mis cachetes tensos de tanto sonreírle a los clientes, también el cambio tan brusco de mi objeto de observación me dejó trastocado.

¿Qué mierdas hablaba? Tenía mucha hambre y mi casa estaba algo lejos aun. Podía sentirme a desfallecer en cualquier instante y me había gastado el dinero que llevaba en un libro que encontré al salir de la escuela.

Iba contando cada paso que daba, cuando vi la silueta de alguien caminando tras de mí. Su sombra me hacía pensar que llevaba las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones y caminaba sin apuros. Un millar de escenas de película venían a mi cabeza, sentía que me perseguía incluso cuando me desvié del camino, comenzaba a creer que era algún enfermo mental que deseaba abusar de mí y luego matarme. La adrenalina drenaba por mi cuerpo cuando perdí a la silueta humana y sentí una mano tocando mi hombro.

Quedé como gárgola de piedra, era un hombre y su perfume olía a elegancia. En mi campo visual se colocó un envoltorio carmelita y negro en forma de barra, solo entonces giré sobre mis talones y me encontré con él.

-Pensé que no te alcanzaría nunca -dijo riendo con sutileza- toma.

-No, gracias -negué firme, si bien me atraía mucho su físico, no sabía ni su nombre y aunque ya no tenga diez años, nunca se puede confiar en extraños.

Le ignoré y continué caminando, pero él tomó mi ritmo otra vez y se posicionó a mi derecha.

-No quiero hacerte nada, solo noté que no comiste algo en toda la tarde. ¿Acaso... -rió tan estrepitosamente que logró asustarme- ¿Acaso piensas que soy un violador, pederasta o asesino?, ¿tal vez las tres?

-Uno nunca sabe.

-Es bueno que no confíes en nadie, pero no es que sea un extraño, de seguro que sabes el color de la ropa interior que uso; ¿o me equivoco?

Esto debía ser una broma. ¡Cómo notó que le observaba!, no era tan obvio, creo yo. Mis mejillas se llenaron de rojo carmín como aquella noche que desperté con una erección en mis pantalones de pijama y tuve que darme una ducha fría en plena madrugada para bajar el calor. Y por alguna razón ese sueño había sido con el tipo a mi lado.

Comenzó a faltarme el aire, mi cabeza se sacudía y mis manos se aferraban a la tela de mi ropa, se me cerraban las vías respiratorias. Caí de rodillas al suelo y ese hombre se acercó zarandeándome y diciendo algo que no entendía. Tenía una crisis de las malas, no podía casi inhalar aire. Mi cabeza chocó en el asfalto y dejé de ser dueño de mi cuerpo y mis acciones.

Sería muy temprano en la mañana cuando abrí los ojos, tantee mi celular en los bolsillos de mis pantalones pero no estaba. Me percaté que no era mi cama y mucho menos mi habitación. Justo en una mesita con una lámpara encima, encontré mi móvil sin carga y un reloj digital que marcaba las cuatro menos veinte minutos de la madrugada.

Tampoco era el cuarto de mis padres. Comencé a enloquecer otra vez, tratando por todos los medios no ponerme como hace unas horas y terminar sin oxígeno.

Mis pies tocaron una suave alfombra junto a la gigantesca cama forrada en sábanas rojas. Estuve a punto de levantarme por completo, cuando una persona más ingresó a la habitación. Sin pensarlo, me metí bajo las telas otra vez antes de que encendieran la lámpara en el techo. Los pasos se acercaban y llegaron hasta mi lado en la cama, sentí el colchón hundirse a la altura de mi pecho.

-Niño, ¿estás despierto?

Era la voz del hombre de la cafetería. ¡Dios!, para qué mentir si moría de miedo, tal vez ese aspecto pulcro era solo una fachada y este tipo era un enfermo mental o váyase a saber qué.

-Estás despierto -afirmó, apreté mis ojos, cerrándolos con fuerza- ya te dije que no quiero hacerte daño, por pensar erróneamente casi mueres. Abre los ojos.

Podría expulsar la bilis en cuestión de segundos por el salto en el estómago que tenía. No sabía que encontraría al abrir mis ojos y temía que fuera lo peor. Ya no me atraía él, me daba mucho miedo. Tal como aquella vez que un desconocido me persiguió durante tres días.

Mis ojos, no acostumbrados a tanta claridad, parpadearon hasta vislumbrar una desordenada cabellera negra, una playera de cuello ancho del color de las hebras de pelo y unos ojos ligeramente hinchados. Rasqué mi cabeza y me corrí hasta la cabecera de la cama para abrazar mis piernas en un intento de tele-transportarme a mi casa.

-Soy Min Yoongi, te traje estas píldoras y un vaso con agua. -extendió ambos para que los tomara pero no lo hice- Vamos, debes tomarlas, las encontré en tu mochila y pido disculpas por mi atrevimiento, en primer lugar por haberte incomodado y provocarte esto, también por traerte a mi casa sin tu consentimiento.

Sus palabras me hicieron sentir mejor y le miré a los ojos para luego tomar la medicina. Me preguntó si me sentía mejor y asentí tímidamente. Estaba a punto de salir por donde entró, pero se detuvo y me invitó a seguirlo fuera.

Él me había quitado los calcetines porque mis dedos acariciaban el alfombrado del piso libremente. Seguí su caminar hasta lo que parecía la cocina en el piso de abajo y una vez allí me indicó sentarme en una de las sillas junto a una pequeña mesa con plaza para cuatro personas.

-¿Quieres comer algo? -inquirió arrimándose a la meseta de la cocina- Verás, sé que estás asustado, no disimulas bien y aunque no lo quieras creer te diré que no haré nada malo. Así que pide lo que desees, si está en mi nevera te lo daré.

-B-bueno -balbucí un poco, moría de hambre y aunque planeara envenenarme le pediría algo para saciarme- Yo...¿podrías darme leche caliente?

Bajé la mirada buscando imperfecciones en la madera de la mesa, pero pude sentir una risa nasal de su parte. Que pidiera eso no me hace ver como un niño, la mayor parte de la población toma leche. Solo me permití verle cuando sentí moviemiento en las puertas de la alacena, estaba de espaldas y no pude evitar tragar en seco por tener el privilegio de verle con aspecto descuidado dentro de su propia casa. Como siempre, vestido de negro hasta las medias cortas que llevaba. Se notaba aun más delgado y pálido, en su nuca pude divisar por primera vez un tatuaje. Afilé mi vista y encontré dibujado en su piel una figura abstracta que más bien parecía humo negro.

En cuanto se dio vuelta, salté en el lugar suponiendo que me había descubierto. Desde ayer en la tarde sonríe y me asusta porque nunca lo hacía.

-Aquí tienes, niño -me acercó una pequeña bandeja con una jarra humeante y unas galletas alrededor.

-No soy un niño -tomé valor pero sin mirarle a los ojos- Soy Jeon Jungkook.

-Bien, Jungkook, puedes comer -eso hice, sentía el caliente líquido dibujarme un bigote y entrar a mi sistema borrando todo tipo de espacio en mi estómago- ¿Qué me encuentras para mirarme tanto?, no pienses que no me he dado cuenta de como tus ojos se clavan en mi piel durante dos horas con diez minutos, de lunes a viernes.

Me atraganté y mi tos hizo eco en la soledad de la noche. Definitivamente él lo sabía, pero ni siquiera miraba a los lados en la cafetería. El miedo volvía a mí, es un adulto con voz autoritaria y profunda, más inteligente y astuto que yo que podría estarme engañando. Nunca antes deseé tanto que mis caprichos no se cumplieran. Quería correr fuera, pero de seguro me detendría.

-No responderás, ¿cierto?

El hombre de gris [YoonKook/KookGi]Where stories live. Discover now